Entre los internautas guatemaltecos, el término netcenter se ha venido popularizando a lo largo de los últimos años. Incluso, es frecuente que alguien diga netcentero para denostar a otro en las acaloradas discusiones dentro de la Web. La notoriedad del fenómeno se debe en parte a la preocupante evidencia que existe sobre los efectos producidos por las artimañas de este no tan nuevo y rentable negocio, en especial cuando pensamos en los casos paradigmáticos que tuvieron lugar en países mucho más desarrollados que el nuestro y que no pudieron ser frenados.
En líneas generales, su objetivo es ya bastante conocido: influir y manipular la opinión pública de diversas y hostiles maneras. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, es algo que debería preocuparnos o al menos interesarnos. Es una tarea que tiene pendiente la ciudadanía, pues es un fenómeno al que le ocurre lo mismo que a los clásicos de la literatura: todos hablan de ellos, pero nadie los ha leído.
Durante una actividad organizada por Beers&Politics Guatemala, el periodista Luis Assardo explicó que, en el contexto guatemalteco, los netcenters han ido evolucionando a lo largo de la década que él ha invertido investigándolos: empezaron como centros en los cuales se realizaban «porras virtuales» con la intención de influir en la opinión pública y terminaron convertidos en «ecosistemas de manipulación» en los que se «busca destruir la reputación» de ciertos «objetivos específicos» de manera hostil y perversa. Tal como afirma en el artículo en el cual reúne toda esa investigación, «pasó de ser una práctica de fanáticos a [ser] un negocio rentable que involucra a sicarios digitales».
A pesar de que la presencia de guatemaltecos en las redes sociales no es significativa, no podemos olvidar lo que a través de estas se ha logrado en los últimos años. Recordemos, a modo de ejemplo, que las enormes movilizaciones ocurridas en el 2015 en el país se gestaron espontáneamente a través de las redes sociales. Por lo tanto, si pueden ser alimentadas para generar tales dinámicas, ¡por qué no —pensarán los que pagan este tipo de servicios— para generar otras con unos intereses específicos a través de la manipulación!
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Tras el pistoletazo de inicio de las elecciones de este año, el fenómeno de los netcenters será como los días lluviosos durante una carrera: inevitables y molestos. Para empezar, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), como afirma una publicación de El Periódico, no cuenta con un plan para sancionar el uso de tales servicios. Como explica la noticia, es cierto que los partidos políticos no pueden pagarle a una empresa para que haga publicidad en las redes sociales. Sin embargo, la medida no evita que cuentas anónimas, bots y troles lo hagan por ellos. La misma directora de la Unidad Especializada sobre Medios de Comunicación y Estudios de Opinión del TSE, Rosa María Bolaños, resalta la dificultad de identificarlos que existe.
La información veraz es, sin lugar a duda, valiosa. Sin embargo, tras la llegada del Internet estamos menos dispuestos a pagar por ella. El Internet y la comunicación en la Red provocaron que el modelo de negocio de los medios de comunicación quedase en jaque. A causa de ello, algunos han decidido prostituirse ante la efervescencia del clic y otros alinearse con un sesgo concreto como promotores, y no como informadores. Sin embargo, no toda la culpa es de los medios, puesto que la oferta de contenido responde en parte a la demanda de los lectores.
Lo que sí parece rentable es la generación de desinformación, gran parte de ella poblada de medias verdades que, como dijo Javier Cercas, «son las peores mentiras porque tienen el sabor a verdad». Y sin información de calidad, sin contenido con análisis profundo, sin periodistas que ayuden a formar criterio, poco podremos hacer ante el fenómeno de la desinformación.
Sin abandonar del todo el tono dramático de las últimas líneas, finalizo con las sugerencias que Assardo nos dejó en el encuentro, pues no todo está perdido. Primero y más importante es formar nuestro criterio. Segundo, validar toda la información que vemos, sobre todo la de WhatsApp, en iniciativas dedicadas a ello (que existen). Tercero, no continuar la cadena de desinformación compartiendo contenido sin fundamento o falso. Por último, si se ve una cuenta en una red social con comportamiento hostil, identificarla e ignorarla para no alimentar esa conversación, no dar oxígeno a sus mensajes. Sí se puede correr en los días de lluvia si uno lleva el equipo adecuado y ha entrenado lo suficiente.
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