Hace unos días se recordaba el primer caso de covid-19 en Guatemala, y a mí me dio por pensar en los murciélagos y por olvidarme de la pandemia.
Así que decidí informarme sobre estos animalitos y compartirlo con ustedes, esperando que por su medio llegue a los niños, los únicos humanos capaces de cambiar de opinión si se les presenta nueva información.
Los murciélagos son fantásticas criaturas. Primero, son animales mamíferos. Y no solo eso: son los únicos que vuelan. Si contamos a todos los mamíferos del planeta, ¡los murciélagos vienen a ser una cuarta parte del total! Solo imagine esto: la colonia de murciélagos más grande de que se tenga registro tenía 30 millones de habitantes y estaba en las cuevas de Eagle Creek, en Arizona, Estados Unidos.
Son muy mal comprendidos por no estar bien estudiados. De ahí que popularmente se les tema y, en consecuencia, se les destruya indiscriminadamente (aparte de hacerlos sopa). Pero resulta que hacen mucho más bien que mal.
A nivel mundial, la cuarta parte de las especies de murciélagos se encuentran en peligro de extinción y hay unas cuarenta especies ya extintas. En Guatemala hay unas 100 especies diferentes.
Por su alimentación se clasifican en insectívoros (¡capaces de comer hasta 600 mosquitos por hora!), frugívoros (consumen frutas y dispersan las semillas en grandes extensiones), nectarívoros (toman néctar de las flores y se encargan de la polinización en grandes áreas) y finalmente los temidos hematófagos (chupasangres del ganado y capaces de transmitir rabia). De estos últimos, Guatemala cuenta con dos o tres especies, pero son las causantes de una cacería que se lleva por delante a millones de inocentes benefactores de la humanidad.
Las tres especies benéficas son invaluables para la agricultura y para nuestra alimentación. Polinizan, dispersan semillas y controlan plagas. Se afirma que, sin la presencia de insectívoros en los bosques, estos podrían ser rápidamente consumidos por plagas que los reducirían a madera picada y podrida. Sin los murciélagos no sería posible la restauración natural de los bosques. Una sola colonia puede dispersar en un año semillas para generar nueve millones de plántulas repobladoras.
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La nación kaqchiquel que habita en Sololá le tiene mucho aprecio y lo representa en morrales y otras prendas tejidas, pues Sotz tiene una connotación importante en su cosmovisión. Supongo que se trata del nectarívoro, asociado a la fertilidad de la mujer. El chupasangre es venerado en el Congreso.
Su corazón puede latir hasta 700 veces por minuto. Poseen genes que protegen del envejecimiento y que podrían darnos las claves para algunas inmunidades genéticas.
Aunque siguen siendo muy poco estudiados, hay historias interesantes. Una relata que en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército estadounidense se interesó en ellos para fines bélicos. Los imaginaban portando pequeñas bombas incendiarias, cual estereotipados hombres bomba. Serían transportados en grandes aviones y liberados sobre territorio enemigo. Pasado cierto tiempo, los detonadores harían su efecto y los portadores arderían en llamas para luego precipitarse a tierra y causar grandes incendios. Durante la secreta prueba de esta arma biológica se perdió el control, pues pesan tan poco que cualquier equipaje les dificulta maniobrar. El resultado fue que detonaron en el mismo aeropuerto de donde despegarían. No se sabe cómo se explicó al público que se incendiaran todos los hangares del aeropuerto de Muroc Lake, en California.
Encima de ser perseguidos de manera arbitraria y desconsiderada (no se focalizan las dos especies problemáticas), ellos pueden contraer enfermedades que acaban con las colonias. En climas fríos son afectados por un hongo desconocido que les blanquea la nariz y que puede acabar hasta con el 95 % de una colonia.
¿Verdad que son animales interesantes y que juegan un papel fundamental en la producción de nuestros alimentos y en la conservación del medio ambiente?
No debemos temerles ni destruir su hábitat. Es mejor apoyar los esfuerzos para conocerlos mejor. Para el efecto se cuenta con el Programa para la Conservación de Murciélagos de Guatemala. Esta es parte de una iniciativa académica regional que merece ser apoyada.
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