Testimonios enviados a la familia de Emil Bustamante, indican que justo el día del golpe, el 23 de marzo, el médico fue visto con vida. Lo ubicaban en el Cuartel Militar Mariscal Zavala. Sin embargo, pese a todas las gestiones desde el día de su desaparición y hasta la fecha, el paradero de Emil es desconocido. Hablamos de más de 500 meses en que hay un vacío enorme en el entorno familiar.
A lo largo de estas más de cuatro décadas, la memoria por la vida de Emil sigue viva. Y sigue viva por la incansable e imbatible, además de titánica, tarea de búsqueda de su familia, en especial de su hermana Marylena. Inagotable en el ejercicio de reclamo por respuestas sobre el destino de su hermano, Marylena porta siempre su retrato y narra a quien pregunte, la vida y desaparición de Emil.
Así fue como inició hace algunos años el peregrinaje hacia el Mariscal Zavala para requerir la devolución de los restos de su hermano. De manera que este año, tampoco ha sido la excepción y de nuevo, el rostro de Emil en imágenes y pancartas volvió a estar al frente de la instalación militar. Las voces de reclamo por justicia volvieron a escucharse a las puertas del lugar.
La lucha sostenida de las familias de personas desaparecidas ha logrado colocar en el tablero, el debate sobre ese crimen. Como señala Marylena en su intervención en el acto del 13 en Mariscal Zavala: «En este país, la búsqueda de la justicia y la verdad, tiene rostro de mujer». Recuerda los pasos iniciales de Juanita Loza de Molina, madre de Juan Luis Molina Loza, desaparecido en enero de 1971.
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Doña Juanita se plantó frente al Palacio Nacional a reclamar con total valentía al gobierno de Carlos Arana Osorio la devolución de su hijo. En represalia, el llamado chacal de Oriente la hizo encerrar en el hospital psiquiátrico. Así consideraban y así consideran aún a las familias de personas detenidas y desaparecidas los verdugos que les secuestraron. Marylena también hace memoria de las luchas de Nineth Montenegro y Aura Elena Farfán, entre muchas mujeres como Rosalina Tuyuc y Helen Mack. Memoria a la que se incorporan doña Emma Theissen Álvarez y sus hijas Lucrecia, Emma y María Eugenia, cuatro columnas que levantan una torre en procura de justicia por Marco Antonio Molina Theissen.
Ya sea porque sus miradas nos increpan desde las viejas y desgastadas paredes de la ciudad que alberga los rostros de las personas desaparecidas. Porque hay algún mínimo avance en procesos judiciales sobre justicia transicional. O bien hay un momento conmemorativo de la fecha de desaparición o ejecución. Lo cierto es que a lo largo del año no falta día en Guatemala en que no se conmemore a una persona víctima del terrorismo de Estado.
Y aunque por ahora el sistema de justicia vive también el secuestro por parte de los patrocinadores del terrorismo y el genocidio, aún sigue viva la memoria de quienes, como Emil, fueron arrebatados del abrazo familiar.
De allí que este año, una vez más, hombres y mujeres de diverso origen y generación se hicieron presentes para insistir en reclamar justicia para Emil. Porque como dice el avance de La Asfixia, «los que desaparecen no abandonan un cuerpo ni descansan en ninguna parte. Aunque siempre que se les nombra, se nos aparecen».
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