Las manifestaciones de mujeres católicas identificadas con un ideario anticomunista fueron continuas y crecientes en la ciudad de Guatemala durante la década revolucionaria. Patricia Harms indica que tales demostraciones públicas fueron modelando una perspectiva de un caos en el país y subraya lo ya indicado en otras fuentes historiográficas, el papel clave desarrollado por el arzobispo Rosell y Arellano. Por lo tanto, la protesta de las mujeres que laboraban en el mercado central venían a profundizar más aquella sensación de caos. ¿Por qué protestaban? ¿Cómo se posicionaban frente al gobierno de Jacobo Árbenz? Basándose en distintas fuentes primarias, como El Imparcial, Hojas Sueltas, Nuestro Diario y El Diario de Centroamérica, Harms reconstruye y analiza las acciones de aquellas mujeres, desde dos focos que me parecen importantes.
Conflicto laboral en el Hospicio Nacional
El hospicio se estableció en 1857 mediante una serie de iniciativas privadas y fue encargado a las Hermanas de la Caridad, quienes habían proveído hasta la fecha educación y cuidado a los niños y las niñas huérfanas. Desde esas condiciones, durante el gobierno de Árbenz se producen dos cambios importantes: se nombra como director al señor Gabriel Alvarado, un republicano español exiliado, y la institución se pasó a nombrar Centro Educativo Asistencial.
Bajo la administración de Gabriel Alvarado, se animó al personal a sindicalizarse al Sindicato de la Educación de Guatemala (STEG), lo cual fue adversado por siete Hermanas de la Caridad, tres de las cuales fueron transferidas a otra institución en Mazatenango en junio de 1951. Otros empleados que se negaron a sindicalizarse fueron despedidos.
Exalumnos del hospicio pidieron al presidente Árbenz el regreso de las religiosas, enfatizando el cuidado que habían recibido de ellas. Otras instituciones educativas se pronunciaron a favor de la religiosas; por ejemplo, el Colegio Santa Teresita, el Colegio Santa Rosa y el Colegio Belga, también las Asociaciones de Maestras Cristianas y de Maestras Católicas. Miembros del sindicato, por su parte, sostenían que varios de ellos eran católicos y que la cuestión por debatir no era de tipo religiosa, sino de cómo las Hermanas de la Caridad habían incitado una atmósfera de hostilidad en nombre del anticomunismo que dificultaba el proceso educativo. En medio de pronunciamientos y negociaciones, se presentó al presidente Árbenz la petición firmada por mil personas, la mayoría proveniente de mujeres que laboraban en el mercado central. Se solicitaba la destitución de Gabriel Alvarado, el regreso de las tres religiosas, la reinstalación de los empleados despedidos y el mejoramiento del plan nutricional del hospicio.
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Después de una semana de tensiones, los trabajadores opuestos al director inician una huelga el 11 de julio. Los apoyan las mujeres del mercado bajo lemas como «abajo el comunismo, arriba la religión». Rosell y Arellano llega en un gesto simbólico, pero se retira llamando a la prudencia. El asistente del Ministro de Educación, Carlos González Orellana, llegó a mediar, pero sin éxito. Otras mujeres y hombres atacaron la Escuela Jacobo Sánchez, el lugar de publicación del periódico comunista Octubre. La mañana siguiente siguió la protesta. Una delegación de las mujeres del mercado central, encabezadas por Carlotta de Castellanos, se dirigió al Palacio Nacional, al que trataron de entrar por la fuerza. Un representante del gobierno salió a dialogar y se accedió a nombrar a un nuevo director, Ernesto Cofiño y las hermanas fueron reinstaladas junto a los trabajadores despedidos. Sin embargo, la violencia siguió en ese día, incluido un tiroteo, y como consecuencia de ello, se decretaron treinta días de suspensión de las garantías constitucionales.
Las identidades de la mujeres del mercado central
Según Harms, las mujeres del mercado representaban una compleja constelación y eran vistas en las percepciones de la época como ignorantes y cercanas a una zona dudosa de inmoralidad. Con mucho acierto, Harms trae a colación el trabajo de David Carey, quien a través de distintos procesos legales de la época ubiquista en el libro I ask for Justice, establece la importancia del concepto del honor para las mujeres de clase media y alta, no así indígenas y de clases populares que deberían salir a trabajar y resolver la vida cotidiana en medio de luchas y conflictos cotidianos sin importar el qué dirán. Por lo tanto, las mujeres del mercado central eran vulnerables económicamente hablando, pero, como puntualiza Harms, vivían fuera de las normas rígidas del género y de ahí su capacidad de movilización sin importar las ópticas sociales.
Por otro lado, como prueba Harms, se trataba de mujeres pragmáticas. Seguramente algunas de quienes protestaron habían sido beneficiadas con las grandes iniciativas sociales de Elisa Martínez de Arévalo y María Villanova, respectivamente esposas del presidente Arévalo y Árbenz, e incluso participado de la Alianza Femenina Guatemalteca, organización que se identificaba con idearios revolucionarios. Una anécdota resume ese sentido pragmático: seis meses antes de la caída del gobierno de Árbenz, las mujeres que trabajaban en el Mercado Sur piden a María Vilanova ser la madrina del mercado y en la primera visita de Odilia de Castillo Armas aquellas mujeres muestran su simpatía y posan alegremente en una foto.
¿Por qué estas mujeres se sintieron convocadas a entrar en el conflicto del hospicio? No hay una respuesta clara, pero las hipótesis de Harms giran en torno a la cercanía espacial y los rumores que se expandían sobre malnutrición en la institución e incluso alegaciones de abusos a menores. Por otra parte, el hospicio generaba una empatía emocional en estas mujeres por ser prácticamente el único lugar en donde los niños de extrema pobreza podían tener una protección. Además, existían antecedentes de apoyo al arzobispo Rosell y Arrellano, como cuando ellas llegaron a la sede arzobispal a apoyarlo ante rumores que iba a ser expulsado en 1946. Fue evidente cómo el arzobispo y los sectores conservadores que representaban, no obstante la idea tradicional de que la mujer debía quedarse en casa, lograron articular protestas ciudadanas femeninas con efectividad. Por último, desde hacía varios años, la inflación había golpeado duramente a las economías informales y esto creaba un descontento en los mercados. Las mujeres que vendían chocolate en el mercado de Mixco ya habían salido a protestar por el precio del azúcar.
Conclusiones de Harms
Este episodio histórico se sitúa en relación con conclusiones que Harms articula en este capítulo y en otras partes de su libro. Una de ellas es dejar de ver a las mujeres que salieron a protestar a las calles contra los gobiernos revolucionarios como manipuladas, sino entender la agencia que ejercieron en circunstancias particulares. Asimismo, Harms llama la atención sobre cómo el desgaste producido por protestas de mujeres en la ciudad pudo haber sido contrarrestado si el proyecto revolucionario hubiera visto a las mujeres como aliadas y sujetas políticas con quienes hacer pactos nacionales, especialmente respecto de las mujeres campesinas. Por el contrario, la revolución fracasó en integrar a las mujeres guatemaltecas, en pocas palabras, en transformar el discurso de igualdad en una igualdad real para ellas. En consecuencia, Harms indica que, no obstante las injerencias geopolíticas norteamericanas fueron decisivas para derrocar el proyecto de la Revolución del 44, es necesario fijarse también en las dinámicas internas de aquellos años y muy especialmente desde una perspectiva de género para entender el trágico fin en 1954.
Datos bibliográficos del libro
Harms Patricia, Ladina Social Activism in Guatemala City 1871-1954. University of New Mexico Press, 2020.
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