Occidente agoniza
Occidente agoniza
Trump profundiza su alianza con Putin, mientras se aleja de Europa y del multilateralismo. Solo hay cabida para tres ejes de poder en la visión del magnate: Estados Unidos, Rusia, China y sus respectivas “áreas de influencia”. ¿Cómo queda América Latina en ese ajedrez mundial?
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«No uso la palabra dictador a la ligera», dijo Donald Trump a los periodistas sobre Vladimir Putin, el autócrata ruso que este año cumple 25 años en el poder. En días recientes, el republicano se sumó a quienes intentan culpar falsamente a Ucrania de haber iniciado la guerra, y ordenó el cese de la cooperación militar con ese país, al que intenta imponer una paz derrotista. Lo hizo ante la negativa de su presidente, Volodimir Zelensky, de entregarle sus recursos naturales sin garantías de seguridad contra los invasores.
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Hasta ahora, la simpatía pública de Trump hacia Putin se explicaba por una genuina identificación entre hombres fuertes. Sin embargo, el ajedrecista ruso Garry Kasparov va más allá y observa una tendencia a la «putinización de Estados Unidos», una imitación en toda la regla del dictador ruso, como escribió en un artículo publicado en The Atlantic.
«Apenas hemos transcurrido un mes del segundo mandato presidencial de Donald Trump y este ya ha dejado claras sus principales prioridades: la destrucción del gobierno y la influencia de Estados Unidos y la preservación de los de Rusia», advirtió el además escritor y crítico del Kremlin.
A juzgar por las decisiones de la administración Trump-Vance, estos renovados vínculos entre el magnate y el dictador estarían reconfigurando la relación de Estados Unidos con el mundo. La ruptura con Ucrania lo distanció inmediatamente de Reino Unido y de los principales líderes de la Unión Europea, que han condenado la ambición expansionista de Putin. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lo tiene claro. Afirmó, en declaraciones a EFE, que no se debe ceder ante el régimen ruso, porque «si no pasará a Moldavia y quizás más allá, a Rumanía».
En otra declaración, fiel a las tensiones actuales, el canciller ruso, Serguei Lavrov, elogió a Trump por sus críticas al presidente de Ucrania. Lo calificó de «pragmático», mientras agradecía su «humanismo» y criticaba a Europa por respaldar al país invadido por sus tropas en 2022.
En los últimos días, Trump abrió finalmente una ofensiva comercial contra China, Canadá y México y dejó sin respaldo militar a Ucrania, un triunfo clamoroso para los intereses del país invasor.
Para John Feeley, exsubsecretario adjunto principal para el Departamento de Asuntos del Hemisferio Occidental y exembajador en Panamá, Trump tiene una visión que echa por la borda al orden internacional surgido después del final de la Segunda Guerra Mundial, basado en el respeto por la soberanía nacional y regido por tratados, reglas y protocolos.
En medio de esta crisis mundial desatada por Trump, los expertos han recordado la importancia del multilateralismo y de su máxima entidad, la Organización de Naciones Unidas. Por el contrario, el presidente estadounidense anticipa una relación directa entre las grandes potencias, mientras los demás países, como los de Latinoamérica, deben acomodarse a los intereses imperiales.
«Es literalmente volver al pasado para volver al futuro. Donald Trump se percibe como uno de tres caudillos autoritarios, llámense como quiera, junto con Vladimir Putin en Rusia y Xi Jinping en China», declaró Feeley a CONNECTAS.
Las tres potencias tendrían un área de influencia clara. «Trump ve a las Américas como un lugar geográfico donde su Gobierno —y sobre todo sus secuaces—pueden sacar provecho y renta. Y también él ve que en Asia eso pertenece—entre comillas— a Xi Jinping y Europa a Vladimir Putin», insistió.
El 25 de febrero, Washington dio pasos concretos para reafirmar la idea del mundo repartido en tres hegemonías. Votó sorpresivamente contra una resolución de Naciones Unidas que exigía la salida de Ucrania de las tropas invasoras rusas. Un cambio de bando de proporciones históricas, francamente increíble para los propios diplomáticos estadounidenses. Como Feeley, que aseguró que jamás en su vida pensó que Estados Unidos haría causa común con las dictaduras.
