En horas de la tarde, ese 21 de junio, la sede de la CNT fue tomada por asalto. Hombres con los rostros cubiertos, fuertemente armados, rompieron vidrios y subieron por el techo para tomar el lugar y apresar a quienes se encontraban en reunión de trabajo. La mayoría de personas reunidas ocupaban la secretaría general de organizaciones sindicales en el país.
Ese crimen, como muchos otros cometidos durante el terrorismo de Estado, continúa en la impunidad pues no se ha individualizado y, mucho menos, investigado y perseguido a los responsables. Sin embargo, no hace falta urgar mucho para saber que, la responsabilidad intelectual e institucional recae en quienes financiaron ese estado de terror y hoy día sostienen la gestión corrupta y golpista del pacto de impunidad y terrorismo.
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Antes de esa fatídica fecha, muchas personas habían sido también detenidas y desaparecidas por fuerzas de seguridad. Después de ese día, miles más también correrían el mismo destino siniestro. La desaparición forzada en Guatemala se instaló como herramienta de represión sanguinaria por parte de un Estado que fue incapaz de hacer cumplir sus leyes, en ese entonces autoritarias, que buscaban impedir la reacción social ante la barbarie. Fueron décadas de lucha y miles de vidas truncadas, el costo que los pueblos de Guatemala pagaron para ganar el derecho a organizarse en sindicatos, a defender la educación, a buscar una vida mejor.
Hombres, mujeres, niñas y niños cayeron en manos de los cuerpos criminales de la maquinaria del terror. Las familias de ellas y ellos les han buscado desde el primer momento. Algunas ya han fallecido sin que dejasen un solo día de reclamar la aparición de sus seres queridos. Desde la década de los años 70, el Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, marcó paso a paso la ruta para la presentación de recursos, búsqueda en morgues, hospitales o centros de detención. A mediados de los años 80, el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) continuó esa lucha a la que luego se sumó también la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Guatemala (Famdegua).
Nombres como el de Marylena Bustamante, Emma Theissen Álvarez, Lucrecia, Emma y María Eugenia Molina Theissen, suenan en la memoria por la búsqueda de sus seres queridos. Por Emil y Marco Antonio. También suenan muchos nombres de familias que buscan a sus seres queridos y de quienes el Estado continúa sin dar respuesta de su paradero. Pese a varios procesos de exhumación y registros de ADN, la identificación de cuerpos encontrados sigue lenta, sin que miles de familias tengan respuesta a su tormento.
Los caminos polvorientos, las calles, los barrancos, los llanos alejados, los cementerios, incluido el cementerio clandestino en la zona militar de Cobán, hoy llamada Creompaz, han conocido los pasos de quienes buscan. Mujeres y hombres que buscan a sus seres queridos, cónyuges, retoños o familia inmediata, siguen guardando un lugar para su ser querido y un momento para despedirle con dignidad. Sin embargo, el silencio, la complicidad, la impunidad y la tortura por la ausencia, siguen como única respuesta a la pregunta: ¿Dónde están?
Por eso, es necesario recordar día con día. Contar la historia y afirmar que nadie se nos ha olvidado. Que las calles de esta ciudad nos muestran los rostros de quienes fueron arrancados brutalmente del abrazo familiar. Por ellas y por ellos, las familias siguen buscando, hasta encontrarles.
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