Alguien nos indujo a creer que somos libres e independientes, y, aunque la realidad concreta desmiente tal situación, creemos en esos dogmas patrioteros y actuamos de buena fe, solo que equivocados. Al mismo tiempo que celebramos la independencia, hay comunidades perseguidas, niños muriendo de hambre y la mayoría de la población en pobreza.
Conociendo la historia en sus aspectos ocultados por la historia oficial, entendemos la tragedia que hemos vivido como habitantes de esta pluralidad social, económica, cultural, territorial y de pueblos negada por los intereses de los colonizadores, peninsulares y criollos, que han impuesto en el imaginario social los antivalores que hoy asumimos como parte de nuestra nacionalidad homogenizada y de nuestra ciudadanía restringida.
No tenemos más alternativa que reproducir el fervor patrio en este mes de septiembre pensando en el mito de la uniformidad guatemalteca, soñando en una igualdad que solo existe en los textos constitucionales y en la perversa dinámica de la colonialidad.
Veamos: existe un documento poco conocido, llamado Plan Pacífico de Independencia, que, a decir del historiador Horacio Cabezas, «se redactó en agosto de 1821 y fue impulsado por los Aycinena, una familia influyente en el país, con el objetivo de crear las condiciones adecuadas para que las mismas autoridades del reino de Guatemala decidieran separarse en forma pacífica de la monarquía española y, a la vez, solicitaran ayuda militar a los sectores conservadores y al alto clero de México, encabezados entonces por Agustín de Iturbide, para garantizar la continuidad del sistema económico, político y social que hasta entonces imperaba». Haciendo comparaciones con la realidad actual, la todopoderosa familia Aycinena funcionaba como un Cacif colonial.
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La oligarquía encontró en Gabino Gaínza al perfecto mediocre y taimado dirigente (como ocurre actualmente con Jimmy Morales) que públicamente juraba su lealtad a la corona española; que «publicó el 10 de abril un manifiesto contra Iturbide en el cual lo acusaba de traidor, de tener perversas intenciones y de haberse robado más de un millón de pesos»; que hasta el 4 de septiembre, 17 días antes de la independencia, arremetía contra todos los que promovían esta, y que luego, al ofrecerle los Aycinena la continuidad en el poder, el 11 de septiembre se adhería públicamente a la emancipación y más tarde, en actitud entreguista, formalizaba la anexión a México (recordemos la actuación de Jimmy Morales al entregar Guatemala como tercer país seguro a los intereses de Estados Unidos).
Dice el historiador Cabezas: «El objetivo principal, sin embargo, era la anexión del reino de Guatemala a México, pues los Aycinena consideraban que así se preservaría el statu quo y que los grandes comerciantes guatemaltecos podrían continuar con el monopolio comercial».
El 15 de septiembre, a convocatoria de Gaínza, se discute la independencia con la presencia de 53 personas de órdenes religiosas, de curas párrocos (unos a favor y otros en contra), del claustro universitario, del colegio de abogados (como ahora con las comisiones de postulación) y de la Auditoría de Guerra. Al final, solo 13 firmaron el acta de la independencia en medio de una total informalidad jurídica.
A cualquiera que después se opusiera a la independencia se le condenaría a muerte. Las municipalidades fueron avisadas posteriormente, pero nunca se les dijo nada ni a mestizos ni a pueblos indígenas. Según documentos: «Al siguiente día hubo un desfile por las principales calles de la ciudad, [que] concluyó con un acto frente al Palacio del Ayuntamiento. Luego, el pueblo juró la independencia, se hizo pública la medalla conmemorativa de tal acontecimiento y miembros del Cabildo arrojaron entre la concurrencia 300 pesos en moneda corriente mientras había repique general de campanas y salvas de artillería. Ese mismo día se celebró una misa de acción de gracias por la independencia. Al concluir se cantó el tedeum».
Paralelamente, se «incrementó la pobreza y la marginalidad de las grandes mayorías, que nada tuvieron que ver con la farsa independentista», consigna el libro Independencia centroamericana: gestión y ocaso del Plan Pacífico, escrito por Horacio Cabezas, el cual narra esos oscuros capítulos de la historia nacional. ¡Triste la realidad colonial que vivimos!
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