El diario El País reproduce una vieja entrevista. «Siempre estaba bebiendo», recuerda Cornell, y era una de las cosas que lamentaba. En una entrevista con Spin publicada en 2006, Cornell admitía llevar para entonces cuatro años sobrio y que el alcohol fue el vehículo a la experimentación con otras drogas, ya que suprimía el miedo. El alcohol y las otras drogas eventualmente lo condujeron a la rehabilitación, de la cual quedó como un rezago el uso de ansiolíticos. Uno o dos Ativan de más lo llevaron a ahorcarse en el baño de una habitación de hotel el jueves pasado.
En esa entrevista Cornell recreó abundantes detalles de su vida, entre los que destacaban sus padres alcohólicos, un divorcio complicado, que incluyó demandas para la devolución de efectos personales, la disolución de Soundgarden y el cover de Johnny Cash de Rusty Cage.
Con su muerte, muchos han querido dar por sentada la muerte también de la generación X y del grunge. Nada más errado que esto: siguiendo el razonamiento de Arturo Flores, el grunge ya estaba muerto al nacer, pues era otra categoría cultural impuesta por el mercado.
Sin embargo, para la construcción de la popularidad del grunge, Superunknown fue sin duda una contribución muy importante. Y Black Hole Sun fue el estandarte de un disco particularmente oscuro, que en cierta forma refleja los demonios interiores de un Cornell que ya por entonces sabía lo que era luchar contra la depresión y el aislamiento.
David Grohl recuerda con no poco disimulada emoción el efecto de escuchar por primera vez Black Hole Sun. Grohl identificó casi de inmediato que sería algo grande, como «el justo medio entre los Beatles y Black Sabbath», que no se parecía a lo que los demás estaban haciendo por entonces.
Tal vez la mejor forma de explicar lo que significa la muerte de Cornell viene de las palabras de su viuda, que definen la construcción de su recuerdo: «Se ha dicho que los caminos que se han cruzado volverán a cruzarse. Y yo sé que tú me encontrarás de nuevo. Y yo estaré aquí esperando».
La diferencia es un abismo con las palabras de la exesposa de Scott Weiland a la muerte del vocalista de los Stone Temple Pilots o con las de la viuda de Kurt Cobain durante el funeral de este. Y el factor que marca esa distancia está en la sensibilidad de un hombre que supo por partes iguales rehabilitarse, descender al infierno, amar y tener una familia. El mismo tipo que compuso Spoonman y Nearly Forgot my Broken Heart.
Particularmente recuerdo Black Hole Sun como la banda sonora de la tarde después de presentar un trabajo sobre negociación, con el codo pegado a la barra de un pequeño bar en un lugar cuyo nombre todavía me es difícil recordar. Risas en compañía de una Club Colombia, maldiciendo por mi elección de un ejemplo de acuerdo exitoso, cumplido voluntariamente por las partes y sostenido en el tiempo: la Convención de La Habana de 1946, convocada por Lucky Luciano, que dividiría los territorios para las actividades de la mafia durante más de 40 años. Todo un fracaso anunciado en mi paso por ese taller de Estudios para la Paz.
Al terminar estas líneas, la madrugada ya tiene cara de desvelo al ritmo de la voz de Allison Mosshart, que no me arrulla. Me provoca y subleva mientras repite:
What if you move?
What if you hide?
There’s only so much you can miss
before we both collide…
Tal vez ese es mi justo medio entre el blues rock y la nada. Me dejo llevar por I Am the Highway, de los Audioslave, y me pregunto si mis propios demonios tienen conciencia de la ausencia de una banda sonora que los invoque.
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