Valoró la existencia de la clase media, a quien consideraba educada e individualista y que su modo de vida ha inspirado el «Sueño Americano», ideología que se exportó al mundo. Esta fue aceptada voluntariamente por los países, en este caso latinoamericanos; y otros, por la fuerza, invadiéndolos con el pretexto de defender e imponer la democracia y la libertad en modo «americano».
Ese concepto y modelo de democracia, igualdad y libertad ha nacido de las élites de poder occidental, no de las clases o grupos subalternos. Las primeras, para mantener el control del Estado moderno, fingen democracia a través de sistemas políticos que, en la letra, plantean representación, participación y legalidad. Sin embargo, el sistema no escapa al control de esas élites, lo que contradice los elementales principios democráticos de igualdad y de libertad que nos imponen.
Tocqueville, lo entendió perfectamente. Se impresionó por el sistema democrático exitoso, al mismo tiempo entendió que democracia e igualdad no eran prácticas absolutas y extendidas. En otras palabras, no eran prácticas democráticas que promovieran la libertad ya que en su obra observó y criticó la esclavitud hacia los afrodescendientes y la discriminación hacia los nativos americanos.
Somos los subalternos quienes nos emocionamos y aspiramos a la democracia, igualdad y libertad ; en tanto, los impulsores de esas narrativas controlan que los cambios, en nombre de dichos valores, no transformen nada. En Guatemala, desde 1985, quienes ejercían el poder —militares y empresarios— nos indujeron la idea de una transición democrática, la cual no ha dejado de ser una transición eterna e incompleta.
[frasepzp1]
La tragedia que viven los migrantes latinos en Estados Unidos impacta en lo más profundo de nuestro ser —individual y social— porque, por lo menos, tenemos un familiar migrante que hoy vive el horror de la violencia de Estado, en nombre de su democracia, igualdad y libertad. Legalmente se violan los derechos humanos de adultos y de niños. Se prohíbe la educación, la salud y el trabajo. Se condena al migrante sin darle el más elemental derecho a la defensa, como dicta el modelo democrático que nos han impuesto.
Lo que se vive en Estados Unidos es un racismo legalizado, en un país que implantó su idea de igualdad y libertad. No obstante, la atención se ha centrado en los migrantes latinoamericanos por su apariencia física —mestiza o indígena—, mientras que no se ha prestado la misma atención a migrantes de origen alemán, italiano, británico, holandés, entre otros. Aparte, el discurso de odio hacia nuestros compatriotas se expresa en agresión y violencia física, aunque muchos tengan residencia, otros tengan permisos temporales y otros en vías de querer legalizarse.
En nombre de esa democracia, igualdad y libertad, se castiga al que trabaja y aporta riqueza al país del norte. Franz Fannon[1], planteaba que el amo bestializa al esclavo y así tener vía libre para explotarlo y someterlo. Asimismo, agregaba que la opresión no solo se siente en el cuerpo, sino también en la forma de pensar y en los sentimientos. Los discursos oficiales del gobierno estadounidense, califican a los migrantes como delincuentes, drogadictos, violadores, etc., para poder arremeter contra ellos sin límite alguno.
¿Quién podrá defender a los migrantes? ¡Nadie!
Más allá de lamentos y solidaridades huecas, los gobiernos no podrán cambiar el rumbo que está tomando el de EE. UU. Por lo visto, desde la llegada del presidente Trump, ni Rusia ni China ni la Unión Europea, (¡Estados Unidos está apoyando la invasión a Irán!) han podido contener plenamente el nacionalismo autoritario y extremista del país del norte. Menos nuestros débiles y corruptos países que, según afirmaba contundentemente Carlos Guzmán Böckler, la mayoría de gobiernos son entreguistas y bisagra del colonialismo externo. Siempre obedecen los dictados de los países imperiales que se han turnado en el gobierno mundial.
Volver a la raíz del nosotros, a nuestra diversidad cultural, a la construcción de la comunidad —urbana y rural—, a la economía local y a los valores compartidos podría constituir un espacio de refugio y desarrollo mientras pasa el vendaval, ya sea para bien o para mal.
________________________________________
[1] Piel negra y máscaras blancas (1952) y Los condenados de la tierra. Francia (1961).
Más de este autor