El siglo de los caudillos

El estudio de los regímenes políticos en América Latina demuestra que este subcontinente es tierra fértil para producir caudillos: hombres fuertes, decididos, que concentran el poder y consiguen que sus deseos y estrategias sean los que se establezcan en una sociedad en particular.

La ciencia política afirma que el caudillismo político es más que el dominio de un personaje en solitario. Es un sistema de dominación y una forma de ejercicio del poder en la que la autoridad emana de la figura de un líder carismático y autoritario (conocido como caudillo) por lo que esa base de poder personal se opone al Estado de derecho: las instituciones legales o impersonales como la ley o la constitución. Originalmente, este fenómeno era característico de sociedades con un desarrollo institucional precario, donde la lealtad personal al líder es el principal vínculo de cohesión política y social; en los últimos años; sin embargo, están emergiendo liderazgos caudillistas prácticamente en todas las sociedades, incluyendo aquellas que tuvieron un sólido diseño institucional, tal como ocurre en Estados Unidos y en algunos países de Europa.

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Uno de los primeros que estudió este fenómeno fue justamente Enrique Krauze, de quién tomamos prestado la frase con la que iniciamos esta reflexión. De hecho, el historiador mexicano pensaba que la gran contribución de América Latina a la historia de la infamia era justamente el caudillismo político, especialmente, a la luz de una aparente tendencia a reproducir este tipo de sistemas de gobierno de tipo unipersonal y carismático. Contribuye indudablemente a este surgimiento caudillista la tendencia de la sociedad actual a adorar a las figuras excepcionales: en el deporte, en los negocios, en las escuelas, en la vida cotidiana, ya que todos están dispuestos a seguir e incluso disculpar de sus errores, al ídolo o personaje de su adoración. Otro factor que contribuye enormemente al surgimiento de los caudillos es lo que Bauman llamó «modernidad líquida», vivimos una época plagada de incertidumbres, por lo que la adhesión a figuras caudillistas es el gran remedio contra la inseguridad.

En sociedades como la guatemalteca, los «caudillos» son una forma natural e interiorizada de gobierno, ya que somos una sociedad casi predestinada para el gobierno unipersonal. Un breve repaso por la historia política demostrará que ha habido grandes dictadores: Justo Rufino Barrios, Rafael Carrera, Manuel Estrada Cabrera o Jorge Ubico, solo para nombrar a los más destacados. Incluso en el caso de presidentes que supuestamente fueron menos despóticos, como Álvaro Colom, la tendencia fue que, paulatinamente, ese vacío caudillista se fuera llenando con otras figuras, como la de Sandra Torres

Para las elecciones 2027, el panorama político ya está plagada de tales figuras caudillistas, por lo que ya están listos los mensajes mesiánicos y cargados de falsas promesas, que intentarán convencer a la sociedad guatemalteca, de que existe una solución inmediata y definitiva a sus problemas, y el primer paso para alcanzar ese sueño platónico, es adherirse a su causa. Lamentablemente, después de un gobierno como el actual, que prometió tanto pero que prácticamente ha logrado muy poco, la búsqueda del salvador o salvadora se incrementará dramáticamente, por lo que el panorama sigue siendo tan incierto y desalentador como siempre.