Los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas en el vecino país han generado una serie de denuncias, informaciones y desplegados que en el fondo han develado la importancia del comportamiento ético de los medios de comunicación.
Quisiera hacer referencia a ciertos hechos concretos. En primer lugar, los acontecimientos ocurridos tras las entrevistas que hiciera la periodista Carmen Aristegui a los candidatos presidenciales del PRD y del PRI, en donde se evidenció la gran cantidad de recursos públicos que se han pagado por concepto de publicidad, especialmente a Televisa, por parte del Gobierno del Distrito Federal, así como del Gobierno del Estado de México, cuando Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto dirigieron dichas entidades, respectivamente.
Por otra parte, no puede dejarse de lado la denuncia pública que hicieran diversos sectores por el comportamiento de las dos cadenas de televisión al minimizar la transmisión del debate de los candidatos a la presidencia organizado por el Instituto Federal Electoral (IFE). Un evento de esa naturaleza es de suma importancia para toda la ciudadanía, especialmente en un proceso electoral. Cualquier justificación contraria solo puede ser producto de la perversión y de intereses malsanos. Todo apunta a que la actitud de los medios televisivos habría sido orientada a proteger al candidato presidencial del PRI, Peña Nieto, quien podría haber sido vencido en dicho debate y descender en la preferencia de los electores. Y es que, independientemente de que lo anterior sea cierto o de la preferencia partidaria, es innegable que dicho candidato carece de habilidades oratorias.
Otro hecho sin precedentes fue la visita que hiciera Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. Acá hay mucha tela que cortar. Por un lado, está la denuncia orientada a que los alumnos fueron manipulados. Para quienes defienden esta hipótesis simplemente es impensable que una cosa de estas fuera a ocurrir en el seno de una universidad cuyo alumnado ha generado un perfil que estaría orientado más a la indiferencia que a la participación ciudadana. Por otro lado, está la actitud de los alumnos y de la misma institución universitaria en defender la libertad, autonomía y pensamiento crítico de sus estudiantes. Al parecer, las presiones, las cuales se trataron de ejercer por muchos medios convencionales y de internet para demeritar e incluso castigar a los estudiantes, no encontraron mucho eco.
Estos acontecimientos no pueden ser vistos de manera aislada, especialmente cuando se quiere reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación. A pesar de que los medios de comunicación son, ante todo, unas empresas, no deben olvidar la función social que cumplen en una sociedad y por ello están llamados a actuar de manera ética, especialmente, cuando se trata de su participación en un evento electoral. Proveer información a la ciudadanía para que tome una decisión informada no debe ser tomado con ligereza.
Los medios de comunicación, especialmente la televisión, siguen siendo el medio más importante para la transmisión de información política a la ciudadanía. No obstante, esto representa una situación muy delicada en todos nuestros países, especialmente, en donde este medio de comunicación tiene una estructura de propiedad monopólica. México, Guatemala y muchos países en América Latina presentan este mismo fenómeno, por lo tanto, la posibilidad de que los medios de comunicación sirvan de plataforma a ciertas expresiones políticas es muy grande, especialmente, si en su comportamiento el norte de la ética es inexistente.
Sin embargo, en México a diferencia de nuestro país, este tema se ha comenzado a discutir y sin duda alguna generará una serie de reflexiones que, incluso, desemboquen en cambios normativos que acoten la perversión que se puede dar entre medios de comunicación y política. En este punto hay que dar un salto cualitativo, y no creer que con la deliberación elitista o académica sea suficiente. Como sociedad hay que luchar para que se acreciente la demanda social a fin de que los medios de comunicación encuentren en el receptor un sujeto crítico capaz de poner en duda su credibilidad y legitimidad como actor social, cada vez que su actuación se aleje de la ética.
Más de este autor