Las agrupaciones de mujeres no se quedan atrás, pues a pesar de no utilizar el mismo slogan afirman sin ambages que “a más mujeres mejor política” como si la cura mágica para la desigualdad y exclusión fuera per se la participación femenina.
Este giro discursivo se debe a varios elementos, a saber: a) los contenidos de las políticas públicas impulsadas por organismos internacionales y ONG locales que han posicionado “temas” en las agendas administrativas; b) el avance de la gestión institucional de las organizaciones temáticas (mujeres, jóvenes, mayas y medio ambiente); y, c) por el descubrimiento “del agua azucarada” por parte de los partidos políticos de que aquellos sectores poblacionales también votan y votan mejor por alguien similar a ellos, lo que en teoría sería una mujer votando por mujeres, un joven votando por jóvenes, un indígena votando por un maya; y para poder cubrir estas posibilidades, los partidos se han alimentado de representaciones temáticas diversas.
La imagen del diputado hombre con una gran barriga, con una actitud omnipresente, dedicado a la conspiración, el negociante de votos, se hace a un lado frente a la nueva sangre que ingresa al espectro político, pero… ¿la diversidad de la representación garantiza el cambio?
El reconocimiento de la diversidad de las candidaturas no proviene del avance político de los grupos temáticos en la sociedad, sino al reconocimiento que aquellos votan más si el candidato o candidata es parecido a él o ella.
Hasta hace unos cuantos años “lo correcto” era que ese candidato fuera “un hombre urbano de mediana edad y con mediana formación poseedor de medios de existencia por encima del promedio”, en su definición de urbano caería en el aspecto cultural que fuera ladino (en su concepción actual). Ahora bien, cuando inicia la discusión en torno a que si es representativo o delegado de representación, este último era precisamente ese hombre ladino de mediana edad urbano o urbanizado.
No es sino hasta la década de los noventas cuando se produce el boom del financiamiento externo y se fundan cientos de ONG, cuando la segmentación temática comienza avizorarse. La cooperación internacional fomenta por medio de recursos financieros el abordaje de los índices de desarrollo fragmentados en temas: mujeres, jóvenes, mayas; y las ONG locales que gravitan en torno a dichos financiamientos pronto forman una élite de académicos especializados en dichos temas a nivel local.
Democracia: ¿la voz de la mayoría?
Un foro para indígenas donde todos los candidatos se ufanan de sus raíces indígenas, de su gran cercanía con el sufrimiento, en el mismo evento organizado por el Mecanismo Oxlajuj Tzikin, sorprendentemente los indígenas se comunicaban entre ellos en perfecto castellano y se asumían como hermanos y hermanas, apelativo utilizado por los miembros de una misma religión. Las propuestas giran en torno al discurso elaborado desde 1992: inclusión, educación bilingüe, reconocimiento de autoridades ancestrales (en este punto contradictoriamente se hace referencia a la imagen de autoridad diseñada desde la Colonia y no a la ancestral prehispánica que es motivo de discusión entre historiadores y antropólogos).
Lo ciudadano sigue siendo una fórmula ideal para homogenizar al sujeto frente al poder, vende la ilusión de la igualdad, como repetían los candidatos “su voto vale lo mismo que el de los ricos de la capital” y claro, lo que se les escapaba decir es que ese poder financiero determinaba qué candidato era el correcto y cual no debiese participar, incluso la misma izquierda institucional formuló una candidatura “políticamente correcta” que no logró obtener ni el 5% de los votos emitidos.
Más de este autor