Para Paulina Astroza, doctora en Ciencias Políticas y Sociales y profesora de la Universidad de Concepción en Chile, el presidente Franklin Roosevelt «debe revolcarse en su tumba» frente al hecho de que un gobernante de Estados Unidos esté votando contra una resolución que condena a un país que violó la soberanía territorial de otro.
De hecho, 93 países votaron a favor de la resolución de Naciones Unidas, a tiempo que la Casa Blanca se alineó con las dictaduras de Rusia, Nicaragua y Corea del Norte. Mientras tanto, los tradicionales aliados de Estados Unidos en América Latina decidieron abstenerse, amedrentados por la política del garrote. Esa misma que reparte la amenaza de aranceles a quienes no aceptan someterse a sus designios.
Uno de los casos más criticados corrió por cuenta de Costa Rica. La expresidenta de ese país, Laura Chinchilla, se preguntó en X por qué el Gobierno de San José debía sacrificar los valores esenciales de su política exterior. «¿Negar los hechos y el derecho internacional?», cuestionó. Otros como Chile y México mantuvieron su posición de exigir la salida de las tropas rusas. Por eso, Astroza reconoce que América Latina se encuentra hoy más dividida que nunca, lo que manda un mal mensaje.
El caudillo republicano había establecido la pauta para entender la relación con América Latina cuando dijo que esta necesitaba a Estados Unidos, pero que ellos no necesitaban a la región. La otra característica de su gestión es sembrar el caos, mientras avanza en objetivos a veces contradictorios con el camino propuesto por sus propios ideólogos. Por ejemplo, el documento titulado Proyecto 2025, considerado el manifiesto político para su segundo mandato, define a Putin como una amenaza real para Estados Unidos y sus aliados, y a la China comunista como «la amenaza definitoria a los intereses de Estados Unidos en el siglo XXI».
En poco más de un mes de su segundo mandato, el horizonte se enturbia cada vez más. Chantajeó a varios países de la región. A Panamá lo amenazó con quitarle el canal para contrarrestar la supuesta influencia china en el mismo, y a Colombia lo hizo aceptar el envío de indocumentados desde Estados Unidos, algo a lo que el presidente Gustavo Petro se había negado, a cambio de no imponerle aranceles.
«Me imagino que se rió Gustavo Petro cuando terminó de escribir eso y oprimir el botoncito enviar, pero ¿qué pasó ocho horas después? Un rendimiento total. ¿Por qué? El poder es el poder. Y él (presidente) y el gran capital colombiano tuvieron que reconocerlo», dijo Feeley.
En cambio, según el diplomático, la estrategia desarrollada por el gobernante de Panamá, José Raúl Mulino, apuntó a manejar un lenguaje tranquilo, al defender la soberanía de su país e invitar al secretario de Estado, Marco Rubio, para que los visitara en su primera gira como jefe de la diplomacia estadounidense, mientras enviaba emisarios para hablar tras bambalinas con Mauricio Claver-Carone, el hombre clave de las relaciones diplomáticas de Trump en la región.
Para el exembajador estadounidense, los gobernantes latinoamericanos deberían evitar hacer «contacto» (chocar) con la administración Trump. Se trata de una región con realidades desiguales. A un lado están los tradicionales aliados de Estados Unidos a los cuales Rubio exigió su cooperación en materia migratoria como Costa Rica, Panamá, El Salvador y también Argentina. También están las tres dictaduras del continente: Venezuela, Nicaragua y Cuba, aliadas de Rusia y China, y que mantienen discursos esencialmente antiestadounidenses.
El secretario de Estado, Marco Rubio, dijo que estas tiranías son una amenaza para Estados Unidos, y los señaló como responsables de la crisis migratoria regional. Sin embargo, Trump mandó a Richard Grenell como emisario para entenderse con Maduro y lograr la liberación de prisioneros estadounidenses. Luego, en declaraciones públicas, Grenell aseguró que su jefe no estaba interesado en un cambio de régimen. Y días después, en una demostración de la maleabilidad de sus políticas, Trump decidió quitarle la licencia a la petrolera Chevron, un duro golpe para el régimen venezolano.
