Para 1995, el partido fundado por el convicto por genocidio y ex jefe de Estado, Efraín Ríos Montt, perfilaba la construccion de su dinastía en el poder. El hoy desaparecido Frente Republicano Guatemalteco (FRG), incluía en su dirección nacional a cuatro miembros del clan familiar. El patriarca de la familia, su esposa, su entonces yerno y su hija, hacían parte de la conducción del proyecto político del riosmonttismo.
En ese entonces se perfilaba como un proyecto de largo aliento con miras a garantizar el control del poder político por parte de la familia, nietos incluidos. De cara a poder correr como candidato, pese a la prohibición constitucional, Ríos Montt y su secta familiar y política, se hicieron con el control del aparato de justicia.
Con firmeza tejieron el entramado para tener dominio sobre la Corte de Constitucionalidad (CC) que no solo dio vía libre a la candidatura presidencial del golpista sino que le favoreció al impedir que se ejecutara la condena por genocidio. Años después, el tribunal constitucional vuelve a obviar el artículo 186 de la Carta Magna y permite la participación electoral de su hija, Zury Ríos Sosa. Ésta, luego de conformar otro partido político, busca llegar a la presidencia en las elecciones generales de junio del presente año.
La hija de Ríos Montt, quien según las propias palabras de su padre «manda más que un general», lleva en su cartera el legado del genocidio. El 10 de mayo de 2013, el tribunal de sentencia encontró a Ríos Montt culpable de genocidio y delito contra deberes de humanidad. Durante dos días después de la sentencia, el golpista guardó prisión hasta que, aquejado por una dolencia no reportada por su familia al momento del encierro, salió para estar en arresto domiciliar por cuestiones médicas. Murió ligado a un segundo proceso, sin que la sentencia por el primero se anulara y dejó su legado de terror en la familia biológica y política que le sucede.
Con la oferta electoral de su hija bien puede armarse un cuadro del horror del pasado y el presente en Guatemala. Para el Congreso de la república, las figuras centrales son dos ex funcionarios del tristemente célebre gobierno de Jimmy Morales Cabrera. El ex ministro de Gobernación, Enrique Degenhart y la ex canciller Sandra Jovel, encabezan el listado nacional.
Degenhart ocupó además, la Dirección General de Migración cuando Roberto Barreda, sindicado del asesinato de Cristina Sieckavizza, obtuvo pasaportes falsos para sacar a sus hijos del país. Fue responsable de la destrucción de la institucionalidad de la Policía Nacional Civil (PNC) y el re empoderamiento de las bandas de crimen organizado en la entidad policial. Jovel condujo la política exterior de Morales, que inició con la diplomacia del garrote y la amenza contra las representaciones diplomáticas en el país. Durante su gestión, la cancillería se caracterizó por un ejercicio rayano en lo vulgar por autoritario.
Pero no solo estas joyas adornan el cuadro del horror. En los listados aparece Óscar Platero Trabanino, militar retirado quien debió dejar la Dirección de Inteligencia Civil (Digici) durante el gobierno de Otto Pérez, por señalamientos de espionaje. Además, Ríos Sosa cuenta con el apoyo público de las figuras centrales del sicariato judicial que conduce la venganza contra quienes han combatido la corrupción y la impunidad. Uno de ellos, Ricardo Méndez-Ruiz Valdez, es hijo del que fuera ministro de gobernación de Ríos Montt, Ricardo Méndez-Ruiz Rohrmoser. Este último, fallecido antes de ser capturado como uno de los responsables de conducir la mayor tumba clandestina encontrada en América Latina, hoy conocido como caso CREOMPAZ. De ese sitio, la base militar de Cobán, fueron exhumados más de 500 cuerpos de personas que fueron ejecutadas entre los años 1981 y 1989.
De manera que, la senda hacia la presidencia de la hija de Ríos Montt, está marcada por el linaje familiar y político de su padre y el entorno de este. Un entorno que representó el imperio del terror y que al paso de los herederos del linaje rotura el trayecto con la sangre de sus víctimas.
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