Por el trabajo tesonero de profesionales de alta valía en la investigación periodística, la sociedad guatemalteca conoció de primera mano los entramados de la corrupción y el poder. Desde sus inicios, pero particularmente durante los gobiernos de Jimmy Morales Cabrera y Alejandro Giammattei Falla, las páginas de elPeriódico presentaron reportajes que detallaban los mecanismos del latrocinio a las finanzas públicas.
Paralelamente, las élites avanzaron en el proyecto de copar toda la institucionalidad estatal democrática, con miras a controlarla en beneficio propio. Al control del Ejecutivo y el Legislativo sumaron el manejo pleno del sistema de justicia por medio de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), las Salas de Apelaciones y el Ministerio Público( MP). Una vez habiéndose hecho del control pleno de este último, el siguiente paso ha sido callar toda voz disidente o persona incómoda para el propósito de corrupción e impunidad.
José Rubén, Chepe Zamora, es uno de esos personajes que incomodaba y al que era necesario detener. El plan de imponer silencio dio inicio con el allanamiento brutal a su domicilio. Brutal por cuanto equipos comando de la fuerza élite policial prácticamente tomaron por asalto la vivienda a la cual pudieron acceder si tan solo hubiesen tocado el timbre. Pero como les era indispensable mostrar fuerza bruta, literalmente saltaron desde el techo hacia el patio, acción esta que generó pavor en los pequeños nietos de Chepe, que se encontraban de visita.
Retenido por más del lapso constitucional para notificar de la detención, la fiscal a cargo, Cinthya Monterroso, procedió a la captura. Todo pese a que Monterroso debió haberse inhibido de llevar el caso por evidente conflicto de interés. Pero con el MP ya convertido en una máquina de represión y venganza política de la entente corrupta, no cabe un ápice de actuación decente.
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No conformes con la aparatosa captura del presidente de elPeriódico, los artífices de la operación del silencio enfocaron sus baterías contra el medio. En pocos meses, el matutino pasó de abandonar el formato impreso al digital y, finalmente, al cierre doloroso de su circulación. El pacto sellaba de esa manera, y con saña total, su venganza contra la incomodidad del periodismo independiente. Pérdida de su fuente de trabajo y exilio ha sido la suerte del plantel profesional de elPeriódico. Un alto precio pagado por ejercer su labor: informar con independencia.
Con más de medio millar de días en prisión, José Rubén continúa enfrentando la acción prevaricada de jueces y fiscales fieles al pacto procorrupción. Un primer juicio, plagado de ilegalidades y acciones marcadamente arbitrarias y violatorias de toda garantía procesal, fue anulado, de tal suerte que el periodista ha de enfrentar un nuevo proceso.
Sin embargo, lejos de avanzar en las diligencias, dicho juicio se ha detenido nuevamente. El juez prevaricador, Jimmy Bremer, suspendió la audiencia y la reprogramó para el 20 de febrero. El juzgador argumentó que tenía una cita con el Consejo de la Carrera Judicial. De tal suerte que, una vez más, como durante muchas otras antes en este juicio, el proceso se retrasa por acciones típicas de litigio malicioso, encaminado en esta causa a generar desazón y mantener privado de libertad al periodista.
De allí que el propio Zamora utilizara como analogía que su futuro se encuentra atado a la cola de un venado. Una descripción de la fragilidad judicial de procesos que, lejos de ofrecer todas las garantías son, en última instancia, una especie de tribunal de fuero especial, de los instalados por el genocida Efraín Ríos Montt, cuasipatriarca de los sicarios judiciales que medran con los procesos penales espurios para criminalizar a personas incómodas al pacto de corrupción e impunidad.
Y aunque las condiciones de cautiverio han dejado de ser el entorno de tortura que impuso el régimen de Giammattei, Chepe Zamora aún vive una prisión injusta. Por lo que, una vez más, exigimos #LibertadParaZamora.
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