El lunes 10 de febrero, la ciudad despertó con el dolor ahogado en la garganta. Un bus extraurbano, cargado de personas trabajadoras cayó desde un precipicio y se ensartó en el río Las Vacas. Al momento de escribirte no hay certeza plena de cuántas personas viajaban en el bus. El Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), reporta la realización de necropsia e identificación de 54 cuerpos. Según la entidad, ocho personas fueron trasladadas al Hospital General San Juan de Dios (HOSPIGEN) y al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).
Según algunas informaciones, el bus corría a una velocidad muy alta y en su trayecto embistió al menos a otros tres vehículos. Esto daría pie a considerar que los frenos habían fallado y por ello la imposibilidad del piloto para controlarlo. Pero, ¿por qué un automotor sin condiciones adecuadas circula y, además, posiblemente con sobrecarga?
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En realidad querido Emil, eso no es extraño. Como recordarás, porque ya en la época en la que el terrorismo de estado te secuestró y desapareció —el 13 de febrero de 1982—, eso ya sucedía. El transporte urbano y extraurbano en Guatemala no ha sido un servicio funcional y eficiente. De manera que esta no es la excepción. Los buses corren a velocidades extremas y sin que las autoridades responsables en la Municipalidad de Guatemala y la Dirección General de Transportes del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, les pongan un alto o impongan control.
El sistema de transporte urbano y extraurbano está en las manos de carteles mafiosos que, en el caso del servicio en la ciudad, lucra con los subsidios o sirve para engordar la bolsa de la familia que parasita en la alcaldía capitalina. En el caso del transporte extraurbano a nivel nacional, de igual forma es manejado por grupos que evaden la responsabilidad de garantizar la seguridad de las personas usuarias.
Como la casi totalidad de servicios prestados por particulares, al no haber control de lo que dan a cambio de la tarifa, estafan a la clientela al no cumplir con las pocas normas vigentes. Eso sí, hacen gala de su práctica de cartel cuando impiden por todos los medios que en el Congreso se legisle para que funcionen adecuadamente. El piloto del bus también perdió la vida en la tragedia. Muy posiblemente usó una ruta no usual para cumplir con el horario impuesto por sus patronos y, lo más seguro, es que manejara una unidad en estado deplorable de funcionamiento, y que tampoco percibiera un salario y prestaciones acordes con la ley.
Esa tragedia, querido Emil, pinta de cuerpo entero la realidad de hoy, que difiere muy poco —o casi nada—, de la que atestiguabas con tu trabajo dedicado a mejorar la vida de las personas. Hoy, como entonces, hace ya 43 años, las personas más pobres pagan con su vida la inequidad, la exclusión, la irresponsabilidad y la pobreza en la que nos ha sumido la ambición desmedida del poder político y económico.
Al llorar en silencio por las víctimas que provenían de Santo Domingo Los Ocotes, San Antonio La Paz, El Progreso a trabajar en la ciudad, también alzamos una vez más la voz para exigir justicia por tu desaparición y para que las autoridades respondan para dar con tu paradero.
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