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Claudia Neira Bermúdez, directora de Centroamérica Cuenta.

Centroamérica Cuenta: un acto de amor profundo por esta región

Porque Centroamérica no solamente requiere de buenos escritores y escritoras, que los tiene, sino también que además tengan un peso moral y ético, con compromiso. 
Queremos hablar de libertad de expresión con grandes voces, en un contexto en donde este derecho está siendo desafiado.
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Artículo

Centroamérica Cuenta: un acto de amor profundo por esta región

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Claudia Neira Bermúdez, directora de Centroamérica Cuenta, nos habla del festival que se celebrará en Guatemala del 19 al 24 de mayo del presente año y que traerá a nuestro país a más de sesenta escritores y periodistas, muchos de ellos son las voces más reconocidas en el mundo de las letras y la palabra. Una fiesta del pensamiento y del diálogo (en tiempos de confusión y batallas por la verdad) cuya relevancia hace que merezca la pena comprender los entresijos de cómo se fragua.

Estuve pensando qué palabras servirían para describir un evento como Centroamérica cuenta. Porque es grande, ambicioso, el más importante de la región. Pero hay otras, provocación al diálogo, humor, pasión. ¿Qué palabras utilizarías tú para describir este evento extraordinario?

Una mezcla entre valor, intrepidez y también una confianza absoluta de que el público está ansioso de esta clase de contenidos y que se lo merece, pero sin duda es un acto de amor profundo por esta región. Porque a los centroamericanos nos hace estar al nivel de las grandes conversaciones. El festival puede ser un puente que nos lleva a ese mundo más grande que está presente en nosotros, pero al que necesitamos acercarnos.

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Hablando de amor profundo, ¿cómo inició Centroamérica Cuenta? Háblanos de los orígenes. 

El primer director del festival fue Ulises Juárez Polanco que falleció muy joven y recuerdo que, en los pasillos de la Feria Internacional de Guadalajara en el 2012, un representante del Goethe Institut de Alemania se acercó a Sergio Ramírez y le dijo que tenía 30 mil euros para realizar un festival de escritores en Centroamérica y esa fue la semilla de la primera edición que fue casi suicida porque comenzó apenas tres meses después, en febrero del 2013.  

Este tipo de festivales toma al menos un año entero planificarlo: convocar a los autores, elaborar la agenda, conseguir financiamiento etc. Realizar aquel primer evento en tres meses fue una labor titánica. El festival tuvo unos orígenes modestos. Apenas unos 30 participantes. Poco a poco fue evolucionando, se fue corriendo la voz. Hay que resaltar que el festival es uno de los principales legados de Sergio Ramírez a Centroamérica.  Como fundador y presidente del festival le ha apostado no solamente a promover su propia literatura y con ello dar visibilidad a Centroamérica, sino que también se ha esforzado por traer a nuestra región la conversación más relevante acerca de la literatura mundial y llevar a autores centroamericanos a otros escenarios. Este papel de gestor cultural que juega Sergio Ramírez ha servido para que este proyecto se haya consolidado y esté tan fortalecido como ahora lo está.  

Sergio Ramírez tiene un perfil político y ético de mucho peso. Justo lo que el mundo parece necesitar en estos momentos turbulentos. ¿Qué piensas de la dimensión que le da al festival contar con esta presencia?

Creo que hay una enorme generosidad de su parte, porque le dedica tiempo y trabajo al proyecto y, particularmente importante, es su participación en las discusiones que tenemos con el equipo. También hay un cuerpo consultivo en donde participan, entre otros, Gioconda Belli, Horacio Castellanos Moya, Miguel Huezo Mixco, Carlos Cortez, Alejandra Ortiz Walner, Philippe Hunzinker. Pero en el caso de Sergio creo que, sin saberlo, está apostándole a su legado. Porque Centroamérica no solamente requiere de buenos escritores y escritoras, que los tiene, sino también que además tengan un peso moral y ético, con compromiso. 

Y el compromiso va más allá de promover la literatura. Está también en meter a Centroamérica en las conversaciones que suceden actualmente en el mundo y conectar la región con lo que está sucediendo. Hoy día, Centroamérica Cuenta no es solamente un festival de literatura. Se trata de un festival de ideas. Por ejemplo, en esta edición, vamos a discutir acerca de la libertad de expresión, democracia, las migraciones y las remesas, participación política de los movimientos indígenas. También vamos a hablar de industrias creativas y de las marcas que están dando a conocer a Guatemala en nuevos territorios. Son cosas que están sucediendo en el contexto del país que nos acoge.

