Armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein, o la participación del pueblo de Afganistán en los atentados del 11 de septiembre fueron excusas para declarar, sin más ni más, guerras y ocupaciones neocolonialistas. Ahora se están afilando los cuchillos para preparar una incursión en suelo iraní.
Todo este revuelo coincide en términos e intenciones con la asociación que se hizo, hace poco más de un ocho años, entre miembros de Al Qaeda y las pandillas criminales organizadas en Centroamérica (maras), que es una de las organizaciones más brutales y sangrientas que existen en la región. Claro, asociar a terroristas “islámicos” con bandas criminales con alto grado de sociopatía resultaba muy lógico, sin embargo resultaba ser altamente incoherente por la naturaleza organizativa de ambas agrupaciones.
Luego se suma el complot iraní que asocia a miembros de las guardias revolucionarias con carteles de la droga mexicanos conocidos como los Z, que han demostrado ser implacables y brutales. En ambos casos, la retórica norteamericana acude a la imagen del enemigo externo, de ese que se esconde en las profundidades de la maldad pura contra sus valores de libertad y democracia.
De lo risible a la tragedia
La risa no para y luego esta se convierte en lágrimas. Los analistas apuntaban lo improbable de este complot a partir de analizar la forma como los Z actúan y, lo poco interesados que podrían estar en ser ubicados como “terroristas” frente a Washington. Claro, no hay amenaza terrorista en el trasiego de miles de toneladas de droga, y la consecuente muerte de miles y miles de adictos, familias y comunidad, que por cierto es mil veces más que las probables muertes causadas por actos terroristas llevados a cabo por supuestas organizaciones terroristas “islámicas”.
Los narcotraficantes son ambiguos ideológicamente, apoyan caudillos, causas liberales y comunidades en reclamos de territorio, brindan dinero para acciones sociales y compran mansiones principescas, ayudan al anciano de la comunidad y compran miles de implantes de senos. Bajo esa perspectiva, la asociación con causas de resistencia islámica en países ocupados resulta no solo risible sino tendenciosa. La paranoia norteamericana fácilmente transforma la resistencia en un guión de comedia como antes lo hizo con los vietnamitas y con los indígenas norteamericanos.
Los Z contra la nación del Islam
¿Acaso no es conveniente poner a pelear a los enemigos? La muerte del embajador saudí era un detonante. A pesar de ser una monarquía absolutista que poco representa al mundo musulmán en el mundo, no es secreto que esa monarquía posee la custodia de los lugares sagrados del Islam, las mezquitas de Mecca y de Al Medina, y aun cuando su papel en la primavera árabe ha sido lamentable, no hay que olvidar que forman parte de la mayoría sunní dentro del mundo musulmán, por lo tanto su muerte por parte de los chiitas iraníes abonaría a un conflicto trágico entre musulmanes.
Sin el comunismo como una amenaza real, el terrorismo se convierte en enemigo al acecho, pero… ¡este está lejos! Noo, está bien cerca, se presenta con los Z, y con los indocumentados que cruzan la frontera norte.
No se puede negar el papel de Irán a nivel internacional, tanto a nivel productivo como sociocultural. Actualmente representa la propuesta más cercana a la conciliación entre religión - política - bienestar social - democracia y modernidad, lo que resulta ser una amenaza real más que la capacidad militar que pueda poseer, porque en medio de las revueltas árabes existe el regreso al islam como referente político lo que en teoría los distancia de las democracias laicas - liberales de occidente.
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