En este nuevo momentum de la vida institucional del país todos esperamos mucho ciertamente, aunque es menester advertir que no todo se puede conseguir en corto tiempo. Esta parte representa uno de los grandes desafíos que enfrenta el actual Gobierno, no es fácil responder a una gama inusual de demandas que seguramente se multiplicarán en el tiempo. El problema, además del número, es la calidad o contenido de las mismas, que seguramente serán variopintas, lo cual es, desde ya, un gran desafío, pero lo más importante es que se espera que se atiendan y resuelvan en el corto plazo. Esto último es el gran reto.
Más allá de ello, el cambio en el estilo de gobernar implica muchos movimientos que efectivamente condensen una imagen nueva, no de discursos, ni de falacias, ni de falsedades. El punto es que lo dicho, lo hecho o lo ofrecido sea congruente y no termine abonando datos o resultados que suman al vacío.
Estimo que estos cambios se hicieron bastante evidentes los primeros días, luego creo que hubo un proceso de letargo –muy propio de un novel gobierno– y luego hubo dos semanas bastante difíciles con el caso de la Fiscal del MP, las últimas sentencias absolutorias de auténticas joyas –Benito y Alejos– y el infortunado saludo al Ejército.
El acuerdo con las organizaciones campesinas es, sin duda, un logro y era un desafío si no se generaba un mecanismo que pudiera atender a uno de los más significativos apoyos a la democracia, en contra del golpe y a favor de dejar asumir al nuevo equipo de Gobierno.
En el ámbito económico se presentan también grandes retos, como introducir cambios sustanciales en un ámbito en el cual los grupos empresariales conservadores todavía se resisten a doblar la mano ante un nuevo espacio de poder que antes detentaban, disfrutaban y en el que decidían. Pero, ¿cuándo se va a terminar la falacia de que macroeconómicamente estamos bien mientras grandes grupos de población apenas sobreviven y el sector informal se acrecienta día a día en búsqueda de sus alimentos?
También me pregunto cómo instrumentar cambios destinados a terminar con el paso de la asignación presupuestaria para identificar claramente la redistribución. Creo que esto puede hacerse a través de verificar que la obra, el servicio o el programa no solo se concluyeron bien, sino si se encuentran en función del interés general.
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Cabe preguntar también cómo hacer de la Banca Central un ente que salga de su comodidad de no generar tensiones y únicamente dedicados a describir los fenómenos económicos sin el menor esfuerzo de análisis, así como discutir la política económica de este país con claridad, junto con la SAT, el Minfin, el Mineco y Segeplan y dejar el discurso de siempre, vacío y sin compromisos.
Ahora bien, las amenazas son múltiples todavía. El mayor problema sigue siendo el MP, pues no se puede plantear una convivencia pacífica con alguien que ha usado la justicia para atacar a opositores, periodistas, fiscales y jueces decentes y probos, ni tampoco se puede permanecer ajeno a una CSJ que únicamente tomó posesión para dar paso a una nueva corte y permanece impávida mientras los jueces provocan enormes actos de injusticia.
No se puede creer y, por ello, es una amenaza real que los actos y procesos de la justicia sean dirigidos por una organización tenebrosa y que deteriora cada vez más el Estado de derecho y compromete a la justicia, denigrándola y convirtiéndola en un instrumento del oprobio.
Una amenaza, tal vez no final, pero complicada, es la propia Corte de Constitucionalidad –bien denominada la «Corte del veto»–, un tribunal solícito para actuar contra el actual gobierno y la oposición, pero blandengue contra los criminales.
En ese interregno de los desafíos y las amenazas, los ciudadanos estaremos observando la capacidad de gobernabilidad de Arévalo, Herrera y su equipo, ojalá que trasciendan este límite y veamos pasos y resultados positivos que iluminen el cambio de fondo para una sociedad ansiosa y expectante.
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