El 14 de enero recién pasado, desde las 14:00 horas, se percibieron en Guatemala influjos que auguraban situaciones nada gratas a la vuelta de la esquina. La población, situada en plazas y parques en todo el país, esperaba la toma de posesión de Bernardo Arévalo y Karin Herrera con mucha alegría. Con el paso de las horas, esa alegría fue sustituyéndose por no poca ansiedad, y ya cerca de la media noche por angustia y cólera.
Sí, amigos lectores. Muchas personas, ante las burdas maniobras del pacto de corruptos, auguraron un golpe de Estado y yo avizoré, a más de ello, una posible repetición de la Semana Trágica de 1920[i]. Gritos se escuchaban para ir a tomar el Congreso y otras voces llamando a la tranquilidad. Afortunadamente, la juramentación del binomio presidencial, ya entrado el día 15, disipó la posibilidad de un estallido social que habría sido nefasto para el país.
Vale la pena entonces recordar qué sucedió en aquellos días de 1920 y su impronta (ya desvanecida) con la actualidad.
Para mejor explicar ese tris tomo textos de mi artículo Paralelos fenoménicos: Guatemala 1920/Guatemala 2023 publicado en este medio el 09 de julio de 2023.
Del artículo de julio de 2023:
1. Los desgobiernos de Manuel Estrada Cabrera y Alejandro Giammattei que fueron puestos al desnudo por la impronta de una pandemia.
Este paralelo quizá sea el más preciso. La pandemia de influenza, cien años atrás, estuvo signada por los terremotos de 1917 y 1918. La pandemia de coronavirus (2020) estuvo acompañada por la acometida de las tormentas Eta y Iota. Ambos fenómenos, pandemia y desastres naturales, pusieron al desnudo el terrible estado de corrupción en los gobiernos de Estrada Cabrera y Alejandro Giammattei. Los protagonistas de las tragedias —metafóricamente descritos en la obra El señor presidente de Miguel Ángel Asturias—, se representan tal cual: el policía Lucio Vásquez (con su frialdad de asesino nato), el titiritero Don Benjamín (y sus muñecos de ventrílocuo) y sin lugar a dudas, «el favorito» de cada tiempo (malo como satán, porque ahora nada tiene de bello).
2. El despertar de un pueblo abúlico que entró en desesperación.
Durante los últimos años del gobierno de Manuel Estrada Cabrera la población había entrado en un estado de apatía. El suicidio comenzaba a presentar características de epidemia y se volvió una especie de estatus social para salir dignamente de este mundo. Mas, el mal manejo de la pandemia de influenza, la miseria arraigada en los funcionarios del presidente felón y las engañifas —una tras otra— de funcionarios en plena decadencia moral como los actuales diputados al Congreso de la República (me refiero a los diputados del 2023, aunque algunos quedaron en sus curules), provocaron un estado de desesperación en la población que, felizmente, encontró un rayo de esperanza en el obispo José Piñol y Batres. Él era originario de la capital y el primer egresado del Instituto Pío Latino de Roma con el grado de doctor en Teología. Era el obispo titular de Granada, Nicaragua cuando se enteró del estado calamitoso en que se encontraba la sociedad guatemalteca. Buscó entonces apoyo en el Vaticano. Renunció a su diócesis y volvió a Guatemala amparado en concesiones especiales, entre ellas la de predicar sin estar sujeto a la jurisdicción de obispo alguno. Así, con la aquiescencia de fray Daniel Sánchez, rector del templo de San Francisco, programó nueve fundamentados sermones que, como bien dice el historiador Agustín Estrada Monroy, «eran cristianismo al vivo»[ii]. Sus denuncias desde el púlpito fueron luz en la oscuridad. Hoy no tenemos a un obispo con las canonjías y preeminencias que tenía José Piñol y Batres, pero sí hay religiosos que mantienen la veta del anuncio profético de la Buena Nueva.
3. El aparecimiento de la esperanza en el escenario menos pensado.
En 1920, la esperanza hizo presencia en el escenario religioso y el pueblo —bajo el influjo de los sermones de Piñol— orilló a la Asamblea Legislativa a destituir a Manuel Estrada Cabrera. En 2023 apareció en el escenario político cuando el pueblo, de manera inusitada, se pronunció por medio del voto. El símil consiste en que, donde menos se lo esperaban los mercachifles de la política, les saltó la liebre (y bien saltada).
4. Un estallido social en el horizonte (que debemos evitar a toda costa este año 2023).
Debemos evitar llegar a un estallido social como el ocurrido durante la Semana Trágica de 1920. Porque ese tipo de levantamientos es una de todos contra todos cuando las masas se despersonalizan. Los gritos de «¡otro toro, otro toro!» de las turbas que ingresaron al Palacio Nacional para aprehender a los funcionarios de Estrada Cabrera y lanzarlos desde el segundo nivel a la calle donde grupos de personas descontroladas los descuartizaban, aún resuenan en los oídos de la historia que se ha ocultado en los planes y programas de la educación formal. Baste decir que, de Miguel Cara de Ángel, que sí existió, solo se pudo rescatar un miembro inferior de su cuerpo para poder inhumarlo»[iii].
¿Se da cuenta, estimado lector? ¡Estuvimos a un tris de esa repetición! Pero, gracias a la cordura de la ciudadanía (pueblos originarios y citadinos) prevaleció la legalidad, la justicia y la moralidad. Y así debemos continuar, porque Guatemala merece paz y tranquilidad.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
[ii] Estrada Monroy, Agustín (1979). Datos para la historia de la Iglesia en Guatemala. Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia.
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