En el 2017 vi un anuncio en redes sobre la proyección de un documental titulado «Semillas, ¿bien común o propiedad corporativa?». La proyección iba a ser en Casa Roja, zona 1 de la ciudad de Guatemala y la organizaba un colectivo llamado con el bonito nombre de Sartenes y Pelis. No podía faltar a esa proyección. Primero, porque era sobre parte del tema que me venía interesando desde el 2010, cuando con dos amigas muy queridas, Maud y Alessandra, decidimos organizar en Ginebra (Suiza) una muestra de documentales llamada Food Focus.
Segundo, porque ese día, Food Focus iba a encontrarse con Sartenes y Pelis y varias fuertes amistades iban a nacer.
Después de la proyección de 40 minutos, hubo una charla muy amena y constructiva, éramos apenitas diez personas y durante la comida compartida al final, me acerqué a un joven estudiante de nutrición y chef con quien intercambiamos ideas y números: Juan.
Básicamente, el documental plantea que, si se controlan las semillas, la base de donde parte todo para nuestra alimentación, se controlan casi todos los sistemas de alimentación. Como lo dice la organización GRAIN en este artículo: «La agricultura nació cuando las comunidades locales comenzaron a recolectar, sembrar y seleccionar semillas —modificándolas en el proceso para satisfacer sus necesidades. Hoy, las semillas incorporan siglos de saberes acerca de cómo conservarlas, modificarlas, sembrarlas y permitir que den buenos frutos. Las semillas significan cultura, tradición, espiritualidad, cooperación y diversidad»
Le debemos mucho al pequeño campesinado mundial. Efectivamente, según ETC Group «los agricultores en pequeña escala: campesinos, pastores y pescadores no industriales —que integran lo que este Grupo ETC llama la “red campesina alimentaria”— ya proveen 70% de la alimentación mundial, utilizando solamente 25% de los recursos agrícolas»[1].
Entonces, si hacemos cálculos, nos damos cuenta de que el resto de los que hacen agricultura, es decir la agroindustria, el «agrobusiness», ¡provee solamente 30 % de la alimentación mundial usando 75 % de los recursos disponibles!
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Esta problemática es la que planteaba el documental: es muy peligroso para los sistemas de alimentación, que tanto poder esté en manos de unas escasísimas empresas. Hoy, solamente «diez empresas controlan más de dos terceras partes de las ventas mundiales de semillas con derechos de propiedad; diez empresas controlan casi el 90 % de las ventas de productos agroquímicos en el mundo[...]»
Luego de haber estado en ese encuentro de Sartenes y Pelis, mi alma de Food Focus no podía quedarse quieta. Habiendo empezado estudios (agronomía), me acerqué al Movimiento Ecológico Estudiantil (MEE), que aglutina estudiantes de diferentes universidades preocupados por temas de ecología. El resultado fue la proyección del documental «Semillas, ¿bien común o propiedad corporativa?», primero en la Usac, gracias a la energía de dos primeras componente del MEE, Alecita y Anita y luego en la URL. En la Usac, llegó el joven chef Juan, y la sinergías, la magia del nacimiento de amistades operó.
Hoy, más que nunca, cuando vemos los precios mundiales de los productos alimenticios en fuerte aumento, toca cuestionar esos sistemas de alimentación globalizados, centrados en mega corporaciones y tratar de revalorar y consumir lo local y lo no industrial y no procesado.
El interés en las semillas nativas y su gran importancia nos llevó a Juan, Alecita, Anita y yo a querer crear un huerto didáctico en la Usac en el 2018. Avanzamos en el proyecto, que se pensó con enfoque pedagógico, pero por azares de la vida no continuó. Sin embargo, una fuerte amistad nació entre un chef, una bióloga, una agrónoma agroecóloga y yo. Esta primera columna les va dedicada.
[1] https://www.etcgroup.org/
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