No es solo Bertha, han sido millones quienes han sufrido con dignidad, solidaridad, valentía todas las luchas. Han enfrentado el odio que se ha traducido, muchas veces, en violencia, desprecio, exclusión y agresión debido a la inferioridad humana y civilizatoria que ostenta y caracteriza al racista, como estos diputados.
Tanto el diputado Enríquez, como la hija de Sandra Torres, gran desconocida, son diputados no por derecho legítimo, sino por estar en los círculos de la corrupción e impunidad. Espacios que son la llave y la chapa que permite el ingreso a los ámbitos donde se ejercita el corrupto poder colonial y colonizador.
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En cambio, Bertha, como los contingentes humanos que han sido odiados por su condición cultural, social y científica están en los lugares que han ganado con esfuerzo, inteligencia, valor y conciencia humana y social. Desde ahí se habla con dignidad, poesía, ternura. Como dice Daniel Matul, debemos dirigirnos con respeto y sensibilidad hacia el otro, aunque este otro sea un ignorante vestido de traje y corbata con la biblia en una mano y, con la otra, maquille de europeo su aspecto ladino-colonialista para ocultar su ignorancia.
El falso aspecto de «clase», lo han obtenido engañando y manipulando a la gente, no con trabajo digno, como el que ejercen los que ellos odian: los pueblos. Aprovechando la buena fe de la población, su entrega espiritual y su práctica social sin corrupción, ambos diputados, estafan sin escrúpulo alguno a través de la Biblia y el partido político, traicionando moral y materialmente a quienes los eligen.
El ejercicio del poder colonial se tiñe de violencia para ocultar la inferioridad humana de estos personajes. Uno abraza en la iglesia a los indígenas que diezman, mientras en la calle y el trabajo, escupe su odio hacia ellos. Y la otra, se toma fotos con los pueblos y viste sus indumentarias culturales en tanto llegan al espacio de la impunidad y la corrupción que es el poder en este país.
Utilizan el argumento legalista y justifican así su mediocre actuación y situación. Sin embargo, la ley la hacen los poderosos para defender el sistema que los mantiene. La ley se aplica al subalterno con rigor, mientras para los impunes la justicia avala sus tropelías, odios e inmoralidades. La ciencia social lo llama: ejercicio opresor del Derecho, como instrumento de exclusión y dominación o, como lo llama Foucault, tecnología de poder.
El miedo que les inspiran los indígenas es por la conciencia de las agresiones sangrientas y dolorosas contra los pueblos. Tienen pavor de que la tortilla se voltee. ¡Ignorantes! Los pueblos han sido pacíficos, provenientes de una matriz civilizatoria que privilegia la vida y no la muerte como la de los racistas asustados. Tienen miedo de la emergencia reivindicativa de voces, personas, aportes, enseñanzas y de la cultura que se expresa de manera contundente cada vez más y de manera amplia.
Intelectuales, artistas, deportistas, expresiones socio-culturales y lingüísticas, festivales y literatura inundan las redes sociales, los espacios públicos. Esto fortalece el sentimiento del «nosotros», ante la orfandad identitaria de los racistas, cuyo ejemplo son los diputados que violentaron la dignidad humana de una mujer, portadora de símbolos y pensamientos alternativos para la construcción de la nación plural. No la corrupción e impunidad.
La emergencia de nuevas formas de racismo responde a la ignorancia, temor, inferioridad cultural y odio, como patadas de ahogado ante la justa reivindicación de los pueblos. Indudablemente, estamos en un escenario de riesgo violento de parte de estos energúmenos sociales, capaces de todo por su propia condición de privilegios mal habidos tanto en lo religioso como en lo político.
Esta infografía resume, visualmente, el contexto estructural del racismo, permanente y cruel, cuyos adalides y portadores, en este caso, son el diputado Sergio Enríquez y la hija de Sandra Torres (hasta su nombre no puede ser recordado por lo insignificante de su actuación como diputada). El organizador gráfico resume la complejidad del racismo y su aterrizaje en la realidad guatemalteca, para entender por dónde está la lucha de su erradicación a través de las armas del intelecto, la conciencia, la articulación y la lucha permanente, debidamente orientada.
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