Esta característica aclara el porqué de los golpes a estas personas, no deja de preocupar que el hecho de la sustentación de su captura se encuentra enmarcada en la ley contra el terrorismo. Esto implica que de ser declarados culpables —otro hecho que muestra la cara cooptada de la justicia—, pueden tener sentencias de hasta 30 años.
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El uso de la guerra jurídica como mecanismo para generar terror no es nueva, el problema es que en Guatemala se hace a pesar de un régimen político que no se adscribe a tales decisiones, pero que se encuentra expuesto a estas, esencialmente cuando su principal adversario se ubica en el barrio de Gerona, aunque no actúa sola. Los grupos que la sustentan son diversos y amplios, la única característica en común es que son conservadores —adversan el cambio, por mínimo que sea— así como no se sienten cómodos con la gestión de Bernardo Arévalo, a pesar de que lo tienen maniatado por todos lados.
Esa configuración variopinta y diversa de los grupos que apoyan los golpes «jurídicos» del MP pretenden amilanar aún más al actual régimen de gobierno. Seguramente, los golpes de la justicia realizada por medio de «armar casos» a la carta en contra de adversarios políticos satisface a muchos. Algunos de ellos callan convenientemente, mientras otros se manifiestan de manera pública y consideran estos procesos como dignos de ser replicados.
La reacción del Gobierno, a pesar del buen discurso del presidente Arévalo y del pálido pronunciamiento de la vicepresidenta no serán suficientes. Al contrario, los va a arrinconar más, con lo cual el resto de su gestión podría tornarse insufrible, sin sentido e hipotecado en su futuro, si no se toman acciones que superen discursos, posturas y nostalgias de un pasado que no se puede repetir.
En definitiva, el presidente Arévalo necesita recobrar su capital político, lo cual es sumamente difícil en las actuales circunstancias, pero el resultado demanda ese riesgo. Requiere, eso sí, de una actitud distinta a la mostrada hasta ahora, la diplomacia tampoco va a ser un seguro para evitar la debacle, el régimen no puede seguir la ruta que se ha marcado. No se pueden esperar resultados distintos con acciones tácticas sin sentido estratégico, y lo peor, hipotecaría también la esperanza de una sociedad que espera más de este nuevo grupo en el gobierno, pero que poco ha capitalizado en su gestión para adquirir poder.
La democracia como punto de arranque no fue suficiente, pareciera que ahora se observa más como punto de llegada. Esta actitud no está exenta de grandes peligros, la autocracia que sembró el régimen anterior posee tentáculos que amarran a la actual gestión, el Congreso de la República es una muestra de su nula aptitud para atender la problemática de la sociedad y buscar el bien común.
La ilógica de la corrupción impregnó todo el sistema de candados y zancadillas. Una condición que para las élites es lo mejor, pues no afecta sus intereses y privilegios, así como también beneficia a los grupos corruptos que medran dentro del Estado.
La defensa de la democracia, no necesariamente del Gobierno, requiere de la articulación de fuerzas y grupos. En este momento, no se valen las divisiones absurdas, el hoy demanda acciones y posturas destinadas a defender lo poco que se ha avanzado, por eso se necesita de todos los grupos sociales.
La democracia se debe defender en la calle, dice la socióloga Laura Sala, una verdad irrefutable.
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