Uno de los aspectos más discutidos en la filosofía política es sobre la relación que debe existir entre la política y la ética. Y la pregunta obligada en este campo siempre parte del mismo punto: ¿puede existir una acción política que se mueva enteramente por valores y principios éticos?
Para algunos, la política frecuentemente está reñida con la ética, por lo que ambas esferas de la acción humana tenderán a sugerir sendas completamente contrarias. Esta visión es la que prevalece en el imaginario colectivo guatemalteco, especialmente ante la evidencia de tantos políticos autoritarios, egocéntricos y mentirosos que simplemente han usado sus puestos para enriquecerse a costa de la ilusión y de las promesas de cambio a la ciudadanía. Desde esa perspectiva, la política es un campo de acción perverso, sucio y alejado de la verdad y de la decencia humana. Para otros, por el contrario, sí pueden reconciliarse la ética y la política, lo cual permitiría que surgieran políticos correctos, bondadosos y justos, al estilo de la visión bíblica del rey Salomón, quien supuestamente gobernó con sabiduría y equidad. En la realidad, la relación entre la política y la ética no es tan simple.
Max Weber ha aportado mucho sobre este tema. Según él, lo que diferencia a la ética y a la política es que la primera se guía por la convicción y la segunda por la responsabilidad. Quien se rige por la convicción asume que su vida se guía únicamente por principios morales, de modo que siempre y por encima de todo está obligado a regirse por estos. Por el contrario, quien se guía por la responsabilidad considera que el criterio último para decidir debe fundamentarse en la consecuencia de la acción o en el fin que se pretende alcanzar. La convicción, por ejemplo, aconsejaría decir siempre la verdad, independientemente de las consecuencias, mientras que la responsabilidad, por el contrario, diría la verdad si y solo si esto permite alcanzar los objetivos previamente trazados.
[frasepzp1]
Nicolás Maquiavelo también es ampliamente conocido en este debate. A él se le atribuye la frase de que «el fin justifica los medios». Desde esta perspectiva, parecía que Maquiavelo se inclinaba a pensar que la política debía guiarse por la responsabilidad, es decir, por la posibilidad de alcanzar siempre los objetivos trazados, siendo el primero y más importante de ellos mantener un poder que le permita al político completar la misión que se ha trazado.
El primer problema empieza cuando la misión del político tiene que ver con el uso del poder para aumentar o preservar los privilegios y la riqueza de los amigos y conocidos. Desde este punto de vista, la responsabilidad se entiende simplemente como la defensa de las injusticias que estructuran una sociedad como la nuestra. De esa manera, el campo de lo político es la arena de la batalla entre todos aquellos que quieren alcanzar el poder para desarrollar desde allí el ensanchamiento de sus intereses sectarios y egoístas.
El segundo problema es que toda responsabilidad debería estar guiada por alguna convicción en particular, por ejemplo garantizar el precepto constitucional del bien común: buscar siempre la mayor inclusión política, la que permita construir esa «unidad nacional» que menciona el artículo 182 de la Constitución Política. Lamentablemente, ningún presidente o partido político, de 1985 a la fecha, ha procurado gobernar con la voluntad de ser el presidente de todos los guatemaltecos, ya que todos han privilegiado siempre a los reducidos grupos que los llevaron al poder.
El reto de los políticos guatemaltecos, por lo tanto, es establecer un equilibrio entre la lógica de la responsabilidad por alcanzar un objetivo y la de ceñirse a una acción que sea guiada por alguna convicción inquebrantable, como esa profunda frase que proviene del Popol Vuh: «Que todos se levanten. Que nadie se quede atrás. Que no seamos ni uno ni dos de nosotros, sino todos».
Más de este autor