En ese entonces, el mejor golfista era negro y el mejor rapero era blanco, los franceses eran guerreristas y los alemanes pacifistas, etc. La verdad es que las teorizaciones académicas sobre el desarrollo y sus modelos no parecen tomar en cuenta los flujos y reflujos que la historia registra sobre ellas.
En los últimos 25 años el péndulo ya se ha movido en lo que respecta al enfoque del modelo de desarrollo. En el entorno mundial, por supuesto, ya que no nos caracterizamos por ser gene...
En ese entonces, el mejor golfista era negro y el mejor rapero era blanco, los franceses eran guerreristas y los alemanes pacifistas, etc. La verdad es que las teorizaciones académicas sobre el desarrollo y sus modelos no parecen tomar en cuenta los flujos y reflujos que la historia registra sobre ellas.
En los últimos 25 años el péndulo ya se ha movido en lo que respecta al enfoque del modelo de desarrollo. En el entorno mundial, por supuesto, ya que no nos caracterizamos por ser generadores de este tipo de tendencias en toda la región latinoamericana. Pero, a partir del año pasado, de lo más reciente y particular a lo más antiguo y general, parece obvio que la elección de Trump, la decisión del brexit, la crisis de los refugiados en Europa, la inexistencia del esperado derrame de los beneficios de la liberalización comercial, la crisis financiera del 2008 y el ascenso al poder de gobiernos de izquierda en el sur de América nos han puesto en la necesidad de ajustar la óptica de los modelos de desarrollo en la región que en los 90 nos parecían encantadores e infalibles.
En el reciente foro de Davos, cuyo tema central era «liderazgo responsable y receptivo», se tuvo por primera vez la asistencia de un primer ministro chino. Xi Jinping llegó al Foro Económico Mundial como el abanderado de la globalización y del libre mercado, mientras los Estados Unidos y Europa empiezan a moverse en sentido contrario, de modo que también se destacan los fuertes liderazgos políticos que los mueven.
Para nosotros, como país y como región, puede establecerse un hecho desde hace mucho tiempo: nos destacamos por reaccionar mal y llegar tarde al sentido de la lógica mundial en materia de desarrollo. Si es cierto que otros fijan el rumbo, no es menos cierto que en una nueva época podemos marcar el ritmo. Y, a sabiendas de los tiempos de los flujos y reflujos (todavía tenemos las mismas instituciones de la época de sustitución de importaciones recicladas para la apertura comercial y prestas a volverse a reciclar), debemos desarrollar modelos maleables y adaptables a nuestra realidad.
Economías en nuestra situación y con nuestras características deberían ser las primeras en abandonar el dogma y en trabajar modelos con políticas de herramientas eclécticas, pero convergentes en sus objetivos. Ya sé que la mayoría de mis colegas dirán que eso no es posible, especialmente quienes están institucionalizados, pero deberíamos intentarlo y abrir el debate.
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