El pronunciamiento de las Autoridades Ancestrales, se puede leer en este enlace.
En Guatemala, ya se realizan ensayos de validación para aprobar maíz genéticamente modificado. Esta información se encuentra en el minuto 4:21 del vídeo del informe anual 2021 de CropLife.
El 1 de octubre de 2019 entró en vigencia el Reglamento técnico centroamericano de bioseguridad de organismos vivos modificados (OVM) que permite la importación, comercialización y siembra de semillas modificadas en laboratorio de productos para el consumo humano y animal en Guatemala. Esto, sin haber consultado a los pueblos originarios de Guatemala, como lo establecen los instrumentos internacionales de los cuales Guatemala es parte, como la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas[1], el Convenio 169 de la OIT, el Convenio de Diversidad Biológica y la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
El cultivo de maíz en Guatemala es
Patrimonio Cultural de la Nación. El Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) afirma: «Guatemala como parte de Mesoamérica es reconocido como un
centro de origen y diversidad de plantas cultivadas, entre las cuales se encuentran especies de frijol, papaya, algodón, camote
y maíz». El maíz tiene una gran importancia cultural y conlleva una fuerte carga espiritual para los pueblos indígenas que representan más de
40% de la población.
Los transgénicos no alimentarán al mundo
Los cultivos transgénicos no alimentarán al mundo, pensarlo así es tener una visión miope. Estamos de acuerdo que entre 1961 y 2001, gracias al desarrollo agroindustrial, se duplicó la producción de alimentos por persona en Asia Sudeste y también en Asia Meridional, América Latina y el Caribe[2]. Este desarrollo, con uso a ultranza de agrotóxicos, sí sacó a muchos campesinos de la pobreza en su momento. Sin embargo, por persona, hoy en día se disponen de más calorías que a mediados del siglo XX y aún así, el hambre no disminuyó: 800 millones de personas siguen desnutridas en el mundo.
El problema reside en los sistemas alimentarios basados en el agronegocio y que no están pensados para alimentar, están pensados para vender paquetes tecnológicos. Es decir, semillas que son propiedad de corporaciones y que no son fértiles, que no se pueden volver a sembrar y que obligan a repetir la compra de semillas más agrotóxico.
La verdadera razón del hambre en el mundo es la pobreza, la falta de acceso a tierra y la falta de acceso al alimento. La solución al hambre requiere soluciones transdisciplinarias, políticas y no agrotécnicas.
El problema no es productivo, no es agronómico, el problema es político y democrático.
Después de estos puntos, entremos al meollo del asunto: se promueve aquí la semilla, base y punto de partida de la alimentación, como propiedad privada y no de cualquiera, sino de un puñado de megacorporaciones ultra poderosas y vendedoras de agrotóxicos.
Aceptar semillas transgénicas es aceptar que se patente el primer eslabón del sistema alimentario: la semilla. Los pueblos indígenas y las personas defensoras del concepto de soberanía alimentaria abogamos por la libertad de poder intercambiar, regalar, cultivar semillas sin tener que rendirle cuentas a ninguna corporación.
Como lo afirman los pueblos indígenas en Guatemala o el pequeño campesinado en Europa: «las semillas son una propiedad colectiva de los pueblos y no una propiedad privada».
Luego, ¿qué pasaría si usted tiene una milpa con sus semillas nativas y la parcela de la par maíz OVM?. Por el aire, se polinizaría su maíz con maíz propiedad de una gran corporación y, sin que usted se de cuenta, su maíz pasaría a ser propiedad de una mega corporación por ser semilla patentada y hasta lo podrían enjuiciar por esto. Esto sucedió con el caso Percy Schmeiser: «cuando el viento llevó las semillas de Monsanto a la propiedad de Schmeiser, Monsanto le acusó de sembrar sus cultivos ilegalmente y lo demandaron en los tribunales. Finalmente, su caso terminó en la Corte Suprema de Canadá». [3]
¿Quiénes controlan este mercado?
Los que controlan y venden esta agrobiotecnología de los cultivos transgénicos son seis gigantescas corporaciones que se han fusionado entre ellas desde 2014.
La gigantesca ChemChina compró a Syngenta. Dupont se fusionó con Dow, se llama ahora Corteva; y Bayer compró a Monsanto. En 2022, el mercado mundial de semillas es uno de los más concentrados y el 60 % está en manos de estas tres empresas transnacionales: Bayer-Monsanto, Corteva (fusión de Dow y Dupont) y ChemChina-Syngenta.
Estas empresas dominan el 75 % de toda la investigación científica privada sobre cultivos. Nunca antes en la historia de la alimentación había ocurrido tal grado de concentración corporativa en un sector esencial para la sobrevivencia[4]. Estas mega fusiones representan un dominio de datos que amenaza la seguridad alimentaria, porque están en manos de un oligopolio[5].
Con estas megacorporaciones vendedoras de «paquetes tecnológicos de semillas con agrotóxicos», también se juega quién controla la información (grandes bases de datos) en agricultura, explica Pat Mooney del Grupo ETC[6]. Según este grupo: «La empresa que logre dominar las semillas, la información sobre suelos y clima, y que pueda procesar nueva información genómica, inevitablemente ganará control sobre los insumos agrícolas de todo el globo: semillas, agrotóxicos, fertilizantes y maquinaria agrícola».
En conclusión, apostar por este tipo de ciencia acaparadora y no por la ciencia del campesinado, poseedores de saberes también científicos y además milenarios, resulta ser otra vez una embestida neocolonial como lo ha explicado tan bien el Dr. Andrés Carrasco, biólogo argentino, en su «Declaración Latinoamericana por una Ciencia Digna». La investigación científica podría servir para investigar la cantidad de recursos genéticos ya presentes en Mesoamérica y apoyar a su mejor cultivo y uso. Necesitamos soberanía de nuestros países frente a la prepotencia neocolonial de las corporaciones del norte global.
[1] En 2007, Guatemala votó a favor de la adopción de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Dicha declaración
“exige a los Estados que consulten y colaboren de buena fe con los pueblos indígenas interesados a través de sus propias instituciones representativas, a fin de obtener su consentimiento libre, previo e informado antes de adoptar y aplicar medidas legislativas o administrativas que puedan afectarles”.
[3] Por cuestiones de propiedad intelectual y adhesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC), se ha llegado a considerar que los genes son una molécula química, patentable como tal, independientemente de la planta en la cual actúan; esto explica que un agricultor que vuelve a sembrar su campo con una variedad vegetal que contiene un gen patentado pueda ser considerado como un infractor del gen, ya que, con su siembra, ha reproducido el gen sin autorización.
[6] La fuerza del Grupo ETC se encuentra en la investigación y análisis de la información tecnológica (particularmente, pero no exclusivamente, sobre recursos genéticos de las plantas, las biotecnologías y –en general— la diversidad biológica), y en el desarrollo de opciones estratégicas relacionadas con las ramificaciones socioeconómicas de las nuevas tecnologías.
Más de este autor