No en realidad. No hay momento más angustiante que la adolescencia, sobre todo lo relacionado con las relaciones sexuales. Y aunque a uno de adulto le pueden parecer divertidas algunas de las situaciones, al recordar esos años podemos sentir ese nudo en la boca del estómago que nos acompañó durante la época de los barros y las hormonas.
La relación que tenemos ahora, varios años después de la pubertad, con nuestros propios cuerpos y los de los demás se educó cuando comenzamos a llegar a la mayoría de edad biológica. Antes, cuando esa madurez corporal iba de la mano de la emocional y neuronal, pues uno tenía hijos (los que pudiera) a partir de los 12 años y se moría a los 40. Fin. Pero desde hace mucho hay una distancia entre lo que pueden hacer nuestros genitales y lo que puede procesar nuestro cerebro, que hace necesario un enfoque distinto acerca de las funciones sexuales.
Sumémosle a esto que el sexo ya no es considerado en la mayoría de nuestras sociedades como algo únicamente válido para reproducirse y que tenemos a un montón de casi niños atontados y calientes queriendo saber qué hacer con las excitaciones que los despiertan y mueven durante el día. Y, más triste aún, que llevan toda esa confusión a su adultez, pues no tuvieron cómo procesarlo todo.
Comencé a ver este programa, lo confieso, por Gillian Anderson y porque, al ser mamá de dos niños a la puerta de la adolescencia, me interesó desde la perspectiva de aprender a hablarles a ellos. Pero me encuentro cada vez más cuestionando mis propias actitudes hacia el sexo en general y lo que realmente importa al ver los episodios. Que, obvio, eso me permita hablarles a los vástagos en otros términos que el puramente biológico es una ventaja. Pero solo lo estoy considerando porque me estoy formando una idea propia más sana acerca de mi sexualidad y de lo que verdaderamente creo que es bueno.
[frasepzp1]
Plantear los dilemas en el plano de la adolescencia, como lo hace este programa, le otorga una liviandad engañosa que nos permite a los adultos adentrarnos con una intención lúdica. Nos sorprende ese golpe de realidad que dan algunos de los temas. Sobre todo el del placer. Todas las conversaciones didácticas que tenemos acerca de las relaciones sexuales son de los terrores: embarazos no deseados, enfermedades mortales, adicciones a la pornografía, horror y lágrimas. ¿Y el placer? ¿Dónde aprendimos que era rico si todo lo que nos explicaron es que nos podemos morir? Y ni nos metamos a agregarle el componente moral, que terminamos pidiendo las sábanas con agujero de la Esquivel y que apaguen las luces.
Parte de sanar las carencias de crecer es revisitar los conceptos que nos formamos en esos años y actualizarlos. Darles un significado distinto y permitirnos cambiar. De opinión, de hábitos, de juicios. El sexo es un componente fundamental de nuestro ser. Así propagamos la especie y, si no lo tratamos con el respeto (pero también con el cariño) que se merece, truncamos una parte que debería acompañarnos de forma feliz.
Me ha caído bien volver a aprender que el sexo es importante, y rico, y peligroso, y maravilloso. Que nos crea intimidad instantánea con la persona con la que lo compartimos. Que nos hace sentir bien cuando está bien hecho. Y que es esa imagen completa la que quiero que tengan mis hijos para que no reciban un monstruo hecho de partes desiguales que luego van a tener que desarmar con dificultad. Espero que saquen pronto la siguiente temporada.
Más de este autor