Dice un dicho popular que, si uno no conoce la historia, está condenado a repetir los mismos males y problemas de forma cíclica y repetitiva. Nada más cierto al intentar comprender la terca necedad que tenemos como país de repetir una y otra vez las condiciones que nos condenan al subdesarrollo, a la violencia fratricida y a la pobreza, sobre todo por la forma como se difunden y desarrollan campañas sistemáticas de desinformación y de mentiras disfrazadas de medias verdades que solo provocan desaliento y división.
La coyuntura de crisis nacional que vivimos en estos momentos es una excusa perfecta para ejemplificar algunas de las estrategias que se han venido difundiendo desde hace mucho tiempo, que han hecho que muchos ciudadanos guatemaltecos sean los auténticos valladares para cualquier intento de transformar la estructura corrupta y autoritaria que nos ha caracterizado desde siempre.
Empecemos con las más complejas de todas, las medias verdades: una estructura de ideas contradictorias, enredadas y complejas que cambian de foco a cada rato y garantizan una conclusión falsa y manipulada. El discurso de la bancada de FCN-Nación para defender al presidente de la república es solo una muestra de estas verdades a medias.
Dicen defender el Estado de derecho y la institucionalidad del país, pero critican a las instancias legales correspondientes: el Ministerio Público y la Corte de Constitucionalidad. Entonces, ¿apoyan o no? ¿O es que solamente van a aceptar aquellos fallos jurídicos que les convengan?
Llaman a la unidad nacional y a fortalecer el combate de la corrupción, pero utilizan durante todo el discurso un tono confrontativo y desafiante, que puede entenderse como un llamado a la violencia, ya que se pide la renuncia del comisionado «para evitar la polarización».
Basándose en la idea de que la Cicig y el MP han politizado la justicia, supuestamente porque han sido selectivos en sus acusaciones —solo han perseguido a gobiernos de derecha, y no de izquierda—, intentan justificar el relevo en las instituciones de justicia sin considerar que, para que la Cicig y el MP puedan investigar toda la corrupción en Guatemala, ambas instituciones deberían contar con muchos más recursos que los que actualmente tienen. La necesidad de fundamentar e investigar casos no es tarea fácil. Lleva mucho tiempo y esfuerzo.
Dicen apoyar el combate de la corrupción, pero enfilan sus críticas a sus dos principales figuras, el comisionado Iván Velásquez y la fiscal Thelma Aldana, en un intento desesperado de detener la investigación por financiamiento electoral ilícito en curso contra el presidente de la república. Decir que apoyan a la Cicig, pero que quieren prescindir del actual comisionado, es como decir que apoyan a su equipo de futbol favorito para que siga ganando, pero que para ello quieren despedir al entrenador y a sus mejores hombres.
Olvida el FCN-Nación el enfrentamiento que tuvo con el mismo presidente que hoy apoya cuando en abril del 2016 desafió el llamado presidencial para expulsar al diputado Juan Manuel Giordano. Entonces, ¿están o no están con el presidente?
Olvida el diputado Javier Hernández, jefe de la bancada, que firmó en marzo de este año una iniciativa de ley para evitar que los implicados en la contratación de plazas fantasmas sean responsables de sus actos y garantizar así que ese combate de la impunidad que hoy pregonan sea solo del diente al labio.
El discurso de la bancada de FCN-Nación solo demuestra esa forma particular de decir medias verdades que confunden y provocan división, de manera que se detengan todos aquellos cambios que tarde o temprano podrían llevarlos a enfrentar un proceso penal.
Las ideas del principal ideólogo del partido nazi alemán, el tristemente famoso Joseph Goebbels, pueden servir para ejemplificar para qué sirven mensajes tan contradictorios como el de la bancada oficial: para manipular las mentes de los ciudadanos y conseguir así sus perversos fines.
Cuando se atraviesa la barrera de la libertad individual y se usa a una nación para unos objetivos concretos, sean ideológicos, religiosos, expansionistas, o con ánimo de lucrar, entonces ya no estamos hablando de la política como el arte del bien común, sino de la manipulación de las mentes.
Paul Joseph Goebbels
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