Como afirma Feeley, Trump tiene una lógica transaccional. Pero puede cambiarla en cualquier momento. En el caso venezolano, al principio parecía pesar más que el régimen de Nicolás Maduro accediera a recibir los 700,000 migrantes deportados de Estados Unidos. Pero más tarde la lógica del secretario de Estado Marco Rubio se impuso sobre el poderoso lobby petrolero.
Al parecer en este contexto, el presidente estadounidense no tiene ningún interés acerca de la dictadura de Cuba y probablemente su suerte quedará en las manos de Rubio, un hijo de migrantes de ese país.
Y en cuanto a Nicaragua, «gobernada por dos capos», como afirma Feeley, los estadounidenses quieren sobre todo evitar que la nación centroamericana sirva de trampolín aéreo para migrantes que llegan de fuera de la región. Eso motivó sanciones de Estados Unidos a operadores de vuelo chárter involucrados en el negocio. Pero nada indica que el nuevo Washington tenga en mente la salida del poder de esos tiranos, como señala el cierre de los principales mecanismos de cooperación. Según Feeley, «las dictaduras desgraciadamente van a continuar. Ya con los recortes y la destrucción de USAID quedan mejor, porque los opositores democráticos no tendrán apoyo en los tres países», expuso.
China, por su parte, ha hecho grandes avances en América Latina, lo que constituye otro desafío para Estados Unidos en su propio patio. Según datos de 2022, recopilados por el Banco Mundial y citados en un reporte de CNN en Español, el gigante asiático recibía ese año el 12,98% de las exportaciones de América Latina y es el origen del 20,97% de sus importaciones.
Astroza compara lo que ocurre en el sistema internacional con la llegada de Trump con «un movimiento de placas tectónicas». Ella recuerda que, después de la caída del muro de Berlín en 1989, China resurgió y está claro que ha venido avanzando pese a las presiones de su rival en el tablero mundial. «Cuando Washington se alejó de América Latina y el Caribe —porque tanto Estados Unidos como la Unión Europea lo hicieron durante mucho tiempo—, bueno, quién avanzó (fue) China», afirmó la académica.
Ese es un punto de tensión indudable a futuro. Carlos Cascante, profesor asociado de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica, afirma que Estados Unidos presiona a Centroamérica para evitar que empresas chinas trabajen y desarrollen proyectos estratégicos, especialmente el de telecomunicaciones 5G en los casos de Costa Rica y Panamá. Y también en cuanto a infraestructuras críticas como puertos y aeropuertos en El Salvador y Honduras.
Pero todo indica que Trump, al galopar alegremente hacia formar un eje con Putin, no tiene en cuenta que éste y el líder chino Xi Jinping tienen una alianza «sin límites». En julio de 2024, en la cumbre en Kazajistán —país fronterizo entre ambas potencias—, Xi Jinping y el autócrata ruso anunciaron una cooperación para contrarrestar las alianzas occidentales. Ambos son partidarios de la construcción de un nuevo orden mundial, opuesto a Occidente.
Mientras tanto, la oposición de Estados Unidos bajo el liderazgo del presidente Joe Biden desapareció en enero de 2025, y Trump intenta jugar las mismas cartas de una visión personalista del poder, una mezcla de fuerza bruta con mentiras, desinformación en las redes sociales y manipulación de emociones de los votantes. «Eso para mí es uno de los grandes riesgos porque esto atenta contra las bases mismas de la democracia liberal como la conocemos», agregó Astroza.
Ese nuevo orden mundial, con tres líderes que coinciden en su desprecio por la democracia y en sus ambiciones neoimperialistas, no garantiza en modo alguno una paz estable a futuro. Todo indica que Trump quiere pertenecer a ese exclusivo y siniestro club, aunque en el proceso aseste un golpe histórico a la presencia de Estados Unidos como defensor de la democracia mundial.
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Escrito por Octavio Enríquez, periodista nicaragüense. Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS y del #CONNECTASHub. Ha escrito para varios medios de su país, además de colaborar con publicaciones en España, México y El Salvador.
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