Es decir, en esas dos palabras se resume la filosofía de vida de un grupo minoritario, reducido a un limitado número de familias que han concentrado el ejercicio del poder real. Un poder que se expresa en la compra de voluntades en los espacios de decisión política a fin de asegurar que se mantengan y, de ser posible, se amplíen los privilegios que se autootorgaron desde el inicio.
Una muestra fehaciente de prácticas depredadoras de la lógica de la élite es el robo de la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). Durante 14 ocasiones, al principio bienales y luego anuales, la Filgua fue llevada a cabo, desde el inicio, por la Gremial de Editores de Guatemala. Dicha gremial estuvo adscrita a la Cámara de Industria de Guatemala (CIG) hasta su retiro en 2017.
Tal retiro también tiene su origen en una acción desleal de la CIG contra sus agremiados. Resulta que la Filgua se realizaba en las instalaciones del Parque de la Industria, regenteado por el Comité Permanente de Exposiciones (Coperex), cuya junta directiva está integrada por representantes del sector privado. Sin embargo, en 2017 el Coperex canceló la posibilidad de que la Filgua se realizara en el Parque de la Industria y quebró la tradición. En ese momento, la CIG, que tiene dos representantes en la directiva del comité, con total deslealtad, ni siquiera protestó, mucho menos apoyó a sus agremiados. Por ello la Filgua debió realizarse a partir de entonces, mientras ha sido presencial, en otro espacio. Debido a ello, la gremial se retiró de la CIG y posteriormente conformó la Asociación Gremial de Editores de Guatemala, entidad que ha realizado la Filgua desde 2017 al margen de la CIG.
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En virtud de que la Filgua requiere apoyo del Estado, los organizadores iniciaron el proceso de registro de la marca Filgua y de su diseño. Dicha solicitud fue objetada por la CIG, que alega que Filgua es un «plan de trabajo de la Gremial de Editores de Guatemala», entidad esta última que en 2017 se disolvió y retiró de dicha cámara. De esa manera, de aparecer ahora una nueva gremial, esta sería solo una entidad de cartón, una prestanombres para satisfacer el capricho de la CIG. Ante el fallo negativo del Registro de la Propiedad Intelectual, la asociación gremial introdujo una gestión frente a la entidad correspondiente: el Ministerio de Economía.
Este último, en una resolución cargada de un gigantesco conflicto de intereses, por medio de su titular, Antonio Malouf Morales, resolvió negar el recurso de los editores y satisfacer el reclamo de la CIG. En lugar de abstenerse de conocer el incidente planteado, Malouf, exdirectivo de la Asociación General de Exportadores (Agexport), que forma parte de la CIG, resolvió en favor de la entidad a la cual ha pertenecido.
En 2017, la CIG no enfrentó al Coperex por afectar a una de sus entidades agremiadas. Después accionó en contra de la entidad que se conformó luego de ese incidente y consiguió que uno de sus integrantes, que ocupa el cargo de gobierno que le da la capacidad de decisión, resolviera otorgarle la marca Filgua, acto mediante el cual pretende apropiarse ilegal e ilegítimamente el nombre del evento que por tradición promueve y estimula la lectura. Un proceso por el cual la élite a la cual responden el Coperex y la CIG jamás ha mostrado interés real de promover. Lejos de ello, cada vez que ha podido, socava las posibilidades de estímulo a la formación de pensamiento crítico y de generación de un reservorio de personas lectoras en Guatemala. Lo único que sabe es robar, agandallar todo lo que puede y convertir en basura todo lo que toca. La Filgua debe vivir, como hasta ahora, en manos de quienes la han construido y formado, en manos de las editoras y los editores de Guatemala, y no en los cajones de la élite ignorante y depredadora.
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