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Amplía, por favor,  la importancia del contexto en donde se realiza cada edición del festival.  

Estos festivales, son como los propios escritores, que trabajan con la ventana abierta a lo que está sucediendo. Nos interesa conectar con lo que pasa ahí, en el lugar en donde se celebra el festival. Por eso decía que es un festival de ideas que convoca a hablar de los temas fundamentales para la región y, sobre todo, para que converjan personas que de otra manera no hallarían el espacio para coincidir. A nosotros no nos interesa un diálogo entre convencidos o dirigido a quienes piensan igual. Queremos que haya discusiones  incómodas, donde los actores tengan puntos de vista distintos, porque eso es una sociedad. Nuestras sociedades no son homogéneas. 

Sergio ha sido muy tenaz, al sugerir a personas con puntos de vista controvertidos, porque nunca ha querido que sea «su proyecto», sino un proyecto de Centroamérica que nos permita avanzar y que lo sobreviva a él, como también lo hará su obra. Hoy día, recordamos a Asturias, a Darío y a grandes escritoras, por su obra. Este legado nos sirve para construir una identidad centroamericana. La idea es que el festival pueda ir aportando a ese propósito, a enriquecer esa discusión acerca de quiénes somos.

Dices algo muy importante: la literatura y el periodismo están atravesados por lo que pasa. Y un acontecimiento importante acerca del  festival es que actualmente está en el exilio. Se vio obligado a ser un festival itinerante al salir de Nicaragua. Cuéntanos cómo se ha vivido el exilio. 

Cuando todos (Sergio Ramírez, Gioconda Belli y Claudia Neira) partimos al exilio, nunca dudamos de que el festival tenía que seguir. Y comprendimos que nuestro exilio es una representación de las cosas que suceden en el lugar de donde venimos. Nosotros somos de Centroamérica, una región que está en constante cambio, con retos democráticos enormes, prueba de ello es el exilio del festival, pero también hay tantos otros centroamericanos que han vivido una experiencia similar por razones políticas y otros que se han visto forzados a migrar por razones económicas y sociales. 

Los exilios te paralizan o te mueven. En el caso de nosotros, nos ha movido. Nos ha hecho comprometernos con fortalecer el festival, haciéndolo cada vez más poderoso, en alianza con otros países. También han habido  coincidencias que nos han favorecido para hacer de las adversidades una fortaleza. Cuando salimos en el 2021 de Nicaragua, teníamos ya preparada la primera edición del festival en España. Un festival del tamaño de Centroamérica Cuenta no se hace de un día para otro. Si no hubiésemos tenido ya preparada esa edición, habría habido un corte. A esta coincidencia se han sumado otras, que han venido a fortalecer lo que estamos haciendo. Centroamérica puede estar afectada por desafíos democráticos pero está comprometida con seguir y perseverar. 

El festival, desde su exilio, es el mejor espacio para encontrar diferentes voces que puedan recordar que contamos, no solamente en el sentido de que tenemos qué decir, sino porque aquí estamos y vamos a seguir estando.

Me encanta la fuerza de tu voz y me hace pensar en lo complejo de organizar  el festival. ¿Cómo funciona esta inmensa curaduría? 

Somos un equipo mágico porque, a pesar de ser pequeño y de que solo dos de nosotros estamos en el mismo país, funcionamos de manera increíble. Todos tenemos diferentes zonas horarias y la nube es nuestra mejor aliada. No solo la del internet, también una nube que nos protege y nos da energía. Este pequeño equipo tiene que tener los ojos puestos en un sin fin de cosas. Estar pendiente de las noticias del país donde se celebra el festival, siguiendo redes sociales, hablar con mucha gente, de hecho hay que buscar a quienes no piensan como nosotros, pero es la única manera de que el festival pueda tener pertinencia. Yo me siento a veces como esos prestidigitadores que lanzan al aire muchas pelotas, con la ansiedad de que de repente una se caiga.

Me da mucha risa porque en algunos países piensan que los centroamericanos somos todos iguales. Para ellos, somos una masa de tierra, sin distinción, desde Guatemala hasta Costa Rica. Por eso marcar esas diferencias y resaltar en nuestras mesas de discusión esas distancias, nos parece importante. 

También hay que estar pendiente de dar seguimiento a otros festivales, porque nos interesa la pertinencia literaria. Saber qué está pasando. Necesitamos convocar autores que tengan reconocimiento literario, consagrados, pero también emergentes. Y, sobre todo, que tengan pertinencia en los temas que tratan con el país a donde los vamos a invitar. El festival que realizamos en Madrid no es igual al que realizamos en Guatemala, República Dominicana, Panamá o Costa Rica. Nos adaptamos a cada país que nos recibe.

