Detrás de las fastuosas y cansadas actividades, desde la izada de la bandera el 14 de septiembre a las 18:00 horas hasta la arriada de la bandera el 15 a las 18:00 —desfile de por medio, con innumerables niños desmayados a causa de un escaso desayuno y la jornada larga bajo el sol—, había algo no sabido por nosotros que se soslayaba cuando queríamos abordarlo.
La parte histórica de una materia llamada Estudios Sociales pasaba a vuelo de pájaro por las aulas cuando tocaba tratar la invasión —más que el descubrimiento— de América y la dichosa independencia. Más allá de un concepto vago de la madre patria y de los nombres de algunos próceres (que años más tarde identifiqué como unos felones de primera categoría), no había más.
Y cuando pregunté por Manuel Tot y Atanasio Tzul puse la bandera en Flandes. Para entonces (a mis 11 años de edad), yo tenía idea ya de quiénes habían sido estos dos personajes, pero, cuando quise ahondar mi conocimiento en orden a sus actividades políticas, fui silenciado delicadamente por uno de mis profesores. Me puso su mano en mi hombro derecho y me dijo: «Esos temas mejor no los toqués. Recordá que vos sos el abanderado de la escuela y que tenés mucho futuro». Y con su actitud, lejos de silenciarme, lo único que logró fue llevar a un nivel más alto mi curiosidad histórica.
Años más tarde, mi esposa y yo tuvimos que replantearles a nuestros hijos la verdadera historia de Guatemala. Ello nos provocó más de alguna desavenencia con algunos de sus profesores porque ellos (nuestros hijos) cuestionaban (más que preguntaban) esa historia oficial y oficiosa que les enseñaban. A criterio nuestro, tenía muchas aristas para dudar de su autenticidad. La encontrábamos, desde 1492 hasta 1821, plagada de leyendas, mitos y fantasías. Ni qué decir de la anexión a México recién firmada el Acta de la Independencia. Nada se contaba al respecto (ni se dice en la actualidad), mucho menos de quienes gestaron esa anexión. Y aun así, a la fecha de hoy, se los considera próceres.
[frasepzp1]
En honor a la verdad (porque nada puede ocultarse a la luz del sol), pasadas dos centurias de aquella emancipación, bien valdría la pena que en la educación formal se tomara con seriedad el abordaje histórico de tal hecho. Algunas preguntas que podrían servirles a los maestros para generar conversatorios serían las siguientes: ¿cuál fue el verdadero motivo de la emancipación de 1821?, ¿qué tenían planeado los gestores para el territorio?, ¿cuál fue el Plan Pacífico de la Independencia?, ¿cuál era el propósito del Plan de Iguala? y, de manera muy particular, ¿cuáles fueron los pactos de Gabino Gaínza y Agustín de Iturbide para anexar el territorio a México después de independizarlo de España? Esta anexión, a diferencia de la independencia, sí provocó muertos. Esta infeliz agregación duró año y medio, pero sus consecuencias se sufrieron por décadas.
Otro tema que los estudiantes de primaria deberían conocer al dedillo es el referente a la Conjuración de Belén, sucedida en 1813. Ese contexto se ha difuminado en la historia. Contó con la participación de dos personajes indígenas: el bachiller Manuel Tot y el presbítero y doctor Tomás Ruiz (abogado nicaragüense). Ese intento fue defenestrado, y las fuerzas del presidente, gobernador y capitán general del Reino de Guatemala José Bustamante y Guerra capturaron a más de 15 conjurados de la clase media ilustrada de Guatemala. Más temprano o más tarde, todos quedaron en libertad, excepto Tot. Él murió en prisión después de haber sufrido un largo e infamante martirio que derrapó entre dos traiciones (una supuesta violación del secreto de confesión incluida) y la tortura en la cárcel que finalmente lo condujo a su muerte. Y de no ser por algunos cobaneros que colocaron su estatua en el parque de Cobán, nada se sabría de él.
Para finalizar, lanzo esta pregunta a manera de conclusión: ¿ha leído usted, estimado lector, el numeral 1 del Acta de Independencia de Centroamérica? Textualmente reza: «Que siendo la independencia del gobierno español, la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el congreso que debe formarse, el señor Jefe Político la mande publicar, para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo» [1].
Mafalda habría dicho: «¡Sonamos!».
* * *
[1] Versión paleográfica moderna.
Más de este autor