En el sistema milpa encontramos la base de la alimentación de Mesoamérica: maíz y frijol, ¡pero no solamente eso!
En este sistema, en una misma parcela encontramos el trío fabuloso: maíz-frijol-ayote. Sin embargo, describirlo solamente así sería reducirlo. Se trata de un sabio sistema ancestral de agricultura y también de vida silvestre que, en estos tiempos oscuros de caos climático, es parte de la solución.
En el agroecosistema milpa, todo es un círculo, todo tiene una función, cada elemento aporta. El frijol (familia de las fabáceas), aporta nitrógeno al suelo, mientras se apoya de la caña del maíz para crecer. Uno ayudando al otro. «El nitrógeno es el nutriente más importante en la producción de cultivos y tanto en las plantas como en los seres humanos, el nitrógeno se usa para producir aminoácidos que producen las proteínas».[i] Adicionalmente, en este sistema, el suelo mismo es luego protegido, guardando humedad («cultivo de cobertura»: protección y después abono) gracias a las anchas hojas de los ayotes (familia de las cucurbitáceas).
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Es lo que, luego, en agronomía se llamaría policultivo o «cultivo en asocio».
Además del trío fabuloso, en este sistema, se encuentra toda clase de chiles y no menos de 50 yerbas: yerbas para la alimentación humana, yerbas que se le puede dar a las gallinas o yerbas medicinales. Diente de león, llena de vitaminas; flor de muerto, desparasitante; verdolagas, apazotes, amaranto (bledo) que contiene proteínas y aminoácidos y muchos etcéteras.
En una parcela de milpa se pueden también encontrar animalitos como taltuzas. Es un agroecosistema entonces conformado por el suelo, especies vegetales y animales que de ella se alimentan, desde microorganismos hasta insectos, aves o animales de traspatio (Virgili, 2017).[ii]
El sistema milpa representa una dieta de base ya amplia, efectivamente el frijol aporta proteína, el maíz aporta carbohidrato, y los ayotes, los chiles y la cantidad de yerbas aportan vitaminas y minerales.
Tuve la suerte de conocer bonitas parcelas con sistemas milpa, como la granjita «El abuelo» (territorio k’iche’) en Momostenango, de la cual escribo en mi columna La fuerza de los territorios y, últimamente, estuve conociendo la milpa del Colectivo Awän, en Sololá (territorio kaqchikel).
En ambos casos me han dicho cómo el sistema no solo es para los humanos, se toma en cuenta que las aves u otros animalitos también comen de la milpa.
Somos parte de un todo con los elementos y los otros seres vivos.
Solución al caos climático y para la seguridad alimentaria
El admirado agroecólogo Miguel Altieri y su colega, también profesora en la Universidad de Berkeley, Clara I. Nicholls, sobre agroecología y cambio climático al respecto apuntan: «Las mediciones realizadas en laderas después del huracán Mitch demostraron que los agricultores que usaban prácticas de diversificación tales como cultivos de cobertura, cultivos intercalados y agroforestería sufrieron menos daño que sus vecinos convencionales con monocultivos. Muchos de los sistemas agrícolas tradicionales alrededor del mundo sirven como modelos de sostenibilidad que ofrecen ejemplos de medidas de adaptación que pueden ayudar a millones de pobladores rurales a reducir su vulnerabilidad al impacto del cambio climático.»[iii]
«Cuando se habla de la milpa, no sólo se refiere al cultivo sino a todo lo que está en ella, a lo que engloba el entorno, conocimientos, cosmovisión, relaciones sociales, biodiversidad y emociones de los campesinos, expresadas de manera cultural en la preparación del terreno, la siembra, mantenimiento y el periodo de cosecha».[iv] Eduardo Wuqu’Aj Saloj del colectivo Awän (Sololá, territorio kaqchikel) coincide en esto.
El concepto milpa está tan alejado de nuestra mente formateada para y por este productivismo occidental desenfrenado, que no entiende que somos parte de un todo y que el derecho a la alimentación es básico: «Esta manera de cultivar es la principal estrategia de autosuficiencia alimentaria basada en el trabajo de mano de obra familiar y comunal. Es una relación de equilibrio y solidaridad que responde a aspectos económicos, cuya finalidad no sólo se restringe a la producción de alimentos sino a la reproducción social como comunidad. Este intercambio social y de ayuda mutua hace que este sistema sea socialmente sostenible».4
[2] Virgili, L.G. (2017). Guía medicinal y espiritual de plantas tropicales.
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