Diseñando leyes y regulaciones económicas, las familias de postín, caracterizadas por Marta Casaús en sus reveladoras investigaciones, se fueron especializando: unos hermanos o primos metidos en el hedor del quehacer político, otros en los bufetes de postín y otros en las cámaras privadas. Así, desde el 54, son prominentes los Skinner-Klee Arenales, los Zachrisson Castillo, los Arzú Irigoyen, los Saravia y Torrebiarte, y otros preclaros del aycinenismo, como los Quiñonez-Arzú de hoy.
Enrique Montano Mendez reventó la semana pasada y acusó expresamente al secretario de Consuelo Porras y al diputado de Vamos, Alan Rodriguez, de ser los autores de amenazas en su contra y orquestar el golpe de Estado del que muchos hablan.
¿Quién es entonces Enrique Montano y qué importancia tiene ese temazo de la semana?
En primer lugar hay que subrayar que Enrique fue postulado en la actual legislatura por el unionismo, habiendo sido también un prominente concejal de la larga égida de tal agrupación en el palacio de la loba. Se declaró independiente al tenor de las alianzas del unionismo con el eferregismo, entre otras contradicciones internas que los comunes de los mortales no sabemos bien hasta este momento.
La familia Montano es de respeto y amabilidad en el sector metropolitano de los negocios guatemaltecos. Los Montano Mendez son hijos de Enrique –Kikoy– Montano Marti, quien fue gobernador de Sacatepéquez durante el reinado de Alvaro Arzú en el Ejecutivo, en plenos tiempos de los acuerdos de paz. Tienen diversos nexos históricos con el grupo Novella y con los Melville.
Por cierto, el apellido Méndez tampoco es de una rama común chapina. Se trata de los Méndez Meré, miembros de la familia Méndez Montenego, relacionados con el histórico Mario Méndez y su hermano, presidente de Guatemala entre 1966 y 1970, exdecano de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos y el único civil que reinó en el período 1954-1985.
Enrique y el diputado Rodolofo Neutze han sido los líderes intelectuales y conseguidores de la actual agenda económica legislativa. Bien conocidos ambos por sus abultadas agendas empresariales corporativas en la mayoría del tiempo que no llegan a las monótonas reuniones congresiles. Además, vinculados a cámaras privadas como Agexport, de Comercio, de Finanzas, Fundesa y aliados del plan Guatemala No se Detiene. Además, Enrique es hermano de Guillermo Montano, presidente de Agexport, y uno de los accionistas del gran Grupo Telus y Dollar City.
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Tal agenda de política económica podría ser bien contrabalanceada con la incorporación de diputados y propuestas más heterodoxas, como la ley de competencia que han rechazado de tajo los azucareros, porque les afecta la gobernabilidad de su cartel; y por una renovada discusión fiscal, así como por el impulso renovado de una política industrial que hoy suena urgente a la luz de los nuevos replanteamientos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Guatemala debe buscar la vigorización de las cadenas industriales en el hemisferio occidental. Todo ello dependerá de la astucia de los diputados nuevos de oposición y de los ministros a ser nombrados el 14 de enero, así como de una nueva apertura de la discusión económica.
El problema es que, en estos últimos ocho años, gente como Montano y Neutze han estado encumbrados en el barullo de decisiones políticas grotescas, que enturbian desde las actuales plataformas jurídicas y políticas, hasta el montaje de una economía innovadora y abierta a la competitividad.
Resulta ser que la alianza entre las élites política y económica vuelve a tener el encontronazo de los fraudes y el búmeran de la represión política, así como el retorcimiento del estado de derecho. Las élites económicas se enfrentan de nuevo al drama aquel del «cría cuervos y te sacarán los ojos», que está colocando a Guatemala en las calificaciones más rezagadas del continente en todos los órdenes.
Montano y Neutze representan una nueva generación de empresarios. Recuerdo muy bien la excelente relación de mi padre Alfredo con Kikoy Montano y la relación personal que mantuve con él en la década que viví como antigüeño asimilado en la época de los Acuerdos de Paz.
Me solidarizo primeramente con Enrique y comprendo su hartazgo frente al estado de las cosas. El futuro cercano bien dirá si esos nudos giordanos se pueden desatar hacia una Guatemala democrática, o bien reinará el asedio por los deseos reaccionarios de ultraconservadores, netcenteros e incluso el narcocapital distrital que hoy amenaza regiones enteras. Ya veremos.
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