Digo desde una posición subjetiva porque en realidad lo que están diciendo es «por qué no hay conciertos de la música que a mí me gusta», ya que es obvio que para los fanes de Nicky Jam sí hay buenos conciertos. Para los fanes de Olga Tañón, Nicho Hinojosa y hasta Enrique Bunbury hay buenos conciertos por lo menos una vez al año. Ningún fan de Metallica, Red Hot Chili Peppers, Incubus o Aerosmith se puede quejar. No se pueden quejar los beliebers. No se pueden quejar los reguetoneros o los que escuchan EDM.
La industria de los conciertos ha crecido enormemente en el país. Basta con darse una vuelta por el portal de Todoticket y ver la cantidad de eventos musicales. Metallica, por ejemplo, vino más de 25 años después de su primer disco. Justin Bieber, en cambio, vino en su apogeo. Eso definitivamente es un avance.
La otra queja recurrente es: «A veces sí hay buenos conciertos, pero muy caros». Es verdad, pero tiene su razón de ser: producir un concierto en Guatemala es complicado.
Por cada evento, el productor debe pagar el IVA, el ISR, el ISR de no domiciliados (este se calcula con base en la tarifa del artista internacional), un porcentaje para una o varias de las asociaciones de derechos de autor y alguna que otra donación a las municipalidades. Luego obviamente están los costos del evento, que van desde el artista y su viaje a Guatemala hasta gastos de acomodación y transporte interno. A esto hay que sumarle lugar, seguridad, publicidad y, por supuesto, los equipos de sonido, luces, etc. Y, claro, la ganancia.
Entonces, con un costo tan elevado de producción, la lógica del productor se centra en sacar los costos con la menor cantidad de asistentes, así que sube el precio del boleto. De otra forma, si el organizador pusiera el boleto barato esperando ganar por volumen, se la estaría jugando como una lotería porque si algo tiene el público guatemalteco es que, además de ser poco, es caprichoso: cualquier cosa lo puede desalentar para ir a un concierto.
Diferente ocurre en ciudades como México Distrito Federal, donde los boletos son considerablemente más baratos para los mismos conciertos. Allá son millones de personas más, así que, estadísticamente, la posibilidad de que lleguen más personas a los eventos es mucho más alta. Por lo tanto, el precio baja.
La misma razón vale para la pregunta de por qué siempre vienen los mismos artistas. En Guatemala hay muy poco público, y un productor, que por cierto ve estos eventos exclusivamente como un negocio, apuesta a lo seguro y trae a los que han demostrado que venden el mínimo para que no deje de ser, justamente, un negocio.
Es por eso que a los que nos gusta otro tipo de música que no es necesariamente masiva nos traen muy pocos o ningún concierto internacional. Pero no quiere decir que en Guatemala no haya buenos conciertos. De hecho, los hay cada semana de bandas locales actuales y con precios accesibles. Lo que sucede es que somos caprichosos y no vamos. La escena local es clave para la activación de los géneros musicales.
El día que la escena alternativa local actual se vuelva masiva quizá podamos pensar en que queremos otro tipo de conciertos internacionales. Mientras tanto, preparémonos para el próximo concierto de Olga Tañón.
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