Un recorrido por Guatemala demostraría fehacientemente una de las características más notables del desarrollo guatemalteco: la tendencia a privilegiar el centralismo como una estrategia de largo plazo que ha provocado no pocos problemas sociales, económicos y políticos. Para principiar, Guatemala tiene un gran polo de desarrollo que es la ciudad capital, que con sus cerca de tres millones de habitantes, produce un gran área conurbada que se denomina región central y que concentra un total de más de cuatro millones de habitantes. En esta área se ubican las cuatro ciudades más pobladas del país: la ciudad capital, Mixco, Villa Nueva y San Juan Sacatepéquez. Pero si sumamos otras localidades que pertenecen a esa esfera de influencia, agregaríamos a las ciudades de Villa Canales, Amatitlán, Chinautla, San Miguel Petapa, Chimaltenango, Antigua Guatemala y Escuintla, por lo que el número de personas que viven o dependen de la ciudad capital llega a más de cinco millones, lo que representa cerca de un tercio de la población nacional.
Las otras ciudades que podrían identificarse como generadores de estos polos de desarrollo son Cobán, en Alta Verapaz, con 228,000 habitantes, y Quetzaltenango, con 200,000 habitantes, lo cual representa una total y absoluta desproporción con respecto a esa macrocefalia del centro: la desproporción en el modelo de desarrollo guatemalteco es evidente.
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Las consecuencias de esta macrocefalia son muchas: para principiar, si analizamos la concentración de los recursos e instituciones del Estado de Guatemala, podemos visualizar que en esta gran área metropolitana existen prácticamente todas las instancias gubernamentales y estatales, mientras que en departamentos como Petén, Huehuetenango o Quiché, esa presencia e inversión es mínima. De la misma forma, el presupuesto de gastos de las instituciones se concentra en su mayoría en estas áreas urbanas y centrales, mientras que se invierte realmente poco donde más se necesita. Por eso, las carencias insatisfechas en el ámbito territorial son fuertes y sentidas: mientras más se aleja uno de la ciudad capital y sus múltiples áreas conurbadas, la pobreza, la falta de infraestructura y la ausencia de una estrategia de desarrollo es más evidente.
La última investigación de Ojo con mi pisto contextualiza esta herencia centralista del modelo de desarrollo guatemalteco. Su investigación «Las vacunas hablan español» intenta sintetizar esa tendencia a concentrar recursos y esfuerzos en estas áreas de por si privilegiadas y a olvidarse de las zonas y sectores poblacionales que más lo necesitan. Y lo ejemplifica en el plan de vacunación: en la ciudad capital, más del 85 % de la población ya está vacunada, mientras que en lugares como Quiché, Totonicapán, Huehuetenango, Sololá y Alta Verapaz, el porcentaje apenas llegaba al 10 % de la población. Con el agravante que las vacunas se empezaron a vencer, sin que el gobierno tuviera la capacidad de mejorar el alcance de su cobertura.
La excusa cuando se empezaron a vencer las dosis –algunas compradas, otras donadas– fue que la población no quería ser vacunada; la investigación de Ojo con mi pisto demuestra que las instituciones encargadas tuvieron poca capacidad de acercarse a las poblaciones del interior, de manera que ni hubo información, ni capacidad de cobertura. La investigación concluye: «El rechazo a la vacunación refleja el poco interés de las autoridades en las comunidades indígenas. Fueron incapaces de elaborar mensajes que explicaran, en su idioma y cosmovisión, por qué es importante recibir las dosis contra la Covid– 19»
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La disparidad en el acceso a las oportunidades de desarrollo debido a la larga tradición centralista es foco de muchos problemas: la ciudad capital padece de serios problemas de infraestructura, movilidad y manejo de recursos como el agua o el manejo de desechos sólidos; y lo peor es que las inercias centralistas siguen alentando la migración interna, que sigue agravando las precarias condiciones que se viven en esta megalópolis que es la ciudad de Guatemala.
Lamentablemente, este es uno de los tantos enfoques que podrían demostrar que como país, no vamos a ningún lado. Seguimos tercamente acumulando malas noticias, las cuales indudablemente se seguirán acumulando, hasta que se produzca una gran crisis, como nunca hemos vivido, de proporciones aún mayores a las que hemos vivido en el pasado.
Como bien sintetizaría el gran poeta Humberto Ak´abal:
«En este país pequeño
todo queda lejos:
la comida,
las letras,
la ropa…»
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