De acuerdo con la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos de Guatemala (UDEFEGUA) las agresiones bajaron casi un 50 %, de 9,496 registradas en el año electoral se redujeron a 4,133 en 2024. Pero no se alegre tanto. Porque mientras las agresiones disminuyeron, los asesinatos aumentaron. Veintiocho personas defensoras fueron asesinadas. Es decir, en 2024 se firmó un acta de defunción de defensores y defensoras cada 15 días. ¡Una ejecución cada dos semanas!
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Los netcenters, esas fábricas digitales de odio que se han popularizado tanto, fueron responsables de más de 8 de cada 10 agresiones (3,501 ataques), el resto se repartió entre grupos fundamentalistas y conservadores (326) e integrantes de partidos políticos (124). Podríamos suponer que, ante semejante panorama, las autoridades del Ministerio Público han tomado cartas en el asunto, que los casos se investigaron, que alguna de esas personas tuvo que enfrentar la justicia. Pues, en la mayoría de los casos, no. Según una investigación realizada por la Convergencia por los Derechos Humanos entre 2018 y 2024 se procesaron más de 3.8 millones denuncias de las cuales el 87 % fueron desestimadas. Del 13 % restante, la mayoría no obtuvo sentencias favorables.
El sistema de justicia guatemalteco es, digamos, selectivo. Aquí funciona así, imagine a un portero de discoteca, robusto y con cara de pocos amigos, que decide quién entra y quién no. Si usted llega a esa puerta con carnet de defensor o defensora, periodista, comunicadora, abogada, juez o magistrada independiente y apegada a las leyes, la entrada le es vetada. Es decir, la mayoría de los casos de agresiones en su contra quedan impunes.
La criminalización, de acuerdo con el informe de UDEFEGUA, no comienza con una orden de captura, sino con un mensaje venenoso en redes sociales o una difamación viral, se documentaron 2,176 casos de estigmatización y este es el primer eslabón de una cadena de acciones que puede terminar en la cárcel o, en el peor de los casos, en el cementerio. Además, hubo 813 denuncias por difamación, 626 por hostigamiento, 119 por calumnias y 117 por amenazas.
Con respecto a la criminalización de mujeres la violencia tiene firma patriarcal. El informe de la UDEFEGUA destaca que las defensoras sufren formas específicas de agresión, más sutiles y a la vez más crueles. Los ataques buscan lacerar su entorno, su rol de cuidadoras, sus vínculos afectivos, su posición ética y política. No es solo una agresión a la persona, es un intento de despojarlas de sus proyectos de vida. Lo personal es político, ya se ha dicho, pero en Guatemala es, además, peligrosamente subversivo.
Y como aquí la justicia no se imparte, sino que se ejecuta como un castigo, si tiene usted la mala suerte que le toque uno de los tres juzgados que se prestan a esta ruleta, la situación se complica más y más. Todo esto viene en combo junto con leyes regresivas, represión legalizada y una política que convierte en «enemigo» a todo aquel que no se acomode al poder económico o militar. ¿A qué otro momento histórico les recuerda esto?
Mientras tanto, la aprobación de la Política Pública de Protección a Personas Defensoras no es una mera demanda burocrática: es un salvavidas en medio del naufragio. Han pasado trece años desde que la sentencia de la Corte IDH le solicitara al Estado guatemalteco esta política y un Plan de Protección a Periodistas. Que esto siga sin aprobarse es una afrenta a la dignidad humana.
Y, sin embargo, se mueve.
Porque en ese contexto tan hostil para la defensa de derechos humanos, el ejercicio de la labor periodística y la impartición de justicia, en 2024 la resistencia ciudadana ha permanecido, defendiéndose con el cuerpo, con las acciones colectivas, con los pies en la tierra o en el asfalto caliente. No está dormida como les gustaría a muchos, está, como dice Raúl Zibechi, «creando espacios sociales lejos del control de los poderosos, en los que practican un discurso oculto que emerge en la superficie cuando se producen grandes rebeliones». Este es un país de movimientos telúricos y los terremotos, ya se sabe, siempre se gestan desde lo profundo.
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