En concreto, uno de estos aspectos poco tratados y poco referidos es el clásico problema de la circunscripción electoral. ¿Cuál es la importancia del tema? Simple. Un dogma de ciencia política institucionalista: quien controla los distritos gobierna realmente. La clave del poder político pasa por manejar los distritos.
Estamos entonces en una discusión que nos obliga a dejar de lado la dualidad régimen político-sistema político y a caer en la temática del régimen electoral. En una sola frase, las reglas y los mecanismos por los cuales la emisión de votos concluye en la adjudicación de escaños. También hemos de incluir, en un sentido más amplio, la cuestión relacionada con las reglas electorales y la administración de los resultados electorales. En América Latina, la tradición política hace que entendamos también las dinámicas electorales como aquellas que incluyen desde el proceso de inscripción de electores hasta los mecanismos para la resolución de disputas electorales (lo contencioso electoral).
Pasemos de lo más simple a lo más complejo. Vamos a discutir ciencia política en concreto, sin irnos por las ramas, sin citar a sociólogos, a teóricos de género, a filósofos nihilistas, etc.
A grandes rasgos, los sistemas de representación solo pueden ser de mayoría o proporcionales. Esto quiere decir que, en el ejercicio de transformar votos en escaños, la intención puede ser generar una amplia coalición de partido (para beneficio del Ejecutivo) o intentar representar de la forma más exacta posible todas las formas sociales y políticas. Y eso significa fragmentar la representación para que propuestas minoritarias puedan adquirir representación. En este último caso hay un efecto desproporcional para que partidos pequeños alcancen escaños. En buena forma, la propuesta teórica del multiculturalismo comunitario ha definido su fórmula electoral con base en el pluralismo ilimitado de los partidos y en la representación proporcional. Pero en este caso nos importa lo relativo a las reglas internas del sistema electoral, es decir, la distribución de las circunscripciones electorales. O sea, la forma de la candidatura, la votación y la transformación de votos en escaños. Todos los sistemas electorales buscan una combinación de estos cuatro elementos reforzando alguno de ellos por encima de los demás. Centrémonos en la cuestión de las circunscripciones.
Esto quiere decir, simplemente, el número de escaños que le asignamos a cada circunscripción. En términos generales, los sistemas democráticos utilizan circunscripciones uninominales o plurinominales. En cuanto a las segundas, tenemos las modalidades de circunscripciones plurinominales pequeñas (de dos a cinco escaños), medianas (de seis a diez escaños) o grandes (mayores que diez). El tamaño de las circunscripciones es vital en el análisis en razón de que (según la regla de oro) a menor tamaño de las circunscripciones, menor la posibilidad del efecto de proporcionalidad y, por lo tanto, los partidos pequeños no meten escaños. ¿Cuál es la lógica? Un principio matemático: a menor número de escaños, mayor la proporción de votos necesarios.
Aunque los sociólogos y los antropólogos políticos repitan la trillada frase de «nadie tiene el poder» (o «nadie puede concentrarlo»), en el mundo real gobierna quien controla el tamaño de los distritos. La distribución de las circunscripciones tiene un efecto directo sobre la calidad de la representación, los partidos y las relaciones de poder. El tamaño del distrito limita las oportunidades de los distritos.
Hay ejemplos clásicos de eso. En la democracia presidencial constitucional estadounidense (que es la más vieja), este juego se ha hecho desde el siglo XIX. Elbridge Gerry, gobernador de Massachusetts, necesitaba asegurar escaños para su partido. Para ello unificó todos los distritos en uno solo y aseguró un número pequeño, pero a final de cuentas los aseguró. A partir de esto se acuñó la expresión gerrymandering para referirse a la práctica de modificar distritos.
¿Cómo es la situación de las democracias actuales? De acuerdo con la Red de Conocimiento Electoral (instancia promovida por la ONU), hay 112 países que tienen leyes que ordenan la creación de circunscripciones por equivalencia de población. Existen 50 países que respetan las barreras naturales, 33 que favorecen la densidad de la población y 41 que prefieren elaborar sus circuitos por extensión geográfica. No siempre la modificación de los distritos es negativa. Existe el llamado gerrymandering positivo (affirmative gerrymandering). Este sería el caso cuando se permite crear circuitos de votación para permitir que algunas minorías obtengan representación en cuerpos colegiados. Pero en ese caso el distrito no tiende a partirse, sino a unirse. Ahora, ¿casos recientes de procesos en los cuales fragmentar el distrito le sirvió al partido dominante para mantener el poder? Venezuela. Las reformas electorales del chavismo del 2009 modificaron interesantemente los distritos (además de que ya habían modificado antes los términos de la reelección y lo vinculante de un referendo). De tal suerte, la elección del 2010 (con base en esa modificación del 2009) logró darle ventajas electorales al chavismo en distritos donde no habría tenido tanta representación. Un caso. En las elecciones del 2010, en el Distrito Capital había en juego diez diputados, de los cuales tres eran por lista. El resultado dio al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) siete diputados (seis nominales y uno por lista), y a la oposición, tres diputados (uno nominal y dos por lista). Sin la reforma de circunscripciones llevada a cabo por el chavismo, la oposición hubiese tenido cinco curules y el PSUV otras cinco. Y así explicamos (entre otras razones) las victorias electorales del chavismo.
Dichas así las cosas, en el juego de la circunscripción tal como lo propone la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos se les darían ventajas a los partidos grandes, sean los actuales o los que vengan. Por eso es importante preguntarse si ese dictamen no requeriría algún tipo de medida paliativa que asegure la representación de los grupos considerados vulnerables. Una medida para discutir (como ejemplo de contraste) provendría de la reforma electoral del caso de Rumanía, la cual otorga escaños reservados a los grupos étnicos del país que no adquieren ningún tipo de representación. De esa forma, al menos tendrían asegurado un representante. La experiencia comparada con el caso rumano muestra que al menos 11 grupos étnicos obtuvieron representación. Claro, su aplicación en otro contexto es compleja y buscar esa arquitectura institucional que genere un balance entre partidos grandes (duraderos en el tiempo, pero que se benefician de subdistritos) y calidad de representación es un ejercicio complejo. Muy complejo.
Repito. Discutir sobre ciencia política (sin irse por las ramas) no solo es interesante, sino necesario.
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