La convocatoria a los invitados es complicada porque muchos autores tienen agendas cargadas. Este año traemos a  Joan Manuel Serrat y, con todos sus compromisos, no estaba sentado esperando nuestra invitación. De igual manera escritoras de la talla de Lina Meruane o Nona Fernández. Nos apoyamos en la diversidad de voces. También nos pasa que muchos se comprometen y luego cancelan días antes de iniciar el evento. Pasan cosas, siempre pasan. 

Además de nuestro gran equipo, quiero resaltar cómo cada país nos ha acogido y ha creído en nosotros. Porque hoy que celebramos la edición número doce, ya tenemos un nombre consolidado. Pero al inicio, cuando empezamos, de igual manera la gente confió en nosotros: el público, los patrocinadores, la cooperación internacional, los donantes.  Es necesario reconocerlo. Hoy día, cada vez más entidades del sector privado están acogiendo esta iniciativa. A mí me da mucha esperanza Centroamérica. Estas personas están apostando a implicarse en la vida pública. Este festival es parte de la vida pública.  

A pesar de toda la confluencia de cosas positivas, sigue siendo un desafío. Estamos conscientes que todo lo que hemos construido se puede caer. Es un desafío permanente, que te hace un ser humano naturalmente curioso, con la adrenalina a mil por hora, como esas máquinas del hospital que marcan los signos vitales. Están siempre oscilando, mientras se está vivo. 

Hablando de la convocatoria, Centroamérica Cuenta logra llevar al festival a personajes muy reconocidos: Mircea Cartarescu, Almudena Grandes, Javier Cercas, Rosa Montero, por hablar de ediciones anteriores. En esta, traen a Martin Baron, Carmen Aristegui, Raúl Zurita, Juan Gabriel Vásquez, Lina Meruane, sólo por nombrar unos pocos.  Es como entrar al paraíso de las delicias.

Eso es lo que Centroamérica se merece. Nosotros tendemos a vernos chiquitos y somos una gran potencia como región. Por eso nos merecemos esto y más. Hay que aspirar a más. Recuerdo que cuando comenzamos, yo misma decía. ¿Cómo vamos a invitar a esta persona? ¡Están locos, él/ella no va a venir!  Sin embargo, hay que probar. Lo que sí resulta necesario, es invitar a gente de ese calibre con mucha anticipación. Ahora, ya estamos cerrando los grandes nombres para Panamá en el 2026. Pensar en grande te hace tener cosas grandes. 

Me haces reflexionar acerca de lo que ustedes afirman: uno de los objetivos del festival es abrir un espacio para que el diálogo relevante de la literatura y del periodismo suceda en Centroamérica. ¿Nos podrías comentar acerca de esto?

Una clave para trasladar ese diálogo a esta región es como dice Sergio Ramírez: “programar con la ventana abierta”, es decir comprender el contexto y el momento en el cual se realiza el festival. No es coincidencia de que en esta edición tenemos a John Lee Anderson, a Martin Baron, a Carmen Aristegui y, ojalá a José Rubén Zamora, en la programación. Queremos hablar de libertad de expresión con grandes voces, en un contexto en donde este derecho está siendo desafiado. Quizá no sucedería este diálogo en otros países con otras condiciones y habría otras discusiones. El tema de la  migración, por ejemplo, vamos a tener un taller de periodismo de migración porque hoy contar la migración es distinto que hace seis meses y probablemente de aquí a mayo va a ser peor.  Las discusiones que queremos provocar son las que son pertinentes al contexto y al público a donde llega el festival.

Hablando de esta pertinencia, por primera vez en Guatemala, vamos a tener un concierto de música de la hija de Pablo Milanés y una lectura dramatizada de Nona Fernández de un texto suyo que se llama «Cómo contar la sed» acerca del golpe de Pinochet en Chile en septiembre de 1972, con sonido e imágenes, porque el tema de la memoria histórica es importante para Guatemala y dialoga mucho con la obra de autores centroamericanos, como la tuya, por ejemplo.

Mencionas un taller formativo para periodistas. ¿Hay otros talleres?

Los talleres formativos son parte del legado que Centroamérica Cuenta deja en cada país. Vamos a tener cuatro talleres: uno de novela gráfica por un novelista hondureño que vive en Bilbao y que trabaja el tema de la violencia y otros desafíos que hay en Honduras. Vamos a tener un taller con Fernando León de Aranoa, director de cine y guionista español, acerca de cómo llevar un texto literario a la pantalla, en el taller de migración los más relevantes periodistas participantes del festival van a sumarse a las conversaciones. 

