En la búsqueda de alternativas para enfrentar esa violencia, muchos países de América Latina han implementado líneas de buses urbanos completamente segregados, solo para mujeres. Esto, en principio, acabaría en teoría con el acoso sexual de “hombres”, en forma genérica, contra “mujeres”, también en forma genérica. Las violencias propias del ajetreado mundo urbano entre hombres y entre mujeres son aparte bajo este concepto (ejemplos: mujeres que no ceden el lugar a otras mujeres embarazadas o de la tercera edad, pues esperan que haya un caballero que se digne a hacerlo; las mujeres ladinas que no soportan a una mujer indígena a la par).
Ahora bien, no es extraño que estas medidas surjan durante el creciente nivel de participación del electorado femenino. En Guatemala, a guisa de ejemplo, por primera vez en la historia hay cuatro candidatas para ocupar la Presidencia de la República, junto con otras tres que aspiran a la Vicepresidencia. Esto da un total de siete, junto con la participación de mujeres en los listados para el Congreso y alcaldías municipales. Solo en esta elección hay más candidatas que en los 190 años de vida independiente completos.
Los buses segregados, entonces, es difícil enmarcarlos en medio de una toma de conciencia del Estado frente a la violencia contra la mujer. Sobre todo, porque siguen creciendo los casos de muertes violentas (El estudio por género revela que del total de muertes ocurridas en todo el año, 5,364 (89.7%) corresponde a hombres y 610 (10.3%) a mujeres… según reportes del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) y proyecciones de población para el año pasado del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las cifras son resultado de un año que cerró con 5,975 asesinatos, comparados con los 5,153 de 2008: Rodrigo Pérez, Siglo 21, Guatemala, 10.01.2010).
La segregación se ha convertido en una opción barata. Le es más fácil al Estado destinar buses exclusivos que invertir en cambios conductuales de la población “masculina” y normas de persecución contra los agresores. Las organizaciones feministas han comenzado a ver en aquellos buses una opción para el proselitismo político, que muestra en la práctica lo beneficioso de los espacios propios para el descubrimiento de sí mismas. Las empresas también han visto crecer sus líneas de producción y distribución de productos “exclusivos para mujeres”. Muchos se ven beneficiados. La estructura social queda inmutable.
Por otro lado, la segregación no era parte de las demandas de las organizaciones de mujeres. Mucho de las demandas oscila en lo relacionado a las cuotas de participación política, la inclusión y la visibilización, además de las políticas de persecución penal y disminución de la violencia.
El transporte segregado fue un regalo sorpresa. Habrá que ver si es suficiente, pues si se toman en cuenta los datos relacionados con la cantidad de mujeres que están trabajando fuera de su hogar y las que están estudiando, casi se tendría que hablar de destinar entre el 30% y 45% de los buses para la población femenina.
A la pregunta original ¿es la segregación una alternativa?, la respuesta sería sí, si el objetivo son los votos; no, si de transformar la realidad significa. En la historia, el acabar con la segregación en los buses —como sucedió en el sur de Estados Unidos entre la población afroamericana hasta la década de los 60— fue uno de los logros de las luchas ciudadanas emprendidas por el movimiento de derecho civiles. La integración era coherente con condiciones de igualdad ante la ley. No obstante, con el reconocimiento de que parte de la población es más vulnerable que otra, lo que se reconoce es una condición de desigualdad estructural y cultural. Las soluciones tienen que ver con algo más profundo que destinar buses para esa población. Sin embargo, eso no sucede.
La vigilancia de la dignidad de todos los seres humanos, y en especial las mujeres en su condición de vulnerabilidad, no empieza en el bus, sino dentro de la vida familiar, en la publicidad, en la utilización del cuerpo y el eros como elemento de marketing, desde el acceso a la salud, educación y justicia. El abuso cotidiano a las mujeres, más que evitarse con la segregación, debe buscar que el propio hombre sienta náusea al ver cómo se practica en la calle.
La segregación es una puerta abierta que abre la oportunidad a otras posiciones. Ejemplo: buses segregados para población maya o para adultos de la tercera edad. Los argumentos podrían, en determinado momento, ser los mismos. Todo esto ocurre cuando lo sostenible de estas políticas se encuentra en el cambio profundo del hombre en el ejercicio de su ser mismo.
Más de este autor