Empiezo por hacer la diferencia entre ensayo como prueba para saber si algo funciona, o bien la práctica de una actividad para perfeccionar su ejecución, y el género que nos interesa: «escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito».
En principio, el ensayo es un documento en el que aportamos nuestro pensamiento, nuestra opinión, nuestro sentir, nuestro enfoque acerca de un tema, que puede ser histórico, científico, literario, humanístico u otro susceptible de ser tratado en este género. La finalidad del autor no debe perderse en la ramificación (para abarcar muchos saberes), sino que debe vigorizarse en la profundización del tema elegido a tratar para comprobar lo que se piensa y se cree (una hipótesis, por ejemplo). De lograrse, se generará conocimiento.
Reitero el consejo que me dio un amigo editor hace más de una década: «Si usted quiere contar algo real o algo que creó en su imaginación, debe remitirse a la narrativa en cualquiera de sus derivaciones (novela, cuento, historieta, etcétera). Si quiere expresar sus sentimientos, tiene entonces a mano la poesía. Y si quiere profundizar en un tema, utilice el ensayo».
La palabra ensayo (como sinónimo de prueba) puede llevarnos a considerar dicho género como una suerte de a ver qué sale. Y cuán lejos se estará entonces de las particularidades y los objetivos del género. El ensayista no puede ni debe lanzarse a opinar a la libre. Por el contrario, debe investigar y estudiar mucho acerca del tema que abordará para generar conocimiento nuevo. De hecho, para ser un escritor de ensayo es necesario tener mucha vocación por la investigación.
No debe descubrirse el agua salada, sino aquello que, producto de nuestra investigación y estudio, nos provoca dudas. Ejemplifico con tres ensayos de seis que he escrito. El primero se llama La fenomenología religiosa en la obra El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias. Es una obra que ganó el Premio Único de la Academia Guatemalteca de la Lengua (1998) con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de nuestro premio nobel de literatura. La esencia del trabajo estriba en la búsqueda de por qué tantos sucesos religiosos católicos (61 en total) descritos positivamente en una novela elaborada por alguien que tuvo que salir de Guatemala en calidad de exiliado a causa de sus ideas socialistas y que no pocas veces fue acusado de comunista. El segundo se llama La canción protesta latinoamericana y la teología de la liberación. Ganó la segunda edición del Premio Internacional Mariano Picón Salas, del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, de Caracas, Venezuela. Abordo en dicho ensayo cómo, por qué y para qué el engarzamiento de un género musical y una teología nueva en el contexto de los conflictos armados de América Latina. El tercero también tuvo un premio internacional. Se llama La poesía mística en la vida y obra literaria de León Felipe. Ganó el Premio Único de Ensayo en la edición del centenario de los Juegos Florales Hispanoamericanos de 2016, en Quetzaltenango. En dicha obra pongo en el tapete la razón de por qué un consumado poeta republicano, anticlerical como el que más, irreverente, librepensador y agresivo crítico del Concilio Vaticano II escribió una poesía tan mística, comparable solo con la de san Juan de la Cruz y la de santa Teresa de Ávila, y, extrañamente, en algunos de sus poemas se percibe un acercamiento a las doctrinas conciliares que tanto criticó. Como ejemplo, véase su poema El cristo de Velásquez.
Un ensayista debe ser un excelente rastreador. Siempre deberá buscar, y sus respuestas han de ser muy académicas. Es decir, un investigador nato.
Guatemala vive momentos de crisis política. Es el momento de escribir ensayos políticos o relacionados con la manera de hacer política en estos lares. Yo inicié uno hace algunos años que se llamará La molotera: manera de hacer política en Guatemala. Y ustedes, lectores, alumnos de educación media y de pregrado universitario, pueden escoger temas como el financiamiento electoral ilícito en Guatemala o quiénes son los titiriteros, así como la responsabilidad ciudadana en la elección de sus gobernantes. Y, si son más atrevidos, la relación del narco con los políticos guatemaltecos, el crimen organizado detrás de las sillas presidenciales, los tentáculos que ciñeron el Hogar Seguro Virgen de la Asunción y otros más que podrían mostrar al mundo el oxímoron más complejo que se haya visto. Para lograrlo, insisto, el ensayista debe documentarse bibliográficamente y realizar investigación de campo. No se trata de soplar y hacer botellas.
Los ensayos tienen una estructura más sugerida que definida: una introducción que no signifique dos o tres hojitas precisamente, el cuerpo del ensayo y una parte final a manera de conclusiones. No tiene que encorsetarse el ensayista en tres especies de corrales. Por el contrario, el género permite mucha laxitud en su estructura, pero no en su rigurosidad investigativa. A manera de ejemplo, remito al lector al ensayo Una calle real. Su organización no anuncia las partes, y la conclusión no se define como tal. Profundiza en orden a nuestro ser cobanero y verapacense. Lo escribí para rescatar datos y fechas que se estaban perdiendo o tergiversando a causa de la falta de acuciosidad investigativa. Existen personas muy entusiastas que se lanzan, sin más ni más, a proponer como verdad aquello que solamente creen.
Para finalizar, pido (y casi exijo) a los maestros de primaria, secundaria y pregrado universitario que no soliciten a sus alumnos escribir un ensayo de tres páginas. No pocos jóvenes me abordan pidiéndome sugerencias para hacerlo. Esa es una de las razones de este artículo. Por el amor de Dios, a ese escrito podrá llamársele comoquiera, pero no ensayo.
Éxitos en la semana que empieza. Mucha prudencia, sensatez y buen juicio. La cordura no quita lo valiente. Prestos todos a defender a la patria de los oxímoros que la detentan. Nuestro apoyo a la Cicig y al Ministerio Público es una de las mejores vías.
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