Misión cumplida

También aprendí a disfrutar la música. En especial, esa que llaman clásica aunque, en realidad, hay otras formas melódicas que ya lo son desde otros ritmos. Tchaikovsky, Chopin y Beethoven, en particular, acompañaron nuestra infancia y sembraron las melodías que la rodearon. Cuando volví a ver de nuevo Fantasía, ya de adulta, entendí la obsesión suya porque la viéramos de pequeñas mi hermana y yo. 

El aprecio por el teatro es también otra lección que recibí en jornadas matutinas los domingos. Desde las jornadas de teatro infantil, mi amor por esa expresión artística se cultivó y acrecentó. Usted, viejito querido, fue el sembrador de esa pasión.

Alejar el peligro, cuidar la salud, identificar riesgos de diversa naturaleza son también lecciones de vida que me formaron. Su generosidad también marcó mi vida y me mostró un camino a seguir.

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Usted y mi madre son los pilares de mi amor por la lectura y por las letras en todas sus manifestaciones. Haber aprendido a leer me abrió las puertas a un mundo en el que entré desde pequeña y que me ha llenado la vida de satisfacciones. A estas alturas de la vida he perdido la cuenta de los libros que han pasado por mis manos y mis ojos. Las miles de aventuras, historias, ideas y pensamientos que han nutrido mi formación.

Como lo recuerdan mis primas y mis primos, la enciclopedia Lo sé todo, que brillaba en nuestra casa, nos brindó el acceso a un conocimiento importante y diverso. Ahora, ya mayor, caigo en la cuenta de que debió pagarla por abonos, como se acostumbraba, y que ese pago representó un sacrificio para usted. Quizá por eso, caminaba de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, casi seis kilómetros por viaje cada día. Ahorraba lo de la camioneta (el bus como se le dice ahora), seguramente para tener el pago de los libros.

Con la llegada de la temporada de lluvias, llegaba también la compra de botas para que no nos mojáramos los pies durante los aguaceros. Al final del año, las dosis semanales de vitaminas que fortalecían nuestro sistema inmunológico, ayudaban a que los resfríos no fueran la constante. Aprender nuestra dirección y repetirla para tener certeza de que la sabíamos, le daba seguridad de que en caso de perdernos, sabríamos cómo volver a casa.

Migrar junto a nuestra madre fue también un sacrificio para ambos. La separación de sus retoños no habrá sido fácil ni sin dolor para alguien que vivía preocupado por darnos lo mejor de la vida. Gracias a ese esfuerzo de ustedes, completamos el ciclo formativo y le dimos esa satisfacción, desde la distancia. Al final de su camino, sus nietos le llenaron de orgullo con sus logros, mismos que fueron posibles gracias a la formación que fue posible por el sacrificio de usted y la viejita. Hoy solo puedo decirle: Gracias, padre querido, vuele alto que su misión está cumplida. 

PD. Durante dos semanas estuve ausente de estas páginas digitales. La enfermedad de mi padre primero, y su partida después, hicieron para mí imposible cumplir con el compromiso asumido. Presento desde este espacio mis disculpas por esta ausencia.