Por lo tanto, no extraña que en el caso de Guatemala veamos que la educación es el último de los ámbitos de interés real para programas de gobierno. El sistema educativo solo llama la atención a partir de los recursos que, como la miel, atraen a los depredadores que se alimentan de la corrupción. Porque, si de algo se han asegurado quienes han estado al frente de la cartera de Educación, es de hincarle el diente al presupuesto. No es para menos porque, irónicamente y como dirían las abuelitas: «Para taparle el ojo al macho», en el Presupuesto General suele asignarse una mayor cantidad de recursos a la educación.
Sin embargo, que en el papel se indique un monto mayor que al Ministerio de Defensa, por ejemplo, no significa que por ello la educación pública, así como la salud, goce de las mejores condiciones de funcionamiento.
Un claro ejemplo ilustrativo de esto lo representa la denuncia del diputado Orlando Blanco, quien indicó que en las bodegas del Fondo de Desarrollo Social (Fodes), del Ministerio de Desarrollo, encontraron más de cinco mil pupitres sin distribuir. Esto cuando no son pocas las imágenes que muestran a niñas y niños de escuelas públicas acarreando ladrillos o trozos para utilizarlos como sillas y pupitres ante la falta de los mismos en las escuelas.
De igual forma hay una denuncia del mismo diputado con respecto a las instalaciones del edificio del Instituto de Señoritas Belén, cuyo edificio es patrimonio cultural de la nación. Las imágenes muestran un deterioro impresionante de todo el inmueble. El techo, las paredes, los patios antañones del instituto, los pasillos, el cielo falso, en fin, cada espacio de una obra arquitectónica, y centro de formación de generaciones, muere con cada día que pasa.
[frasepzp1]
Pero, ¿qué hay detrás de esta situación? El sistema educativo nacional ha sido abandonado por diversos gobiernos y utilizado cual monedero o caja chica. Esto en contubernio con el sempiterno secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG), Joviel Acevedo. Ya sea con las personas al frente de la cartera educativa o directamente con los presidentes, Acevedo ha negociado el manejo de los recursos destinados al personal docente y a la mejora de su calidad.
Convertido en una mafia al servicio de la corrupción, dicho sindicato y su liderazgo han convivido con las políticas neoliberales y castrantes de la educación. Joviel y el STEG que él dirige han sido los perfectos peones de anulación del pensamiento crítico desde el gobierno de Óscar Berger y su ministra María del Carmen Aceña. El gobierno de Álvaro Colom, al suscribir el pacto colectivo negociado desde su antecesor, consolidó el poder de Acevedo y lo catapultó como verdugo de la educación.
La tapa al pomo la colocó Cinthya del Águila, quien destruyó el sistema de Institutos Normales para la formación de magisterio e impuso –mediante el uso de la violencia– un bachillerato sin futuro. El discurso neoliberal de la pseudo reforma educativa habla de mejorar la calidad docente mediante la formación universitaria. Sin embargo, no contrata a quienes egresaron de las promociones surgidas del acuerdo con la Universidad de San Carlos, en 2013. De hecho, diez años después, se planteó el total de la reforma educativa, impuesta por Del Águila durante el gobierno del Partido Patriota.
De manera que todas las figuras al frente del Ministerio de Educación, desde al menos el inicio de este milenio, así como el secretario general del STEG, son responsables de la debacle educativa. Tienen en sus espaldas el triste mérito de haber destruido el sistema de educación y, con ello, cercenado un derecho fundamental de la niñez y adolescencia en Guatemala.
Más de este autor