Si para las movilizaciones de 2015 el Cacif, caja de resonancia y brazo ejecutor de las oligarquías, consiguió controlarlas en sus ritmos y volúmenes, esta vez, aunque relativamente enfrentada, actúa, desde sus distintos flancos y como siempre, contra la democracia y el desarrollo del país.
Mediante maniobras legalistas, el sector que se dice «democrático» intentó inviabilizar la candidatura de Sandra Torres bajo el supuesto de que, desaparecida del mapa electoral, todo sería miel sobre hojuelas para su candidata, como sucedió cuando con todos los medios a su favor nos impusieron a Otto Pérez Molina y su estrafalaria e insultante corrupción. En aquella oportunidad, la fracción restauradora de las prácticas autoritarias y corruptas caminaba del brazo de la neoliberal a ultranza. Torres Casanova era más que el demonio con faldas, y era necesario impedir su candidatura.
Con los programas sociales, en particular con Mi Familia Progresa, no solo se habían logrado incrementar significativamente los índices de cobertura escolar, de tal modo que se alcanzó más del 95 % de atención a niños entre 7 y 12 años, sino que se había avanzado en atención primaria en salud. Con visión incluyente, y no solo represiva, se había logrado reducir la criminalidad en zonas rojas. Este era un rumbo que a las fracciones de la oligarquía y a sus voceros les asustaba. Había que volver a la mano dura y al descuido de los sectores empobrecidos, pues de ello depende la migración, que con sus remesas alimenta su vegetativo engorde. Pérez Molina, con su insolente Baldetti y su voraz gánster Sinibaldi, era la solución, que dio en lo que todos conocemos: la más insultante y descarada corrupción de la que hallamos tenido conocimiento.
El líder de la fracción neoliberal insiste en negar tales logros y acusa a la candidata de cuanto crimen se le ocurre. Sin presentar una sola evidencia pone en descrédito a la Universidad Complutense de Madrid, donde él recién obtuvo su doctorado. El científico requiere de datos (mientras más duros y confiables, mejor), y no es ético ni responsable obviarlos para construir una narrativa falsa simplemente con el fin de imponer una visión propia del mundo.
La candidata logró salvar el escollo y evidenció que contó con el apoyo del Ministerio Público (MP), que con sus últimas acciones se ha convertido en el elector antidemocrático de nuestro próximo gobernante al tirar por el piso todas las conquistas democráticas que habíamos alcanzado.
Sandra Torres está en la contienda cargando una acusación espuria e ilegítima, tal y como la que se ha presentado a última hora contra Thelma Aldana. Torres consiguió el apoyo del MP cuando este le dio tiempo para que fuera declarada candidata. Aldana fue atacada minutos antes de su declaración, de modo que por ahora está fuera de la disputa.
Ella es la candidata de la fracción neoliberal de la oligarquía que, por no ser furibundamente restauradora y conservadora, no resulta mayoritaria. Torres no lo es de la otra, pero, para quitar del camino a Aldana, prefieren tenerla en la competencia, seguros de que, como sucedió hace cuatro años, la vencerán fácilmente con el candidato que le pongan enfrente.
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Es este el riego que quienes impulsan a Torres parecen no haber logrado entender. El pacto de impunidad y de corrupción solamente instrumentalizará su candidatura en cuanto les sirva para excluir a Aldana. Conseguido esto, todas las fuerzas y recursos se volcarán a favor del XX que llegue al segundo turno. Usarán las mismas mañas y fraudes que utilizaron para imponernos a Jimmy Morales, seguros de que cualquiera de los 18 candidatos que tienen en el naipe pueden vencerla. Y, si se analizan las tendencias electorales sin pasión, bien puede que no estén equivocados.
De paso, humillarán a los neoliberales. A la Fundación Libertad y Desarrollo se le impondrá la Fundación contra el Terrorismo. Y el Cacif, como siempre, hará caso sumiso a los que tengan la sartén por el mango.
Lamentablemente, desde las corrientes progresistas no hay mayores posibilidades. Con organizaciones ancladas en el pasado militarista y en el oportunismo personalista han pasado por alto todo esfuerzo por escuchar a la sociedad y construir alternativas creíbles, de modo que conscientemente se han asumido como comparsas de la fiesta, al grado de que la candidatura de Thelma Cabrera no es sino la manifestación clara de la manipulación patriarcal. El poder está en el Congreso, hacia donde no se mira con seriedad porque todos están sedientos del poder supuestamente absolutista del presidencialismo o, peor aún, interesados en mantener sus minipartidos y así obtener las migajas que les tiran de la mesa las oligarquías.
Torres necesita a Aldana no solo para llegar al segundo turno, sino también para tener posibilidades de ganarlo. Sin ella en la contienda, insistimos, cualquier poste de la ultraderecha la derrotará con la mano en la cintura. Aldana, de ser inscrita, conseguirá fácilmente llegar al segundo turno, donde tendremos una disputa tensa e intensa pero abiertamente democrática.
Ninguna de las dos representa cambios profundos en el modelo económico que nos empobrece aceleradamente, pero, si se nos impone alguna de las opciones de la ultraderecha, las posibilidades de luchar contra ese modelo y de defender las conquistas sociales y políticas obtenidas hasta ahora estarán más que cuesta arriba.
Y todos sabemos que aquello de agudizar las contradicciones no es sino una afirmación de los que, cuando se agudizan, ya están con los del otro bando.
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