Luego, durante la pésima gestión anterior, el presidente nombra a un mercadólogo, que de cuestiones económicas sabe muy poco o nada, pero que parece también que se ganó el puesto por ser «hombre de confianza» de uno de los corruptos más grandes que ha tenido el país. Sin embargo, su gestión presenta más sombras que luces y que repite lo que le refieren sus flamantes funcionarios cercanos.
La SIB, por su parte, casi siempre nombra a una persona vinculada al sector financiero, más específicamente al bancario, para que se mantenga en la línea y no haga olas con los bancos. Pocos de los designados superintendentes han sido o han contado con cierta independencia, pero en general, la línea es la misma.
También es importante mencionar que muchos funcionarios del BANGUAT y de la SIB suspiran porque al salir puedan incorporarse a un banco privado, de estos casos ha habido y hay un montón, que incluso actualmente ostentan puestos de junta directiva de la banca para el desarrollo, otros jubilados se van a ganar otra jubilación a San Carlos —aunque ahora ya no se puede, creo yo—.
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Pero en todo caso, ambas instituciones son «obedientes y no deliberantes», casi como el ejército, pues sus análisis —conocidos en el mundo de los economistas, como análisis «violín»—únicamente indican que tal variable sube o baja pero lo más grotesco es esa forma de presentar o describir contenidos y fenómenos sin involucrarse, sin decir si es correcto, sin mencionar qué es un error o qué se debería de tener en cuenta determinada opinión. ¿De opinión?, nada, simplemente presentan una descripción de fenómenos en una forma totalmente aséptica.
Entonces, dos instituciones gubernamentales que suspiran por el sector privado, pero que, además, para la economía nacional —a pesar de que entre otras prestaciones gozan de becas en el extranjero y existen o había buenos cuadros técnicos—, no se involucran en nada más. Se limitan a controlar los precios y a esforzarse por una política monetaria que mantenga la macroeconomía estable, un estribillo que repiten una y otra vez, y no se cansan de decirlo.
Pero el año pasado, surgió una noticia sobre la compra de una flotilla de vehículos por parte del BANGUAT justo antes de la campaña política. Se filtraron sospechas, según los medios de comunicación, de que dichos vehículos fueron «prestados» para usos no necesariamente del banco, sino que aparentemente «apoyaron» a candidatos oficialistas, ¿qué tal?
En la actualidad, se sabe que han ocurrido las sorpresivas y hasta sospechosas renuncias de tres de los intendentes de la SIB, lo cual también se ha reportado en los medios de comunicación. ¿Por qué renunciaron? Algo sucedió ahí y no creo que haya sido transparente; al contrario, muestra mucha opacidad y deja abiertas muchas sospechas.
Uno de los intendentes era el de la Intendencia de Verificación Especial (IVE), que se encarga de monitorear los movimientos financieros de personas expuestas políticamente (PET). ¿Qué pasaría?, ¿encontraron serios problemas de movilización de capitales sospechosos de funcionarios, diputados, magistrados, jueces o fiscales y se quedaron callados?
En fin, se puede vislumbrar como una pequeña crisis que apunte a cambios fundamentales en el quehacer de estas instituciones. Ojalá así fuera y tal vez así salgan del letargo silencioso en el que viven, mientras la economía sigue en su pobre crecimiento, sin opciones de desarrollo o de mejora de las condiciones de vida de las personas. ¿O bien van, de una vez por todas, a responder con seriedad sobre nuestra limitada economía que únicamente favorece a ciertos grupos?
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