Desafortunadamente ese largo y tortuoso camino (una traducción libre del título de aquella vieja canción de los Beatles), no concluyó ahí, ciertamente hubo espacios de iluminación, hubo momentos en los cuales asumieron los puestos de conducción de la justicia personas honorables, abogados de gran experiencia, que contaban con un enorme conocimiento sobre el derecho. Los casos de Edmundo Vásquez, de Epaminondas Quintana, de Arturo Herbruger, de Jorge Mario García Laguardia o de Alfredo Balsells Tojo, por mencionar a algunos, fueron una muestra de grandes jurisconsultos que prefiguraban un camino distinto.
Sin embargo, en poco tiempo eso cambió. Aparecieron una serie de abogados poco conocidos o más bien reconocidos por su escasa formación, su poca experiencia o bien por su reconocida relación con los movimientos amañados, las capacidades jurídicas limitadas «chanceros de mala muerte», que se alinearon rápidamente con la corrupción y a la impunidad, pues les representaban trabajos o comisiones que aseguraba su futuro familiar.
Estos grupos de abogados se han multiplicado o potenciado, incluso aquellos que uno podría creer que generaban buenas vibras terminaron por convertirse en sujetos activos de la corrupción. Así como otros cerraron filas con las élites económicas para mantener el estatus sin cambios y asegurar a funcionarios oscuros y corruptos. Estos hoy representan un museo de personajes que hicieron del erario público, su fuente de riqueza y en la actualidad gozan de sus fortunas.
Así, poco a poco fueron tomando posiciones en la Corte Suprema de Justicia, en las Cortes de Apelaciones, en la Corte de Constitucionalidad, la Procuraduría General de la Nación —hoy la Procuraduría de los Derechos Humanos—. Así también se hicieron «campo académico» como decanos de universidades de poca calidad y honestidad y, hasta en la propia USAC, se enquistaron y crearon un modelo de elecciones que les aseguró incluso reelecciones, de esta forma es que hoy tenemos a auténticos sinvergüenzas que medran el espacio público y que continúan moviendo sus hilos de poder para las actuales elecciones para la CSJ y cortes de apelaciones.
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No obstante, también se entronizaron en el poder ejecutivo, en donde jugaron de alfiles de auténticos procesos de corrupción e impunidad, que se quedaron agazapados esperando salir a tomar puestos en diferentes cortes e instituciones. Todo esto para asegurar la continuidad de un modelo depravado de corrupción e impunidad que hoy se mantiene incólume y que, bajo la conducción del Ministerio Público, han conseguido mantener libres a corruptos y criminales, pero han conseguido el exilio de fiscales, abogados independientes, jueces y periodistas, así como continúan en su lucha por encarcelarlos, tales los casos de Jordán Rodas Andrade, Ramón Cadena y estudiantes de la USAC como Camilo García y Plutarco de León, cuyo penoso delito ha sido cuestionar al sistema.
En la actualidad, se han enderezado investigaciones en contra del Comisionado contra la Corrupción, Santiago Palomo y del Secretario General de la Presidencia, Julio Saavedra, así como han hecho allanamientos en el Ministerio de Finanzas Públicas, seguramente para «encontrar algo», alguna tontera, algún error cometido, para iniciarles un proceso de tipo penal.
Recientemente, un juez dicta una sentencia en donde declara ilegal un contrato de concesión con ATM, algo que se sabía turbio desde su inicio con Pérez Molina, pero lo hacen ahora para dejar maniatado al actual régimen y continuar tejiendo el cerco con el que poco a poco buscan ahogar al presidente Arévalo y a su gestión.
Así que, después de 39 años de democracia, los togados de garaje, los vendidos al sistema, los chanceros y corruptos de siempre se aprestan a tomar nuevamente la CSJ y las cortes de apelaciones. Por ello esta nota busca abrir los ojos ante una debacle que se nos viene encima si no salen los abogados honestos a cambiar el rumbo de nuestro país, para recuperar la justicia y enarbolar el Estado de derecho como consigna para un mejor vivir para todo el pueblo guatemalteco.
Ojalá que la elección en el Colegio de abogados marque la pauta del cambio y que nuevamente se termine el largo y tortuoso camino de la justicia, para abrir la senda de la esperanza y el derecho de cara a una nueva sociedad.
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