Quién iba a decir que en el racimo de operaciones de nuevo rico corporativo de Manuel Baldizón, que había recibido además beneficios irregulares de Alejandro Sinibaldi y de Norberto Oderbecht, estaría también toda una aventura perniciosa de transacciones bancarias que llegaron a acusaciones del FBI y de la justicia estadounidense.
La escasa difusión que ha tenido en el medio la desaparición sigilosa, en manos de la Superintendencia de Bancos, del Banco de Crédito, manejado por una familia de apellido Cóbar, bien nos muestra la necesidad urgente de mayor regulación económica, financiera y mercantil en el medio. El citado banco llegó a poner en riesgo incluso inversiones del IGSS en el sistema financiero guatemalteco.
Resulta ser que en una presentación a la Junta Directiva del IGSS, en marzo de 2019 la Gerencia Financiera y su área de expertos en inversiones comienzan a reportar el deterioro financiero que manifestaba un banco del sistema denominado Banco de Crédito.
Las cifras reportaban una merma de su capital y resultados negativos, según datos de su balance. El IGSS a esa fecha mantenía una inversión cercana a los Q63 millones con dicho banco, y el deterioro, según los expertos, era un tanto sorpresivo. Al final, el dinero pudo ser recuperado, con mucho sudor y esfuerzo.
Como suele suceder en estos casos, los técnicos del IGSS se encargaron de informar a la Junta Directiva sobre el inicio de los incumplimientos por parte de dicho banco, a la vez que notificaron a la Superintendencia de Bancos y solicitaron al Departamento Legal que evaluara las acciones a tomar.
La comunicación con la Superintendencia de Bancos era en extremo reservada, pero este escribiente bien preveía que se trataba de un tema de mala gobernanza de dicho banco, lo que es muy común en las crisis bancarias actuales: cuando la cabeza anda mal, e incluso desviada en corruptelas, las cosas pueden ponerse color de hormiga.
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El caso Baldizón y su captura en Estados Unidos permitió, además, como lo relata Bill Barreto, la captura del banquero guatemalteco Alvaro Estuardo Cóbar Bustamante, directivo del Banco de Crédito en Miami, Florida, en noviembre de 2019. El banquero fue acusado de efectuar transacciones financieras en territorio estadounidense, teniendo como fuente de dinero el tráfico de drogas. Baldizón fue el intermediario de tales operaciones y grabó a Cóbar, según fuentes dignas de todo crédito.
Baldizón reconoció haber recibido fondos provenientes del narcotráfico, entre los años 2014-2015 para su campaña política. Pero, además, como suele suceder en estos cuchubales, también se compró un apartamento en Miami, Florida, según lo refiere el propio Departamento de Justicia.
De acuerdo con las cortes de tal país, el político conspiró con intencionalidad y acordó con otras personas conocidas y desconocidas por el Gran Jurado para cometer diversas ofensas en contra de los Estados Unidos, llevando a cabo transacciones financieras afectando el comercio interestatal y exterior, siendo ilícito el orígen de estas.
Según amplios reportajes de Plaza Pública y de Francisco Rodriguez, los testimonios utilizados en contra del banquero Alvaro Cóbar y que también ampliaban la telaraña a negocios corporativos y personales de Acisclo Valladares, venían de declaraciones de Manuel Baldizón, sobre quien pesaba una pena de cárcel de cerca de dos décadas por sus felonías.
Hemos escrito ya sobre Acisclo en varias oportunidades y de las hazañas del Agente Especial del FBI, Paul J. West, quien ha venido investigando las acciones vinculadas al narcotráfico en Guatemala.
Veamos ahora las relaciones entre Baldizón y Sinibaldi:
Las más recientes resoluciones judiciales a favor de Baldizon y Sinibaldi dejan para la posteridad lo urgente de darle un giro drástico a todo el sistema de justicia guatemalteco. Resulta evidente, en ambos personajes, el dolo, la alevosía y la ventaja para defraudar al fisco y a los contribuyentes, utilizando su posición de candidatos de dos partidos políticos al final de la era Colom. Incluso se repartieron coimas otorgadas por la empresa Oderbecht, para la continuación de sus proyectos de infraestructura en Guatemala.
Veamos aquí la amplitud de uso de los vehículos comerciales creados para llevar el dinero a sus bolsillos, y que le costó a Baldizón su aprehensión y acusación penal en los propios Estados Unidos de América.
Según investigaciones de la verdadera y original CICIG, antes de su declive, entre Norberto Oderbecht y Alejandro Sinibaldi Aparicio se triangularon fondos a través del Meinl Bank, de la isla caribeña de Antigua y Barbuda, pero con sede en Viena Austria, adquirido por Oderbecht para el pago de sobornos en América Latina.
Se trata de un racimo de empresas controladas, unas por Sinibaldi y otras por Baldizon y que merecen mencionarse: Lenneberg Investment Corporation, LATAM Independent Advisors INC, ROA Corporate Legal & Economic Advisory, INC, Century Investment Company, American Legal Advisor Corp, Rentamos LTD, Jianjsu Dengda Automobile Co.LTDA, BRIANZA Marketing Corp y una empresa de China sin identificar. Nótese la diversidad de negocios: arrendamientos, venta de autos, asesoría legal, inversiones en general, etc.
Cabe indicar que tales empresas estaban también domiciliadas en otras islas caribeñas como las Islas Vírgenes Británicas o territorios comerciales chinos utilizados para esos fines, desde los tiempos de la existencia de Hong Kong.
Según excelentes investigaciones efectuadas por Bill Barreto, se muestra que las entidades fuera de plaza vinculadas a Baldizón eran a su vez accionistas de otras empresas. Por ejemplo, Rentamos Ltd, registró una participación como accionista de una entidad mercantil guatemalteca, vinculada a Baldizón con la entidad Consortium, S.A. a cargo de prestanombres.
En Estados Unidos se habla con insistencia de darle un «overhaul» (revisión completa) a la Corte Suprema de Justicia de dicho país. No digamos por estos lares en donde no solo las magistraturas muestran falencias de peso, sino lo atingente a la regulación comercial y financiera, cuyas falencias puede llegar a tener consecuencias desastrosas, siendo lo referido al Banco de Crédito, una muestra más de la informalidad corporativa, que puede llegar a tener fronteras poco divisadas con la economía ilícita.
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