Es lo que hay.
Como decía, los juegos de video. Me compré el fin de semana una televisión y una consola Wii. Originalmente, la idea era comprar una PlayStation3 para mí y una para mis hijos para poder jugar juegos online. Pero visto que ellos tienen el Wii y que podemos jugar Call of Duty, un juego de First Person Shooter (FPS) en internet, ahí me ahorre 800 dólares de un plumazo. Además coincide con que los niños sacaron malas notas y será su “castigo” por no haberse aplicado en el colegio.
Rafael, resignado, me aceptó la oferta de que esa plata nos la gastamos en otra cosa y que de momento nos conformamos con jugar online en el Wii, con gráficas menos avanzadas, dijo él.
Debo confesar que soy bastante malo en eso de los juegos de video, más aún en los que uno tiene que operarlos moviendo una especie de varita mágica por los aires para apuntar a los malos (siempre son rusos y árabes) antes de descargarles cientos, no, miles de balas.
Es increíble ver que uno de esos soldados cibernéticos, con su uniforme tan bien planchado, va caminando por un complejo ferroviario en las afueras de Minsk con un rotulito que dice “Rafa” (Carlos no tiene nick y juega también con el usuario de Rafa) flotando sobre su cabeza. Es uno de mis hijos, que está en Guatemala, buscando a mi avatar para matarle.
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No deja de ser divertido cómo cuando no te está, le puedes soltar una ráfaga y el muñequito se desploma sobre un andén, o sobre la arena del desierto en otro de los escenarios. Mientras, por Skype, una voz al otro lado del mundo dice: “Papa, me mataste”.
La verdad es que las más veces soy yo el que cae perforado por las balas de los enanos. Y entonces si puedo descargar mi ira y decirles que son unos patojos cerotes.
Es muy libertido, dice Carlos. Mi sobrino Rodrigo no piensa lo mismo. El otro día me dijo que “the best FPS is real life”, con un poco de sarcasmo y un poco de inocencia sobre lo que estaba diciendo.
Yo de momento me estoy entrenando en eso de disparar y moverme por escenarios de tiroteos y todo eso, aunque sea virtual. Acá la gente no le pone mucho asunto, pero hay una tendencia, como un subtexto de visión apocalíptica.
Todo apunta a que la crisis de deuda, como le han bautizado los profetas de la catástrofe, va a devenir en una crisis general con un freno total de la economía y escenarios de escasez de comida, gasolina y todo eso que les gusta a los paranoicos.
De hecho, no es raro ver comerciales en que te venden estrategias para proteger tus activos de la crisis que podría desatarse este verano. Otros anuncian búnkers y otros, comida de larga duración en unas cubetas de plástico y otros más semillas no híbridas ni genéticamente modificadas para que cuando venga el fin de los tiempos podamos alimentarnos del vergel sembrado en el patio trasero. Aunque acá, en El Paso, como no siembre un sahuaro o chirivisco de espinas, no sé que pueda cultivar en este pedazo de desierto.
Apocalipsis aparte, por fin la conexión de internet está funcionando bien en mi casa y ya les encontré la rutina de su día a día a los chicos y más o menos sé cuándo llamarles para hablar un rato con ellos.
Ya podré contar qué veo cuando vaya a Juárez. Al parecer me tocará ir esta semana, a comprar medicinas sin receta para dopar a un perro de Will, un colega de acá. El chucho, se ha vuelto viejo y con la vejez -igual que con la gente- le han dado algunas manías como comerse la alfombra y destruir las cosas. Will piensa que sería una buena idea darle cápsulas de docilidad al bendito chucho. Nunca pensé que mi primera visita a Juarez sería a una farmacia.
Pero las cosas van mejor. Las estrategias para no borrarme están funcionando y eso me alienta. En todo caso, van. Que ya es bastante.
J.
7 de abril de 2011
Try so hard to stand alone
Struggle to see past my nose
Always had more dogs than bones
I could never wear those clothes
It’s a dark victory
You won and you also lost
Told us you were satisfied
But it never came across
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