La Feria Chapina es un evento que agrupa a miles de personas: jóvenes, familias y adultos mayores que por un rato buscan reconectarse con la patria que dejaron atrás pero que siempre llevan consigo. Este espacio nació allá por el año 2005 con fines comerciales y ha crecido con el espaldarazo del Ministerio de Economía y con la creciente asistencia de chapines y centroamericanos radicados en el área, ya que los organizadores se esfuerzan en «llevarle al migrante centroamericano el mejor pedazo de su tierra»[1].
Cerca de medio millón de guatemaltecos reside en California. Las remesas que envían son un rubro importante no solo para la economía de la familia, que en muchos casos la rescata de la extrema pobreza, sino también para la economía del país. En algunos casos, los expositores en la Feria Chapina buscan encontrar nuevos mercados para sus productos en tierras americanas, pero también muchos desean que una parte de las remesas sea invertida en la compra de sus productos. Sin embargo, este no es solo un escenario de transacciones comerciales. Es un evento cuyo fin es hacer visible la migración volviendo positiva la diferencia y la ajenidad.
Los recuerdos afianzan los lazos familiares y comunitarios y la identidad personal y social. Una forma relativamente fácil de llegar a ellos es activando la memoria por medio de los sentidos. La necesidad y el deseo de volver a sentir, oler y saborear la niñez, la familia, la comunidad y la patria convierten a los migrantes en un mercado cautivo, objetivo del mercado de la nostalgia. Como explica Shinji Hirai, «la nostalgia es un término que fue inventado por un médico suizo en la segunda mitad del siglo XVII y que está compuesto por la combinación de dos palabras griegas, nostos (‘regresar a casa’) y algos (‘sufrimiento’). Durante casi 300 años la nostalgia fue considerada en Europa como una enfermedad o un desorden psíquico. Pero hoy en día entendemos que la nostalgia es un estado de ánimo relacionado con el desplazamiento. Es la tristeza, el malestar o el dolor causado por la distancia y la separación de la tierra natal y de los seres queridos al viajar a un lugar lejano»[2].
La Feria Chapina atrae a miles de visitantes chapines y centroamericanos que buscan por un momento salir de la anomia y del American way of life para reconectarse con sus raíces en un espacio colectivo donde se comparten los mismos sentimientos y las mismas emociones al oír vibrar los sonidos de la marimba, ver izarse la bandera nacional, observar los actos culturales y las danzas tradicionales y bailar al ritmo de grupos musicales guatemaltecos contemporáneos. Es así como la Feria Chapina, al igual que cualquier feria local, ofrece algo para cada uno de sus asistentes sin importar su edad, su origen, su clase social o su origen étnico. Pero, a diferencia de las ferias patronales, la Feria Chapina se convierte momentáneamente en un espacio donde el imaginario colectivo se afianza, se refuerza y resalta su diferencia, su sentido de pertenencia a otro momento, otro contexto, otro lugar, el lugar donde cada uno dejó enterrado el ombligo: su conexión directa con la tierra donde nació y la familia con quien se crio.
La música y los juegos, pero especialmente el olor a elote asado, a tostadas con frijol o guacamol, a churrasquito, a enchiladas, a chuchitos..., son un pasaporte al pasado, al viaje inmaterializado de regresar al hogar, a la familia, al terruño. Un terruño imaginado, idealizado, distante en el tiempo pero cercano en el corazón.
[1] http://www.s21.com.gt/pulso/2010/05/27/feria-chapina-inaugura-sexta-edicion. Recuperado el 21 de julio de 2015.
[2] Hirai, S. (2009). Economía política de la nostalgia. Un estudio sobre la transformación del paisaje urbano en la migración transnacional entre México y Estados Unidos. México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Juan Pablos Editor.
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