Esto es Estados Unidos, el otro Estados Unidos. Aquí, fuera de un centro comunitario en las afueras de El Paso, hay una carpa donde un DJ pone música norteña, de Maná y alguna que otra ranchera.
Bajo la carpa, una tarima; bajo la tarima, polvo. Ese polvo que a la menor brisa levanta nubes que cubren los ojos con un manto de ardor. Hoy, la brisa es un viento endemoniado que impide respirar sin ponerse una mano sobre la cara.
Hay rifas, hay bailes regionales, hay música, hay unos tacos que con polvo y todo saben a gloria. Pero también hay discursos y votaciones sobre cuales serán los puntos de trabajo del próximo año. Piden dignidad para los indocumentados, piden respeto.
A pocas millas de distancia, hay un camino de tierra. Rodeada de cientos de kilómetros de desierto está la casa de un hombre que en un primer momento fue identificado como un ranchero, pero que -ahora se sabe- era mecánico antes de retirarse. El hombre disparó días atrás contra un padre y su hijo que habían ingresado a su propiedad.
En total cinco disparos. Bang, Bang, Bang, Bang, Bang. A partir de allí se desarrolla una historia de terror y misterio que no termino de entender.
Hablé con el hijo, una de las víctimas. Es un hombre de 32 años, que recibió un tiro en la rodilla. Los otros cuatro los recibió su padre en los brazos y el culo.
Según dice, estaban buscando un trozo de tierra para comprar, porque el lote donde viven está en venta. En eso se perdieron y fueron a dar a casa de este hombre. Un tipo de 52 años, vestido de camuflage que salió de la nada y comenzó a decirles que los iba a matar. Se los decía y al mismo tiempo enfatizaba su punto, jalando del gatillo.
El hombre está indignado. Su padre sigue en el hospital y él no puede caminar bien. Es portorriqueño y hablamos en inglés. Pero cuando su mamá lo llama por teléfono, no puede esconder que viene de Arecibo.
Su padre vino de Puerto Rico cuando él apenas era un niño y vivieron en Nueva York hasta que la fábrica donde él hombre era mecánico, se reubicó en Juárez, México. Vinieron a El Paso.
Saca una bolsa de papel, donde guarda las prendas rotas que le quitaron a su papá en el hospital. Me muestra el agujero de bala en la bolsa del pantalón. Me dice que el tipo no paraba de disparar. Me dice que quiere justicia.
Después de las descargas, todo fue confusión, dice. Hubo un momento que los quería matar, otro en que los conminaba a irse. Al final, las suplicas de los heridos le convencen a subirlos a su auto y llevarlos a una estación de bomberos.
La víctima me jura, quizá es su argumento de pelea, que el hombre los quiso matar porque pensó que son inmigrantes. Hay grupos en el estado que se visten de camuflaje y salen a cazar migrantes. No los cazan con armas como en Safari, al menos no lo admiten públicamente, pero ubican sus veredas, sus puntos de abastecimiento y los denuncian.
Enfurecido, me jura que lo va a llevar a juicio. Que quiere demostrar que el país no necesita locos como esos defendiendo las fronteras.
El caso está bajo investigación. Algunos abogados me dicen que en Texas puedes matar a alguien si está dentro de tu casa y puedes matarlo, sin tanto problema, si está en el area adyacente a tu casa. Esto es Texas.
Yo intentaré ir a buscar al tirador este fin de semana. Intentaré entrar a su propiedad sin que me mate y hablar con él.
Probablemente habrá un juicio. Si gana, la víctima queire irse de vuelta a Nuevayol y vivir allá. Acá, se queja, nunca llueve.
Hace 100 días que no cae una gota de agua, se queja y me dice que me prepare para el verano. Además de la resequedad, habrá calor. Yo no dejo de sudar, bajo un sol que achicharra todo lo que no está bajo la sombra.
El quiere irse de acá. Yo apenas estoy llegando.
…and the old Europe is not the issue when somehow where you are you must be celebrating big time
big holiday with your people right now
with all the terminators who should be running for governors
Más de este autor