¿Cómo leer las propuestas de los distintos candidatos? Si no se tiene mucho tiempo ni interés —lo que lamentablemente caracteriza al ciudadano promedio—, sería deseable que quienes ejercemos el voto, al menos realizáramos una lectura superficial. No solo de los discursos y los candidatos sino también de sus acciones durante la campaña electoral.
Así pues, el primer paso consiste en conocer las distintas opciones, quiénes son los candidatos, su biografía mínima, la orientación de su pensamiento y acciones anteriores a la propuesta. Ello implica, también, identificar las características del partido político en el que se mueve dicho candidato y cómo los representantes se han desempeñado en el ejercicio de los cargos para los cuales fueron electos en períodos anteriores.
En un segundo momento corresponde, a la vez, preguntarnos si las propuestas presentadas (además de la simpatía o confianza que genere la propuesta o el candidato) son viables o no. Es decir, en términos concretos, si se habla de la infraestructura, las carreteras, por ejemplo, cabría cuestionar ¿es posible construir en los próximos cuatro años, en la capital, las vías para que circule un tren subterráneo? ¿Quiénes hacen esta propuesta? ¿Son las personas y empresas que estuvieron a cargo de la reciente construcción del libramiento de Chimaltenango? Es también necesario cuestionar «promesas de campaña» tales como que la selección nacional de fútbol solo participará en un mundial si gana determinado candidato presidencial.
En tercer lugar, toca preguntarse qué beneficios recibirá el país, en su conjunto, a mediano y largo plazo si asume un cargo determinado partido y su candidato. ¿Será efectivamente provechoso en los aspectos económicos, políticos y sociales para la mayoría o solo para un sector minoritario de la población?
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El país que queremos y merecemos, hoy por hoy, está muy lejos de nuestro alcance. Para convertirlo en un lugar en el que nos sintamos seguros, en paz, satisfechos y con más de lo necesario para llevar una buena vida necesitamos como mínimo del trabajo, de la honradez, de la dedicación y del esfuerzo de todos.
Para que reevaluemos las ventajas de trabajar por el bien común más que por el desmedido interés personal, comparto las palabras de la filósofa española Adela Cortina en su libro «¿Para qué sirve realmente la ética?»:
«La felicidad humana “no viene tanto del ejercicio de facultades portentosas como de unavida buena”, y esta vida buena implica saber reconocer y estimar lo que vale por símismo… Entendemos que reconocernos en los otros nos permite amar y construirnos como seres humanos, protegemos aquello que consideramos valioso, y buscamos el aprecio de los demás constantemente, porque sabemos que esto nos va a permitir vivir de forma plena. Por eso, desde bien pequeños “a través del lenguaje vamos aprendiendo ese juego de las normas con el que las sociedades buscan proteger aquellas cosas que consideran valiosas”, como por ejemplo el respeto por la dignidad de las personas, así como la compasión».
En otras palabras, si solo buscamos a toda costa nuestro bien personal e individual sin pensar en los otros, no estamos construyendo en realidad una buena vida. Esta es buena en la medida en que cada miembro de la sociedad goce de lo necesario para a su vez tener una buena vida. Solo entonces, en términos de igualdad y equidad, es posible llevar a cabo cambios que de verdad nos conduzcan a la construcción del país que merecemos y necesitamos.
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