 También trasladamos estos diálogos y participación de nuestros invitados a escuelas y universidades, a clubes de lectura en donde participan los autores. Hay presentación y firma de libros. Estamos intentando enriquecer el festival con versatilidad y actividades diversas. Es un ejercicio de prueba y error permanente. Tenemos muchas expectativas de que esto va a funcionar.

Lo que describes es una fiesta y entonces necesitamos hablar de comunidad, porque estamos perdiendo la percepción de ser parte de eso. ¿Cuáles son los desafíos de construir una comunidad atenta al festival y que desea participar? 

El principal desafío es mantener la vara arriba. Tener la calidad necesaria para motivar a que las personas tengan los ojos y los oídos abiertos al festival. Nos alegra tener este desafío porque  sabemos que el público es exigente y espera no menos de lo que hemos dado. Pero hay otro aspecto importante: se refiere a los creadores y las creadoras porque ha subido mucho la vara en términos de qué se está escribiendo en la región y qué estamos produciendo. Esto involucra a todo un ecosistema. Por eso, en Guatemala vamos a tener un taller sobre agentes literarios, no solamente para beneficio de los escritores y escritoras, sino para editores. ¿Cómo negociar los derechos? Si una editorial pequeña tiene derechos, ¿cómo los puede negociar con una editorial más grande? Queremos contribuir a que todo el ecosistema de los libros se vea enriquecido

Para mantener el interés del público, de los escritores y de todo este ecosistema, hay que mantener la vara muy arriba. Esto abre la posibilidad de que el festival suceda en Centroamérica, pero también tiene la calidad para suceder en la ciudad de México, Buenos Aires. Para tener el nivel de discusión que queremos, se necesita pertinencia en los temas, autores y autoras que puedan estar a ese nivel, conocer a quién estás programando, quién va a ser tu público, qué querés dejar de legado.

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Esto que explicas me hace pensar en lo difícil que debe ser armar las mesas de diálogo. Por experiencia sé que siempre son temas interesantes, provocadores y los moderadores ayudan a generar momentos inolvidables en esas discusiones.  

Es muy complejo provocar esa dinámica. Tiene mucho que ver con los participantes de la mesa, pero el moderador es clave: un personaje casi invisible que hace las preguntas  precisas pero que no caiga en la tentación de ser parte de la conversación. Eso requiere una generosidad enorme. Si ponés a un escritor o escritora, quiere ser parte de la conversación. Entonces, cómo pedirles que estén allí, para instigar una conversación (porque son excelentes instigadores), pero que en ese momento no se espera de ellos que sean parte. Es un arte como jugar tetris. Además está la dificultad de convocar a autores que tienen coincidencia en un tema, con la cantidad de noches de hotel que el festival puede pagar (no se puede tener a todos los autores, todos los días del festival) y satisfacer a todo el mundo que tiene parte en la programación. 

Se trata de un reto constante que se enriquece de los aciertos y de los desaciertos, pero sobre todo teniendo claro de dónde queremos estar.  El festival ha abierto muchos espacios y eso nos permite preguntar a otros programadores, ferias del libro, editores, agentes literarios que nos mantienen al día acerca de lo que hay de nuevo. Porque si no, se corre el riesgo de tener una visión muy periférica de lo que está pasando. 

La mezcla de literatura y periodismo parece muy relevante. Cada vez se unen más: un periodismo literario, una literatura afincada en el periodismo.  ¿Es por eso que ustedes están trayendo luminarias de ambas disciplinas?

Por un lado, el hecho de que Guatemala necesita discusiones vinculadas al periodismo. Pero, también lo vemos como una alianza natural, tomando en cuenta el papel que tiene la ficción por un lado  y el periodismo por otro. El periodismo no hace ficción, porque dejaría de ser periodismo, pero sí alimenta la ficción en la literatura. Se trata de dos mundos, pero dos mundos que se invaden. Los periodistas son escritores y escritoras y son contadores de historias. Solo los distancia la disciplina propia de cada profesión. Pero en esencia son cercanas y simbióticas. Sobre todo porque, al final, muchas veces no se sabe quién alimenta a quién.  El mundo contemporáneo no puede concebirse sin literatura y sin periodismo y la relación simbiótica de ambos.

Ustedes tienen también el proyecto de las crónicas. Acercan a escritores de ficción a una dinámica periodística.

