Ella nos coloca frente a lo posible. La experiencia histórica a la que nos obliga su presencia política es precisamente la del «claro del bosque» (Lichtung) del que habla Martin Heidegger en su Carta sobre el humanismo. Y es que el compromiso ético-político de Cabrera desoculta la posibilidad de lo imposible en el marco de la realidad vigente: la transfiguración del mundo del escepticismo misantrópico guatemalteco en uno polifónico, polilógico, poliestético y plurinacional. Así, a este peligroso mundo guatemalteco (por falocrático, misógino, racista, violentamente capitalista, fanáticamente religioso, imaginariamente finquero, etcétera) se le ofrece el don ontológico de la diferencia, la oportunidad de experimentar consigo mismo allende el obsceno y cruel sistema colonial imperante. Esta oportunidad, en todo caso, emerge del interior de ese mismo sistema, pero, eso sí, de los vitales escombros producidos por él. Su candidatura es una auténtica Lichtung de un largo proceso de descolonización.
«Donde surge el peligro crece también lo que salva» es uno de esos mantras poéticos heideggerianos, proveniente originalmente de la poesía del escritor alemán Hölderlin, que nos ayudan a comprender la relevancia histórica del alud ontológico desatado por la mujer maya, indígena, campesina, cristiana y guatemalteca Thelma Cabrera. Heidegger utiliza estos versos en el contexto de su reflexión sobre la esencia del mundo moderno-tecnológico en su ensayo La pregunta por la técnica. Esta esencia consiste en el ineludible imperativo de colocar no solo cada cosa «en su lugar», sino también a nosotros mismos en el lugar preasignado por dicho mundo. Esta esencia, el Ge-stell en términos del filósofo alemán, nos impele a sujetar todo, a todos y a nosotros mismos a la realidad existente. La candidatura de Thelma Cabrera, sin embargo, es la expresión de una acumulación de fuerzas, saberes y sentires que encarnan el «evento» (Ereignis) que permite asomarnos a otro modo de ser-en-el-mundo. Ella recoge el incómodo grito de la posibilidad de salir del entrampamiento del orden de las cosas impuesto hace más de medio milenio y del que todos y todas aún sufrimos directa o indirectamente las consecuencias.
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No solo la poesía o el arte, como quería Heidegger en El origen de la obra de arte, ofrecen la posibilidad del evento, esto es, acercarnos al abismo existencial, al frágil suelo sobre el que se sostiene el violento sistema imperante (y que incansablemente busca esconder). También el compromiso político de una mujer maya nos obliga a pensar en la apertura histórica que acecha espectralmente a toda estructura, supuestamente absoluta, de poder. Thelma Cabrera hace retornar a la memoria el incómodo recuerdo de que tanto el sentido de la realidad como su estructuración están siempre en juego, en disputa. Su participación democrática se convierte en una oportunidad ontológica, en un «evento del ser» (Ereignis). Un mundo otro es lo que nos hace falta.
La posibilidad y necesidad de su candidatura proviene de la conjugación de varias tradiciones y experiencias históricas: de la esfera de aclimatación y resguardo de la vida que ofrecen las comunidades indígenas, de una larga experiencia de articulación estratégica de lo maya y lo kaxlan, de largas décadas de la praxis de organización política y, también fundamental, de los residuos del cristianismo kenótico que se resisten a ser absorbidos por el disangelio moralizante e indolente que nos aleja continuamente de la experiencia del amor. Esta articulación de tradiciones y experiencias, inintencionalmente provocada por el mundo moderno/colonial, abre a martillazos las ventanas de la mónada (económica, política, religiosa, patriarcal, etcétera) guatemalteca y ofrece una ocasión para recuperarnos de una sensibilidad y un pensar aturdidos por el orden imperante. Thelma Cabrera nos da para pensar y sentir de otra manera, nos aleja de la indigencia del mundo colonial, pues, como Heidegger sugería, solo lo más preocupante hace retornar el «dar del don» y hace reclamar la inexorcizable posibilidad que se refugia en lo supuestamente imposible. Su candidatura nos saca de la indigencia ontológico-existencial que cargamos imperceptiblemente. Esta mujer maya nos recuerda heideggerianamente que donde crece el peligro emerge también lo que nos salva.
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