Convocados por organizaciones indígenas “mayas” y por jóvenes, en ambos la frase pegajosa para llamar la atención de los asistentes es “Somos la mayoría…” y, claro, hacen alusión a datos poblacionales que son manejados en medios académicos y estatales. Las agrupaciones de mujeres no se quedan atrás. A pesar de no utilizar el mismo eslogan afirman, sin ambages, que “a más mujeres mejor política”, como sí la cura mágica para la desigualdad y exclusión fuera per se la participación femenina.
Este giro discursivo se debe a varios elementos, a saber: a) los contenidos de las políticas públicas impulsadas por organismos internacionales y ONG locales que han posicionado “temas” en las agendas administrativas, b) al avance de la gestión institucional de las organizaciones temáticas (mujeres, jóvenes, mayas y medio ambiente), c) por el descubrimiento “del agua azucarada” por parte de los partidos políticos y es que aquellos sectores poblacionales también votan y votan mejor por alguien similar a ellos, lo que en teoría sería una mujer votando por mujeres, un joven votando por jóvenes, un indígena votando por un maya, para poder cubrir estas posibilidades los partidos se han alimentado de representaciones temáticas diversas.
La imagen del diputado hombre con una gran barriga, con una actitud omnipresente dedicado a la conspiración, el negociante de votos, se hace a un lado frente a la nueva sangre que ingresa al espectro político, pero… ¿la diversidad de la representación garantiza el cambio?
A ver, vamos por partes. El reconocimiento de la diversidad de las candidaturas no proviene del avance político de los grupos temáticos en la sociedad, sino al reconocimiento que aquellos votan más si el candidato es parecido a él ya no si representa una idea de lo correcto.
Hasta hace unos cuantos años “lo correcto” era que ese candidato fuera “un hombre urbano de mediana edad con mediana formación y con medios de existencia por encima del promedio”, en su definición de urbano caería en el aspecto cultural que fuera ladino (en su definición actual). Ahora bien, cuando se inicio la discusión en torno a que si es representativo o delegado de representación este último era precisamente ese hombre ladino de mediana edad urbano.
La discusión generada en los setentas con el crecimiento de los movimientos populares de izquierda, era la representación y lo representativo que igualmente correspondía al hombre urbano y con medios económicos, esa imagen era más bien un ideal burgués, y en el ideario del poder popular era el campesino y el obrero, aunque hay que ser precisos, la representación no trascendía aún a una mujer, indígena o joven por sí mismos, sino estos en función de su identidad de clase, proletarios pues, incluso los mismos indígenas como Rigoberta Menchú hacían gala de su identidad proletaria con matices étnicos (ver libro: Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, de de Elizabeth Burgos)
No es sino hasta la década de los noventas cuando se produce el boom del financiamiento externo y se fundan cientos de ONG, cuando la segmentación temática comienza avizorarse. La cooperación internacional fomenta por medio de recursos financieros el abordaje de los índices de desarrollo fragmentados, mujeres, jóvenes, mayas, las ONG locales que gravitan en torno a dichos financiamientos pronto forman una élite de académicos especializados en dichos temas a nivel local.
Democracia: ¿la voz de la mayoría?
Guatemala es una realidad nacional tremendamente desigual en todos sus ámbitos, y dividida segmentariamente en feudos de financiamiento. Una representante del sector de mujeres comentaba, cuando se produjo el asesinato de 28 campesinos en Petén (tres de las cuales eran mujeres), que les sorprendía el grado de salvajismo patriarcal mostrado por los perpetradores cuando asesinaron a esas tres mujeres, no dejo de sorprenderme a mí también, el grado de segmentación de opinión frente a la realidad.
Un foro para indígenas donde todos los candidatos se ufanan de sus raíces indígenas, de su gran cercanía con el sufrimiento, en el mismo evento organizado por el Mecanismo Oxlajuj Tzikin sorprendentemente los indígenas se comunicaban entre ellos en perfecto castellano y se asumían como hermanos y hermanas, apelativo utilizado por los miembros de una misma religión. Las propuestas que giran en torno al discurso elaborado desde 1992, inclusión, educación bilingüe, reconocimiento de autoridades ancestrales (en este punto contradictoriamente se hace referencia a la imagen de autoridad diseñada desde la colonia y no a la realmente ancestral que es motivo de discusión entre historiadores y antropólogos).
Lo ciudadano sigue siendo una fórmula ideal para homogenizar al sujeto frente al poder, vende la ilusión de la igualdad, como repetían los candidatos “su voto vale lo mismo que el de los ricos de la capital” y, claro, lo que se les escapaba decir es que ese poder financiero determinaba qué candidato era el correcto y cual no debiesen participar, incluso la misma izquierda institucional formuló una candidatura “políticamente correcta” que no logró alcanzar ni el 5% de los votos, por debajo de los votos nulos y en blanco, lo que confirmaba que la pretendida imagen “correcta”, junto con la de otras dos mujeres que se ubicaron en los últimos puestos de preferencia electoral, no representaban el ideario, por el solo hecho de ser mujeres, de las mujeres mismas las cuales avanzaron enormemente en el padrón electoral.
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