En Guatemala, los autores y autoras viajarán a Totonicapán y Comalapa porque allí comienza el festival, pero también se harán otras dos crónicas en ciudad de Guatemala. Las crónicas iniciaron como un proyecto de la ciudad, pero van saliendo, porque el país no solamente es la ciudad de Guatemala, con las limitaciones que tenemos, queremos incluir otros espacios.  Quiero resaltar que esto solamente es posible por el ojo atento de Philippe Hunziker. Siempre necesitamos los «ojos locales» que nos puedan guiar.

Este año, el festival honrará la obra de Miguel Ángel Asturias. ¿Qué actividades esperan realizar?

No podíamos estar en Guatemala sin dedicar el festival  a Miguel Ángel Asturias, el único nobel centroamericano, con todas las luces y las sombras que tienen los autores y autoras, es una obra muy importante. Resulta ambicioso afirmar que estamos dedicando el festival a Asturias, pues no haremos un estudio sobre su obra o algo similar. 

Vamos a hacer una mesa de discusión sobre la obra de Miguel Ángel Asturias con voces fundamentales que conocen su legado y también, el día de la inauguración, Miguel Ángel Asturias hijo va a entregar parte de sus manuscritos al Director del Instituto Cervantes Luis García Montero, quien los llevará a Madrid para que queden en la Caja de las Letras, en la sede del Instituto.  Esta sede que en su momento fue un banco comercial, tiene  en el sótano una bóveda maravillosa en donde se han venido depositando manuscritos. El otro autor guatemalteco que tiene allí su obra es Rodrigo Rey Rosa que hace un par de años dejó su legado, durante la inauguración de Centroamérica cuenta en Madrid. También están allí Rubén Darío, Sandino, Gioconda Belli, Clarivel Alegría. Hay una serie de voces, y nuestro compromiso es que cada vez haya más, de mujeres y hombres centroamericanos. 

La conexión con España parece una veta importante. Además de la edición del festival en Madrid, está la conexión con el Instituto Cervantes y con Cuadernos Hispanoamericanos. Al fin y al cabo, tenemos este idioma como lengua franca que nos une. 

Sí, hoy en día, no podemos hablar de Latinoamérica como un espacio separado de España. Son cerca de 600 millones de personas que hablamos español y esto nos une. La mayoría de los hispanohablantes estamos en Latinoamérica, pero ya no es un espacio aislado.  Tener la edición en Madrid y vivir allí nos ha permitido abrir más espacios para los autores latinoamericanos. Porque la presencia cultural de España ha sido una constante en nuestros países, pero no al revés. Queremos que la literatura centroamericana sea importante, pero no el objetivo exclusivo. Por eso, ampliarnos a Latinoamérica ha sido una manera de enriquecer el acervo.

A mí me encanta la pluralidad de literaturas que están sucediendo en la región y que están viajando a otros espacios. Además de España, tenemos alianza con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde participamos con el programa. Este año vamos a llevar a autores a la Feria Internacional del Libro en Bogotá, a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, porque también queremos que esas nuevas voces viajen a otros espacios que son fundamentales para la literatura en español. 

Lo que describes es como abrir canales para dejar pasar algo muy fluido: la cultura. 

Centroamérica es eso: un ir  y venir. Esa autopista de ambas vías: llevar por un lado, pero también traer. Nos ha costado mucho que se entendiera esta visión. No se trataba de limitar Centroamérica Cuenta a la región y, al principio, esto fue muy complicado de comprender. No era un festival para los centroamericanos, sino un evento cultural que podía funcionar en cualquier ciudad en donde se hable español, con una alta presencia de centroamericanos.

Llevar a los centroamericanos a otros espacios es fundamental. Y, muchas veces, esto es un desafío, porque no se trata solamente de tener los fondos, sino también que su obra haya viajado. Eso es muy importante. Mucha gente cree que solamente se lleva al autor. Se necesita tener a un público que conozca al autor y tenga acceso a su obra. Resulta difícil tener repercusión sin estos factores. Y no solamente queremos llevar a autores conocidos, sino a voces nuevas que se están dando a conocer. 

¿Quieres añadir algo más para enamorar a la gente y convidarlos a asistir al festival?

Son conversaciones que suceden en Guatemala, pero bien podrían desarrollarse en Barcelona, Buenos Aires o Ciudad de México. Todas las actividades son gratuitas y recibimos a la gente hasta llenar el aforo. Las actividades se realizarán en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias y el Teatro del IGA, así como en universidades y librerías. 

Esperamos que la gente pueda valorar el regalo que implica este esfuerzo, porque Guatemala se va a posicionar como la capital de las letras en español y de la palabra durante los días de este maravilloso festival y será una fiesta.

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