El cambio de La Granadera como fondo musical para actos oficiales por la melodía el Rey Quiché y la bandera maya que está compuesta por cuatro colores que además de mostrar los cuatro puntos cardinales representan los “cuatro pueblos” que según el discurso incluyente existen en Guatemala. Esta medida, contradictoriamente, fue cuestionada por algunos académicos indígenas como la Dra. Irma Alicia Velázquez que afirmaba que las políticas culturales de ese gobierno eran “ambiguas y flojas” por lo tanto aquellos solo eran cambios cosméticos.
El gobierno actual de Otto Pérez Molina regresa a los simbolismos originales, La Granadera y abandona la citada bandera, por no ser representativa de la unidad nacional. Claro está que dicha iniciativa no parte de la vieja idea de homogeneidad cultural sino de la unidad ciudadana esencialmente liberal “la igualdad ante la ley”. Aún así, la crítica se dejó venir, incluso la columnista Anabella Giraca, entre otros, llegó a afirmar que “lo indígena no tiene un valor en términos de Estado” con este tipo de acciones.
La existencia de banderas e himnos respondió a ideales liberales del siglo XIX que trataban de recurrir a sentimentalismos dentro de la población por encima de sus necesidades y aspiraciones, diversas en general. La bandera de Guatemala que surge en esas discusiones liberales trata de dibujar una unidad que no existía y que fue impuesta por la fuerza, escudos de armas con fauna local son paradigmáticos en cuanto a representaciones, sin embargo es claro que el camino que ha recorrido para su aceptación ha sido largo y tortuoso. Después de decenas de años es un símbolo reconocido por la diversidad de ciudadanos indígenas y ladinos y/o mestizos, cristianos o no.
Es necesario puntualizar varios aspectos en relación a esta discusión: 1. No existe unidad en el pueblo maya, lo maya es una pretensión político-ideológica con la que no se identifican todos los indígenas. Por lo tanto, esa misma pretensión de tener una bandera no representa la unidad. De hecho la bandera actual tampoco, pero al menos ha guardado la coherencia con la ideología de Estado Liberal desde finales del siglo XIX. 2. Existe una tendencia simplista y reduccionista detrás de los planteamientos que sostienen que en Guatemala existen solo cuatro pueblos, poniendo en el mismo plano a “todos los mayas” y luego a “todos los ladinos”, sin reparar en las diferencias lingüísticas, regionales, etarias, genéricas, clasistas, religiosas y políticas.
3. La tendencia de algunas organizaciones, funcionarios y entes académicos que propugnan por la visualización de la mayanidad de la nación responde también a una lógica de lucha de poder que es financiada internamente con fondos públicos en una gran cantidad de organismos y programas estatales, junto con organizaciones no gubernamentales y algunas entidades académicas que reciben fuertes financiamientos externos, incluso de la misma USAID. 4. Ningún simbolismo “nacional”, en ninguna parte del mundo se ha definido desde el consenso sino desde el poder, incluso desde el poder de imponer el consenso.
Es insuficiente asumirse como maya en organizaciones mayas con el peso enorme de la cultura dominante occidental. Esto se ha convertido en un juego de imágenes e iconos que tratan de diferenciar algo que en la práctica se asemeja al otro. Más allá de los pareceres son las certezas, un discurso mayanista en medio de un sistema excluyente termina por autoexcluirse o en parecerse más a sus detractores racistas.
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